Dolor y Verdad (parte 2)

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Advertencia LEMON

Bulma contempló el jardín desde el balcón de su habitación con el corazón rebosando melancolía. Ya había anochecido, estaba oscuro y llovía, y las luces del interior de la casa alcanzaban a acariciar las ramas de los árboles para dibujar sus siluetas con tonalidades plateadas y anaranjadas. Los cipreses que su madre tenía en el jardín se agitaban violentamente con el viento, sacudidos por una tormenta que ya duraba horas, y cuando un rayo cercano iluminó el jardín con un fogonazo, la científica se sobresaltó y se apretó las manos al pecho, luchando porque esas lágrimas que le escocían los ojos no brotaran, estaba asustada y no sabía por qué pero sentía una opresión muy honda en su pecho.

Esa indecisión había arruinado el maravilloso día que este debió ser, que ella misma había esperado con tanto entusiasmo desde hacía ya varios días desde que se enteró de la verdad. Sus padres estaban acongojados porque iban a recibir más visita y debido al mal tiempo se vieron obligados a cancelar pero los invitados insistieron en venir a pesar de la lluvia. A ella le importaba un bledo que esa lluvia hubiese estropeado el viaje de los invitados de su padre porque para ella, esa lluvia había fastidiado el bello momento de permanecer junto al musculoso cuerpo de ese hombre, de ese guerrero del espacio al que ya extrañaba ¿Cómo era posible?, ¿Por qué había sudado de ese modo ante sus caricias?, comprendía muy bien su rechazo y por qué había decidido dejarla "pensar".

Había tenido que dejar marchar al maravilloso Vegeta y se sentía tonta por eso, al caliente y abrasador hombre al que todavía sentía entre los pliegues de su piel; tanto sus labios como su cercanía todavía le provocaban hormigueos en el estómago porque tal recuerdo era imposible de olvidar cuando el miedo y la alegría se habían mezclado de un modo perturbadoramente delicioso.

El vestido que se había colocado esa noche le apretaba mucho. Sus pechos, un poco sensibles por su estado la molestaban y casi no podía respirar cada vez que suspiraba de amor. Apenas había probado bocado de la espléndida cena que su madre había preparado para agasajar a los invitados, a modo de disculpa por la lluvia, rebajando el nivel de la magnitud de aquel desastre al de un simple contratiempo. Bulma evitaba en todo momento mantener una conversación demasiado larga cuando alguien se acercaba a saludarla, dando respuestas vagas y desapasionadas con la esperanza de que la dejaran tranquila, porque de lo último que quería hablar era de su supuesto matrimonio con ese famoso beisbolista, un cruel recordatorio del destino contra el que deseaba luchar, quería gritarle a todo el mundo que si ella se casaba algún día definitivamente no sería con él, que ella no creía en esos papeleos, que ella creía en la sensación de amor y pasión recorriendo su piel, en el anhelo, en la esperanzaen aquello que veía a través de los ojos de élde Vegeta ¡Y lo había dejado marchar!

Durante gran parte de la cena se mostró ausente, se moría de ganas de abandonar el comedor para regresar a su habitación y recrearse en el recuerdo de él, el hombre que la había hecho por fin darse cuenta de que se estaba comportando como una tonta y del que no se podía sacar de la cabeza ni de la piel. Después de que Vegeta se marchara para así darle tiempo y que ella pensara bien en si quería ir con él o quedarse en la Tierra, Bulma permaneció tumbada en la cama tal y como supuso a él le habría gustado que estuviera: desnuda, anhelante, húmeda y extremadamente sensible.

Estaba ansiosa por sentir de nuevo sus caricias, sus manos, su cuerpo, su boca, cualquier cosa que él tuviera para ofrecerle, quizás se debía a que su cercanía le abrasaba la piel y ahora es cuando se había dado cuenta de que lo necesitaba, de que jamás alguien la había hecho sentir de ésta manera. Esperó a que regresara porque él le había dicho que lo haría y ella confiaba en sus palabras, deseaba verlo de nuevo para ofrecerle su cuerpo y su amor sin reservas para que hiciera lo que deseara con ella, para que la llevara con él, para que la amara sin interrupciones, porque se había dado cuenta de que era suyade que no habían más dudas, quería verlo y besarlo, sentirlo para que abarcara cada centímetro de su ser entre sus grandes manos mientras la besaba con esa misma pasión de cuando la besó por la mañana. Pero Vegeta nunca regresó porque enseguida su madre la despertó y pudo ver que ya había amanecido, él no había regresado esa noche como se lo había dicho.

Tu, mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora