Cabellera rubia

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Al voltear a la misma dirección a la que el rubio le dirigía la voz, te percataste del mismo señor que aparecía detrás de las fotografías que les estaba mostrando la Señora Malfoy. Era un señor tan rubio como Draco. Alto y con una larga cabellera. Un bastón largo y negro. Con una mirada fría que lograba incomodarte sin siquiera voltearte a ver a los ojos. Pero en el momento en el que vio a Draco aproximarse hacia él, dejó sus gestos por un lado y le miró a los ojos casi formando una sonrisa pero al mismo tiempo mostrando un rostro neutral ante la situación.

Draco se colocó a un lado del Señor Malfoy y te hizo algún tipo de señas para que te acercaras a donde ellos se encontraban. Rogabas a cualquier santo o mago que te escuchara para que no te preguntaran sobre tu status de sangre. Pues sabías que esa familia tenía una ligera obsesión por la pureza de la sangre.

Total, te miró con la misma expresión que a Draco, pero esta vez levantó una de sus cejas.

Padre -dice Draco mientras tú y Lucius empiezan a poner en movimiento sus manos para que choquen justamente cuando Draco termina de hablar y después separarlas y regresarlas al lugar donde empezaron su recorrido- ella es ______. _______, él es mi padre.

Un gusto, Señor Malfoy -dijiste nerviosa, pues no sabías cómo referirte a él exactamente-.

Él sólo levantó aún más la ceja que tenía arriba y volteó a ver a su hijo, el cual lo observaba buscando algún tipo de aprobación.

El Señor Malfoy le tomó de un hombro y se lo llevó a otra habitación que no se podía ver desde donde te encontrabas. La Señora Malfoy y tú se quedaron solas en la inmensa sala de estar.

¿Te gustaría terminar de ver todas las fotografías? -pregunta amablemente Narcissa para tratar de romper el hielo-.

Me encantaría -respondiste con una sonrisa, Narcissa también te dedicó una media sonrisa y se dispuso a buscar las fotografías que había colocado sobre una mesa a un par de metros de donde te encontrabas-.

Dejaste caer tu cuerpo en el sofá más cercano a esperar a que la Señora Malfoy volviera de por las fotos para verlas más cómoda. Tardó un poco en llegar.

Perdón por la tardanza -se disculpa Narcissa- mi esposo me ha llamado para preguntarme de un asunto y he tenido que resolver sus dudas.

No hay problema -dices mientras sonreías y cojías un puñado de fotografías que se movían en papel. Aún te parecía simpático que las imágenes en el mundo mágico se movieran-.

La Señora Malfoy había tomado muchísimas fotografías y Draco salía con una diferente pose en cada una. Tú salías igual cada dos fotografías. Suponías que Draco ya estaba acostumbrado a que su madre tomara tantas.

Ya que terminaste de ver todas, observando cada detalle, notas que ambos rubios salen de la habitación donde se habían escondido a hablar.

Que traigan la cena -dice sin más el señor Malfoy- tengo mucha hambre.

De repente, otro elfo que no habías visto antes, apareció por el Comedor, que quedaba a unos pocos metros de donde se encontraban. Revisó que todo estuviera en orden en la mesa para poder subir los planos. Regresó de donde fuera que hubiera salido, y de repente aparecieron cuatro platos. Uno en el final de la mesa, uno al lado izquierdo y dos al lado derecho; pero todos del mismo lado.

Como supusiste, el señor Malfoy tomó el lugar de al final de la mesa, la señora Malfoy tomó su lado izquierdo y Draco el lado derecho, poniéndote a ti lo más alejada de su padre.

Ya que todos tomaron asiento, apareció la comida a lo largo de la mesa donde se encontraban -llegaba hasta medio metro después de donde te encontrabas tú-. Había más cosas para el desayuno que para la cena, lo notaste. Como el señor Malfoy no dijo palabra alguna y empezó a tomar cosas de diferentes platos, la señora Malfoy tomó un par de huevos fritos y Draco también tomó algunas cosas, te dispusiste a tomar un par de pancakes que te quedaban enfrente.

Mientras comían, el señor Malfoy decidió conocerte más haciendo unas preguntas.

¿De dónde eres? -fue la primera pregunta que se le ocurrió-.

Soy de Inglaterra -dijiste con una sonrisa de estar un poco incómoda-.

¿Y tu casa? -dijo esta vez, ignorando tu incomodidad-.

Es Slytherin, igual que yo -dijo Draco dándote la mano y para seguir comiendo-.

El señor Malfoy alzó una ceja para posteriormente seguir comiendo. Sabías que no te ibas a escapar de las preguntas incómodas.

Pasaron los días hasta que por fin iba a ser la fiesta de fin de año de la señora Malfoy. Ésta te acompañó y te compró el vestido más lindo que te habías puesto en tu vida, justo el que siempre habías querido.

Te estabas preparando para ayudar a recibir a los invitados, cuando Draco también entró en su habitación -desde que llegó su padre él se cambiaba de ropa en otra habitación, pero seguían durmiendo juntos- mientras tú no podías alcanzar el cierre de tu vestido.

Llegas a tiempo -dices con una sonrisa y apuntando al cierre-.

Pensé que ya estabas lista -dice Draco hablando con pausas, como admirando tu belleza-.

Aún así, se apresuró a tomar el cierre de tu espalda baja y subirlo con mucha delicadeza. Después tomó tu mano y te dió un par de vueltas frente a él. Al finalizar las vueltas, te deja frente a él y te planta un beso mientras sostiene tu cintura.

Ese lindo momento es interrumpido por el señor Malfoy que abre la puerta sin más, alza una ceja y dice que ya están empezando a llegar los invitados y tenemos que atenderlos para después irse sin más.

Draco te toma de la mano te da otro beso rápido en los labios y salen de la habitación para ir a la puerta principal. Las personas que llegaban no tenían buena pinta para ti.

Le preguntaste a Draco, y él te respondió como si fuera lo más natural y obvio del mundo: son viejos Mortífagos, amigos de mi padre.

Seremos inseparables (Draco y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora