Había pasado una semana desde que le había dicho adiós a Adrián, y no había pasado ni un solo día en que no lo tuviera presente en mi pensamiento, por más que trataba de empujarlo lejos de mi mente, se quedaba ahí, como si estuviera pegado. Y como si el destino hubiese confabulado en mi contra, me lo encontraba a diario, o nos cruzábamos en los pasillos, incluso varias veces en un mismo día, y en cada ocasión yo me limitaba a mirar el piso y el a pasar por mi lado mirándome, pero sin atreverse a hablarme. Y aun no era capaz de romper el hechizo, porque aunque las cosas no tenían futuro con él, quería recordarlo, quería recordar los momentos buenos que había pasado con él, aunque eso solo hiciera que me doliera aún más su perdida.
Esa tarde había ido al departamento de Sebastián, a ver una película en su casa, en un momento mientras, él había ido al baño, me puse a registrar lo que más pude, y entre las cosas que encontré, había un libro, que me recordaron a los de Casia. Pero justo cuando estaba a punto de tomarlo, Sebastián volvió. Algo en mi interior gritaba que ahí estaba todo, ahí estaba la solución a mis problemas y tenía que conseguirlo como fuera.
Llegue a casa ideando uno y mil planes para conseguirlo, desde simplemente pedírselo por curiosidad, hasta sacarlo de su departamento de alguna forma que él no notara.
Sabía que el primer plan era muy poco probable de conseguir, por lo que me quede con la segunda idea. Le daría unos días, e iría a su casa, y lo sacaría.
Comenzó la época de exámenes, lo que me quito tiempo, así que decidí esperar una semana antes de ir por el libro. Tenía menos tiempo, y casi todo el tiempo que pasaba con mis amigos era estudiando, bueno ellos más que nada. Yo hacia el intento de concentrarme, el cual la mayoría de las veces era bastante inútil. Un par de veces Adrián paso cerca de nosotros me dio una larga mirada y luego hablaba un rato con Benjamín. Y cada vez que Benjamín volvía, me trataba de hablar de él, yo recordaba las cosas que me había dicho, y lo evitaba para no saber de él, y hacerme aún más daño.
— ¿Sabes que algún día tendrás que hablar con él, cierto? ―dijo Benjamín cuando nos íbamos.
―Quizás. Aunque es mejor así ―
―El de veras quiere hablar, podrías probar a escucharlo.
―Ahora no tengo tiempo, quizás después ―dije poco antes de marcharme. No tenía ganas de hablar con él, por tres razones, la primera, me había dolido lo que había dicho, segundo, seguía viéndolo hablar y pasar el tiempo con esa chica, y me sentía un poco celosa, y tres, mi orgullo estaba en medio.
Sentía que los días pasaban lentos a ratos, y extremadamente rápidos al siguiente, seguía perfeccionando el plan para quitarle el libro a Sebastián. Y pronto la semana se cumplió, y me dije que ya no podía esperar más. Le dije que tenía ganas de ver una película, para relajarme luego de la semana de exámenes que había tenido, y el acepto gustoso. Como no se llevaba bien con Aylen, le dije que sería mejor que la viéramos en su casa, en lo que estuvo de acuerdo. Me sentía nerviosa, nunca antes había robado nada, pero sabía que esto era necesario, y luego pretendía devolvérselo, me dije tratando de hacerme sentir un poco mejor al respecto.
Casi no preste atención a la película, Sebastián había dejado el libro sobre un estante junto a otros libros. Cuando termino, ya había oscurecido, hablamos un rato, y me ofreció que me quedara ahí, rechace su oferta. Y justo cuando estaba a punto de acércame al estante para guardar el libro en mi bolso, mi teléfono sonó. Me queje mentalmente y saque el móvil, era de un número desconocido. Salí al balcón que tenía y conteste. Sebastián me espero sentado en el sofá.
―Hola, Aria ―dijo una voz que conocía ―Soy Adrián
―Ya lo sé ―respondí con una mezcla de emociones.
―Sé que no quieres hablarme, pero necesito hacerlo, al menos escúchame
―Está bien, pero ahora no puedo
— ¿Dónde estás?
―En casa de Sebastián
―Ah ―dijo de forma cortante. ―Ya veo. Siento haberte molestado.
―Espera ―dije antes que colgara. ―Estoy consiguiendo algo, por eso estoy aquí
―le dije más despacio, sintiendo la repentina necesidad de explicarle que hacia allí. La línea estuvo en silencio unos segundos.
— ¿Entonces me escucharas? Ya sé que ahora no puedes, ¿pero más tarde o mañana?
―Bueno, quizás mañana sea mejor
―Vale, cuídate Aria ―respondió Adrián
— ¿Cómo conseguiste mi número?
―Benjamín, hay algo que debo explicarte, y estaba hablando con el de eso, y me dio tu numero
―Entiendo, cuídate ―dije y colgué el teléfono. Los nervios que sentía se amplificaron, y ahora debía sumarles que me moría de curiosidad por saber aquello que me tenía que decir. Guarde el teléfono en mi bolsillo, y me quede unos segundos mirando hacia la calle, apoyada en la barandilla. Volví a donde Sebastián.
— ¿Todo bien? ―pregunto intrigado
―Sí, todo bien. Era Aylen ―respondí, tratando de darle una sonrisa. ―Ya es tarde, me voy.
―Está bien ―dijo un poco decepcionado. Y caminamos hacia la puerta, cuando ya la tenía abierta, fingí palpar el bolsillo de mi chaqueta.
―Mi teléfono, se me debe haber quedado en el balcón ―dije con fingida sorpresa.
―Lo iré a buscar ―dijo Sebastián, como esperaba que lo hiciera. Apenas se dio vuelta, di un paso hacia el estante, tome el libro lo más rápido y sigilosa que pude. Y corrí fuera del departamento, alcance a subir al ascensor, del que se acaba de bajar una pareja. Comencé a hojear el libro, mientras bajaba, con los nervios a flor de piel, mis manos temblaban, y no era por el frio.
La primera página llamo mi atención, tenía un nombre escrito, como si el libro perteneciera a alguien, pero no era el de Sebastián. Decía Casia. Quise pensar que él se lo hubiera robado, pero sentía que esa no era la verdad. Cuando el ascensor se detuvo,
casi esperaba ver a Sebastián ahí. Pero aun no bajaba, así que corrí a la calle y me subí al primer bus que se detuvo. No sabía a donde iba, pero si tenía claro que debía poner la mayor distancia posible entre él y yo. Me baje cerca de la plaza de la aviación, y comencé a deambular por el parque. Mi teléfono no dejaba de sonar, una llamada tras otra, todas de Sebastián. Seguí mirando el libro, intentando ignorar las llamadas, y centrándome en lo que debía buscar. La insistencia de Sebastián, solo me confirmaba que aquí estaban mis respuestas.
Me senté en una banca, un poco oculta por los árboles y deje el teléfono a mi lado. Comencé a pasar las hojas, una a una buscando algo que sirviera. Sonó la canción que tenía para el resto de las llamadas, era Aylen.
―Hola ¿estás bien? ―pregunto apenas respondí.
―Sí, ¿Por qué?
―Sebastián ha estado llamando, y no sabe dónde estás, parecía molesto. ¿Qué paso?
―Le robe el libro, luego hablamos y te explico todo con más claridad ―dije colgando el teléfono. Alcance a pasar un par de páginas más, con una serie de hechizos que no entendía, y volvió a sonar, era el número del que me había llamado Adrián.
— Estaba con Benjamín y Aylen, y a ella la llamaron y quedo preocupada y te llamo. ¿Estás bien? ―pregunto, parecía preocupado.
―Sí, lo estoy. No te preocupes. ―respondí un poco cortante, porque aunque deseaba abrazarlo, también sabía que las cosas parecían estar mejor así para él. Lo escuche suspirar.
— ¿No sientes nada por mí? ―pregunto de pronto
— ¿Tu si? ―respondí en cambio.
―Si, por eso estoy preocupado, y quiero hablar contigo, y también es por eso que te lo pregunto ―Guarde silencio un momento, las palabras tomando cada vez más peso en mi mente, si sentía algo por mí, sonreí de felicidad. Hasta ese momento no me había dado cuenta de cuanto me preocupaba que el ya no me quisiera.
―Supongo que el silencio otorga, Adiós Aria ―dijo Adrián y colgó. Suspire frustrada, había mal entendido todo, por supuesto que sentía algo por él. Trate de llamarlo, pero no me respondió. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Mire el libro, y limpiándome la cara, seguí buscando.
— ¡Lo encontré! ―exclame para mí misma, emocionada. La página estaba completamente dedicada a cómo realizar un hechizo de voluntad, y en la siguiente como romperlo. Seguí las instrucciones y comencé a recitar las palabras, una y otra vez, según lo indicaba el libro.
Poco a poco comencé a sentir una extraña sensación surgir dentro de mí. Y cuando estaba terminando de decir la oración. Sentí como si hubiesen sacado un peso enorme de mi pecho. Y me sentí libre. Sonreí y comencé a reír de alivio, había funcionado. Lo sabía, porque así lo sentía.
Seguí pasando rápidamente las páginas para encontrar la forma de romper el segundo hechizo. Cuando encontré las páginas, la felicidad me inundo. Ya pronto lograría romper todos los hechizos que me ataban.
Leí la página, de cómo romper un hechizo de olvido. Repetí en voz alta las palabras y los recuerdos comenzaron a agolparse en mi mente, chocando unos con otros, en una seguidilla de memorias, una tras otra, volviendo a mí, el muro desintegrándose, cayendo a pedazos en mi mente. Logre recordar que había pasado esa noche en la fiesta en la que había muerto Litza, en efecto se había caído, pero la causa de la caída había sido Sebastián, mientras me perseguía la empujo en el camino y ella cayo, golpeándose la cabeza. Me sentí un poco aliviada al saber que en realidad no había sido yo, aunque eso no significaba que no hubiera tenido nada de culpa. Saque las páginas, por seguridad, las doble y guarde en mi bolsillo.
Me levante de la banca y comencé a caminar a mi casa, cuando note que se acercaba Sebastián, me puse tensa. Aun sostenía el libro en mis manos.
―Eso es mío ―dijo muy molesto. Mirando hacia el libro.
―Lo sé, solo lo tome prestado. Toma, aunque creo que tampoco es tuyo después de todo. Es de Casia ―Dije tendiéndoselo, pero no lo recibió.
―Eso no te incumbe
— ¿Cómo lo conseguiste? ¿Se lo robaste?
— ¿Cómo tu a mí? No, ella me lo dio.
— ¿Qué? ¿Por qué? ―pregunte, sintiendo un escalofrió bajar por mi columna.
―La conozco desde hace muchísimo tiempo, creo que puedo decir que de toda mi vida
―dijo con una sonrisa extraña. Como si la respuesta estuviera ante mis ojos, y yo fuera una niña tonta, que no era capaz de verlo.
―Supongo que los rompiste ―dijo, no como pregunta, solo afirmando. Asentí.
— ¿Por qué? ¿No crees que éramos felices? ¿Qué todo era simple y bonito? ―su tono era casi desesperado.
— ¿Por qué? Porque no puedes forzar el amor Sebastián, por eso. Porque aunque trate en un momento quererte no puedo, quiero a Adrián. Y aunque nos bloqueaste los recuerdos a los dos, ambos seguimos sintiendo lo mismo. No importa lo que ocurra, si te das cuenta, pase lo que pase, siempre encontramos una forma de reunirnos otra vez. Y tú no puedes romper eso.
―Eso es fantasía. Nosotros debíamos estar juntos, ¿por qué no lo entiendes?
―No Sebastián, nuestros padres decidieron que debíamos estar juntos, no nosotros. Yo no. Además no se trata de buscar lo más simple, se trata de buscar lo que te haga feliz. Y yo nunca podré hacerte feliz. Eres tu quien estaba viviendo la fantasía. Obligándome a actuar como quisieras, pero eso no era real. ―Sebastián guardo silencio por un momento, asimilando mis palabras.
―No me rendiré, buscare otra forma Aria.
―Me da igual lo que hagas, de esa forma nunca serás feliz. Simplemente déjame ir. Y sigue con tu vida.
―No puedo
— ¿Por qué no?
―Desde pequeño me enseñaron eso, que debía arreglar mi pasado. Y a medida que crecía fueron explicándome lo que había ocurrido
— ¿Quién? ―Pero al ver su cara, la respuesta vino sola a mí. La misma persona que le había dado el libro, Casia. Me sentí molesta conmigo por no darme cuenta antes de la similitud en los rasgos. Sebastián tenía la misma nariz y ojos de ella. ―Casia ―dije más afirmando que preguntando.
―Con magia lo único que estas logrando es aferrarte a algo falso, vive tu vida Sebastián. No todo lo que ella dice, es cierto.
―No me rendiré ―fue todo lo que dijo y se fue. Dejándome en el parque con el libro en la mano.
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Hilos De Amor
Romance¿y si tuvieras la oportunidad de tomar otras decisiones, que en el pasado, te hicieron perder a tu amor verdadero? ¿lo harías? Aria es una chica como cualquier otra, pero un día su vida tiene un giro, y cada coincidencia, la lleva a descubrir un tr...