Capítulo 17

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Llegamos a Santiago en la noche, ya había oscurecido, Adrián fue a dejarme a mi departamento, y en el camino le pedí que se quedara, no quería que anduviera por ahí de noche. Acepto, y dijo que dormiría en el sofá. Entramos lo más silenciosamente que pudimos, para no despertar a Aylen. Pero, la puerta de Aylen se abrió a los segundos que entramos.
— ¡Llegaste! ―exclamo, y me dio un abrazo y luego uno a Adrián ― ¿y qué tal estuvieron esas mini vacaciones? ―Cruzamos una mirada de complicidad con Adrián, aun recordaba sus caricias, y mi cuerpo vibro con el pensamiento. Sentí que me sonrojaba y desvié mi mirada al resto del departamento, avergonzada. Adrián se aclaró la garganta, recordando lo mismo que yo.
―Estuvieron maravillosas, fueron lo mejor de mi vida ―dijo, mirándome directamente, como si sus palabras llevaron un segundo significado. Sentí como una sonrisa, se formó en mis labios.
Adrián tomo mi bolso y lo dejo en mi habitación, lo seguimos.

— ¿Y qué tal estuvieron las cosas por aquí? ―le pregunte a Aylen mientras caminábamos.
―Tranquilas, ―dijo, esquivando mi mirada, estaba casi segura que había algo que no me había dicho ―excepto por las insistentes llamadas de Sebastián.
―Oh, cierto. Sebastián ― dije volviendo a la realidad ― ¿tienes la nota? ―Asintió, e indico mi escritorio.
Me acerque a él, y la tome. Dando un suspiro la desdoble: “Aria, creo que las cosas se están saliendo un poco de control, nunca fue mi intención que me odiaras, y creo que es lo que haces ahora. Mi intención no era mala, ¿sabes? Al contrario, es ayudarnos a corregir nuestros errores pasados. Pero dadas como están las cosas, creo que no puedo charlar contigo y hacerte entender eso, y la única forma que tengo es quitando de en medio a Adrián, y creo que sabes a qué me refiero. Si quieres evitarlo, hablaremos. Es tu decisión. Sebastián. “

Me quede en blanco por unos segundos, las palabras repitiéndose una y otra vez en mi mente, quitar de en medio a Adrián, y las imágenes de esa pesadilla comenzaron a repetirse, un terror frio recorrió mi cuerpo, mi pecho apretándose por la angustia, no, no podía dejar que le hicieran daño, incluso si ello significaba mi propia infelicidad.
Mire a Adrián, charlaba con Aylen, ambos riendo de algo que se dijeron, parecía tan tranquilo, en ese fin de semana, había conocido más de él, de lo que nunca creí llegar a conocer, sabía cuál era mi decisión, lo que no sabía era como evitar herir a Adrián. Trague saliva, intentando obligar a bajar al nudo que se había fijado en mi garganta. No había forma de que saliera completamente ileso, pero sabía que tarde o temprano encontraría a otra persona, que lo haría feliz, esperaba que así fuera.
Esa noche, me acosté intranquila, intentando conciliar el sueño, que cada vez me esquivaba más, mientras buscaba la mejor forma de hablar con Sebastián y salvar a Adrián. Pero como pusiera la ecuación, no había forma de que todos saliéramos bien, sin heridas.
Escuche unos pasos en el pasillo, acercándose a mi habitación, fingí estar dormida. La puerta se abrió, y Adrián se deslizo a mi lado. Beso mi frente, y abrí mis ojos.
―Siento despertarte ―dijo su mirada parecía nostálgica.

―No te preocupes

―Es solo que, no sé si ya te lo he dicho, pero te amo y estoy preocupado, hace un rato parecías preocupada, incluso triste… ―dijo, sus palabras desvaneciéndose, como si no supiera como seguir. Reprimí las lágrimas, que sentía que se comenzaban a formar.
―No es nada, supongo que preocupación por lo de Sebastián ―dije, tratando de sonar casual. Y me acerque a él, para poder dormir apoyada en su pecho. ― ¿Puedo?
―pregunte antes de apoyarme.

―Por supuesto que si ―dijo dándome un beso en la cabeza y abrazándome.

Poco antes de quedarme dormida, Adrián ya parecía haberse dormido porque su respiración sonaba más acompasada, no pude evitar hablarle ―Te quiero, pase lo que pase ―dije y me moví para darle un beso. No despertó, pero si medio sonrió en

sueños. Me quede un momento más observándolo dormir, antes de que el cansancio se apoderara de mí, y me durmiera.
Fue una noche de sueños intranquilos, parecían una sucesión de mini sueños, pero con un tema en común, en todos me encontraba sola, y deambulaba por las calles, buscando, y en todos al único que podía encontrar era a Sebastián. Adrián me abrazo durante la madrugada, acercándome a él, fue en ese momento en que los sueños cesaron, y pude dormir un poco más en calma.
Al despertar Adrián me beso y saludo, sonreí disfrutando los últimos momentos que podía pasar así con él, saboreando sus besos y caricias, intentando guardar todo en mi memoria, recordando sus ojos soñolientos cuando aún estaba un poco dormido.
Fue difícil despedirme de él esa mañana, lo deje en la entrada de la universidad, él iba a sus clases y le mentí diciendo que iría a las mías junto a Aylen, pero a mitad de camino, comencé a devolverme.
— ¿A dónde vas? ―pregunto Aylen, sin comprender nada.

―Leíste la nota ¿cierto?

―Si

―No puedo dejar que le haga daño, iré a ver a Sebastián. Si Adrián pregunta, dile que lo siento.
— ¿Estas segura? Quizás se puede encontrar otra solución ―dijo Aylen tratando de darme ánimos. Negué con la cabeza.
―No, no quiero, ni puedo arriesgarme. Nos vemos más tarde ―dije despidiéndome.

Había quedado de encontrarme con Sebastián en el parque de las esculturas, cuando llegue deambule un poco sin ir a ningún lugar específico, hasta que me detuve en el borde a mirar el rio, siempre me calmaba el ruido del agua, me recordaba a los ojos de Adrián. Desvié mis pensamientos con un suspiro, solo lo haría todo más difícil pensar en el ahora.
―Hola, viniste ―dijo Sebastián acercándose a mí, por mi espalda. Su voz sonaba esperanzada.

―Sí, pero no te hagas muchas ilusiones ―dije intentado cortarlo enseguida.

— ¿Por qué no? ―pregunto con una sonrisa, esa era la gran diferencia entre Adrián y Sebastián, él se sabía lindo y tenía cierta arrogancia por lo mismo, sus sonrisas siempre eran de mucha suficiencia, en cambio Adrián no tenía ni idea de cuan lindo era. Di un suspiro de exasperación y puse los ojos en blanco.
―Tienes que dejar esto ―dije, quería irme, quería correr a los brazos de Adrián y quedarme ahí para siempre.
— ¿Por qué? ¿Para que vayas con él? Por qué no lo puedes ver Aria, él no es para ti

— ¿y tú sí? ―pregunte con amargura.

―Sí, así lo habían decidido tus padres, y así debía ser, él era un don nadie.

―Ya, quizás tienes razón, pero ahora no es esa época, las cosas cambiaron ―dije exasperada, comencé a caminar para largarme de ahí, había sido una mala idea ir a tratar de razonar con él.
―Espera ―dijo, di un paso más ―espera Aria. ―Trate de seguir caminando, pero mis piernas no me obedecían. Se acercó a mí, y puso sus manos sobre mis hombros, estaba justo detrás de mí.
―De verdad me importas Aria, y creo que puedo hacerte feliz, si solo me dieras una oportunidad. ¿Al menos intentémoslo? Y si no funciona, te vas con ese idiota.
―No es un idiota ―respondí de forma automática. ―tu no lo entiendes

— ¿Qué es lo que más te molesta de todo esto?

— ¡No quiero hacerle daño! ―dije levantando la voz, Sebastián me soltó y camino unos pasos en círculos, cerca de mí pensando.
— ¿Has oído hablar de la magia? ―pregunto de pronto. Decidí que era mejor, negar todo mi conocimiento al respecto, para así seguir intentando buscar una forma de romper el hechizo que me había puesto.
―No

―Bueno, digamos que es algo así como un poder y que con el puedes conseguir ciertas cosas, que generalmente son muy difíciles o casi imposibles. Hay de distintos tipos, y blah blah blah. Yo creo que si debes saber al menos eso ―Asentí lentamente, no sabía hacia donde estaba yendo la conversación.
— ¿Qué te parece si me das una oportunidad y yo me encargo de que Adrián no sufra ni salga lastimado? ―Me quede sin respuesta, las palabras calando mi mente, era mejor si podía solucionar todo sin hacerle daño, aunque sentía que sería como traicionarlo, era lo mejor, y no siempre la mejor opción podía ser perfecta.
— ¿Cómo? ―pregunte con cautela

―Sencillo, haría un pequeño hechizo, y juro que no le haré daño, saldrá totalmente ileso, pero no sufrirá por ti ―dijo Sebastián sosteniendo mi mirada. Comencé a dudar, pero las últimas palabras habían hecho que a pesar de que la decisión no era simple, me decidiera, no me importaba lo demás, solo quería que él estuviera bien.
— ¿Me prometes que de verdad no le harás daño? ¿Qué estará muy bien? ¿Sin daños colaterales o algo por el estilo?
―Lo prometo ―dijo mirándome a los ojos, y tendió su mano para que la estrechara como si acabáramos de cerrar un trato. Asentí, y tome su mano.
— ¿Sabes? Podría hacer lo mismo contigo, así tampoco sufres por él, digo. Así puedes de verdad, cumplir con tu palabra y tratar de darme una oportunidad…―dijo dejando la idea en el aire. Negué con la cabeza, y recordé su mirada esa misma
mañana, o cuando pase la noche con él en la playa, negué con más vehemencia. No, no podía renunciar a esos recuerdos, a esos momentos de felicidad vividos juntos, si ya no podía estar con él, era lo único que me quedaba.
―Bueno como quieras ―dijo encogiéndose de hombros de forma casual. Me pareció extraño que lo dejara ir con tanta facilidad, por lo que había podido notar, Sebastián no era de esas personas que se dieran por vencido con facilidad, al contrario, por lo general insistía en su idea, hasta conseguirla.
— ¿Y dónde está él ahora? ―pregunto, sacándome de mis pensamientos.
— ¿Por qué? ―pregunte a la defensiva

— Para hacer lo que te prometí, no me tardo más de un minuto ―dijo guiñándome un ojo, y acercándose más a mí, hasta cerrar la distancia entre nosotros, tomo mi mano, y con su otra mano libre, acaricio un costado de mi cara. Quizás en otra vida, me hubiera gustado Sebastián, quizás si Adrián nunca se hubiera cruzado en mi camino, en mi vida, habría sido feliz con él. Pero sabía que eso no podía ser cierto, no ahora que conocía a Adrián, y que había conocido el lado oscuro de Sebastián.
―En clases, debería salir en un rato ―dije, mirando la hora.

―Llámalo, y dile que nos encuentre aquí ―Asentí débilmente, así que así seria, no me dejaría ningún día más con él. Suspire y saque mi teléfono. Aun le quedaban unos minutos de clases, no quería interrumpirlo, por lo que le envié un mensaje diciendo que me encontrara en el parque.
Tras un rato de un silencio, que poco a poco se fue volviendo más y más incómodo, Sebastián rompió el hielo, y comenzó a hablarme, en un principio me mostré reacia, pero poco a poco, y al ver que el tiempo pasaba y que pronto tendría que cumplir con mi parte de darle una oportunidad, me resigne, y la charla no fue tan difícil. Para cuando llego Adrián, teníamos una conversación relativamente animada, y fácilmente podíamos parecer amigos de la vida.
―Hola ―saludo Adrián, cuando me alcanzo, me dio una mirada extraña, como si me preguntara que hacia Sebastián allí, y luego me dio un beso en los labios. Sebastián se aclaró la garganta. Y cuando Adrián lo miro molesto por interrumpir, comenzó a recitar unas oraciones extrañas, repitiendo frases una y otra vez. Me quede congelada, y poco a poco la mirada de Adrián se volvió en blanco, sus ojos se pusieron vidriosos fue entonces que le escuche decir mi nombre a Sebastián entre las palabras que decía. Observaba a Adrián, cuando Sebastián se giró hacia mí, y comenzó a repetir las mismas palabras, y escuche el nombre Adrián una vez, luego escuche una serie de palabras sin sentido, que no podía comprender, y silencio.
Estaba de pie en el parque, a mi lado estaba Sebastián, y al frente un tipo al que no conocía.
―Espérame un momento ―escuche que Sebastián me decía, y se acercó al tipo, parecía que el si lo conocía, cruzo un par de palabras con él, y el chico se fue.

Dejándonos solo a Sebastián y a mí. Me sentía desorientada, como si hubiera olvidado hacer algo importante, observe al tipo marcharse, parecía que había algo en él, pero no sabía que, y cuanto más lo intentaba pensar, sentía que un muro se acrecentaba en mi cerebro, impidiéndome pensar en lo que fuera que tuviera que ver con él.
— ¿Qué ocurrido Sebastián? ―pregunte, sintiéndome extraña.

―Nada, ¿Por qué?

―Es solo que me siento extraña, eso es todo –dije encogiéndome de hombros. Sebastián se acercó y tomo mi mano.
―Y entonces ¿me darás una oportunidad? ―pregunto serio. No entendía porque me preguntaba eso, si no había nadie más, y las cosas con el parecían ir bien.
―Si claro ―respondí. Sonrió, y se acercó con timidez y me beso. El beso se sintió mal, pero tampoco era exactamente imperfecto, le faltaba algo, pero no sabía qué.
Me fue a dejar a mi departamento, pero evite invitarlo a subir, seguía sintiéndome extraña, y sentía que necesitaba un tiempo a solas para pensar y poner en orden mis pensamientos. Cuando llegue arriba, la cara de Aylen me dijo que algo no iba bien.
— ¿Qué? ―pregunte intentando entender por qué me miraba de esa forma.

— ¿Estabas con Sebastián? ―pregunto con voz incrédula.

―Si ¿Por qué? ―dije con un poco de sorpresa.

— ¿En serio? Y ¿Qué hay de Adrián?

— ¿Adrián? ―pregunte. Y el muro volvió a bajar, cerrando mi mente, no podía saber de quién me hablaba ― ¿Quién es él?
La cara de sorpresa de Aylen me sorprendió, y me esforcé aún más por intentar recordar de quien me hablaba, pero no había caso, cada vez que lo intentaba parecía que el muro se hacía más grueso y alto, impidiéndome el paso.
―Es tu novio ―dijo Aylen, mirándome como si estuviese loca.

―pero y ¿Qué hay de Sebastián? ―pregunte aún más extrañada, nada parecía tener lógica, excepto que mientras más intentaba pensar en el asunto, sabía que algo había mal.
―No lo quieres, es complicado de explicar, ¿Cómo no vas a recordar a Adrián?

―Te juro que no puedo, no sé ni quién es.

―Esto no puede ser ―dijo Aylen negando continuamente con la cabeza, se fue a mi habitación, y la seguí. ―No sé dónde tienes tu diario, pero quizás leerlo te ayudara a recordar.
Asentí, pero de pronto parecía que había corrido todo el día, y el cansancio se apodero de mí. Ya era tarde, un día más sin saber quién era ese tipo, no me mataría.
―tal vez mañana, ahora estoy muy cansada, buenas noches Aylen ―dije y comencé a prepararme para dormir.

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