Estaba en el departamento de Casia, me hizo ponerme de pie en el centro de un círculo de velas, y comenzó a recitar un par de palabras, siguiendo las instrucciones del libro. No sentía nada, no me sentía libre, ni distinta. De pronto, se quedó en silencio. Su mirada era extraña, me miro por un par de segundos y luego dijo con voz cansada
―Esta listo
— ¿Eso es todo? ¿Funciono? ―pregunte, un poco escéptica, guardo silencio por un momento, parecía incomoda, desvió la mirada. Comencé a impacientarme ―
¿Y? ―presione.
―Creo que no, era un hechizo para romper otros más débiles ―dijo, esquivando mi mirada.
―Oh ―dije, casi sin sorprenderme, de alguna forma me lo había esperado
―entiendo, gracias de todas formas, y gracias por ayudarme con todo esto.
Camine a Mysore, y cuando estaba entrando saque mi teléfono para llamar a Adrián, pero enseguida lo guarde, estaba sentado en una banca esperándome.
— ¿No tenías clases? ―le pregunte, con una sonrisa. Me alegraba verlo.
―Sí, pero quería verte ―dijo, acercándose para darme un beso. Desvié mi cara, por un momento, lanzando una mirada nerviosa a mí alrededor, aun no me acostumbraba a estar con él en público. Me dio un beso en el borde de los labios, con una media sonrisa. Comprendiendo mi actitud.
―No pasa nada, ¿sabes? Después de todo ya no soy tu ayudante ―dijo, en un tono tranquilo.
―Lo sé ―dije, en un suspiro.
— ¿Cómo te fue? ―pregunto, al tiempo que entrelazaba sus dedos con los míos, y me guiaba lejos de ahí, caminamos un poco de la mano, antes que me atreviera a responder.
―Mal, pero en cierto modo sabía que sería así ―dije con un tono de resignación.
―Se solucionara, lo solucionaremos ―dijo, levantando nuestras manos juntas, y besando la mía. Aun no lograba acostumbrarme a esa chispa de corriente eléctrica corriendo por todo mi cuerpo, cuando el me tocaba. O al calor que sentía embargarme cuando me miraba con esos ojos, de los que estaba tan enamorada desde el primer día.
Mi teléfono comenzó a sonar, ignore las primeras dos llamadas, pero cuando siguió sonando, me vi obligada a ver de quien se trataba. Era Sebastián.
―Hola Aria ―dijo cuándo respondí, de mala gana el teléfono
— ¿Qué quieres? ―pregunté molesta
―Hoy a la noche nos vemos, solo llamaba para recordarte, pasó por tu casa. Hasta más tarde ―dijo y colgó. Desvié mi mirada de Adrián, y ahogue un suspiro.
— ¿Qué dijo? ―pregunto, mirándome a los ojos y sosteniendo mi mirada, le dije, y se quedó pensativo durante un momento, en completo silencio, sumido en sus pensamientos. Sus ojos azules, pareciendo cada vez más profundos.
―Vayámonos ―dijo de pronto.
— ¿Qué?
―Eso, larguémonos de aquí, vayamos de viaje a algún lugar. Hoy mismo, así no tienes que verlo ―
―Eso es una locura ―dije, medio riendo. Aunque me agradaba la idea ― ¿y a dónde iríamos?
―A donde sea, podemos tomar el primer bus que salga, y ese será nuestro destino
―dijo con una sonrisa que me era imposible resistir.
―Eso es completamente impulsivo ¿sabes? No creo que sea la mejor idea ―dije, tratando de convencerlo a él y a mí, ya que aunque no lo reconocía, la idea me había encantado.
— ¿y eso que tiene? Te serviría, así te relajas, y te despreocupas por un par de días de todo esto ―dijo con un brillo travieso en sus ojos.
―No lo sé ―dije dudando, me beso, primero un beso largo y luego un montón de besitos ―está bien, está bien ―dije levantando las manos en rendición, y abrazándolo para besarlo otra vez.
Me tomo de la mano y nos largamos de ahí, caminamos y me pregunto si quería acompañarlo a su departamento a buscar un bolso, para nuestro viaje. Acepte, aunque sabía dónde vivía, nunca antes había entrado en su departamento, sentía que era conocer una parte más de él.
―Siéntete como en tu casa ―dijo, abriendo la puerta de su apartamento, y haciéndose a un lado para dejarme pasar.
Al entrar estaba todo en un relativo orden, al menos no había ropa tirada por todos lados, ni platos sucios. De hecho, en ese momento note que cuando me decía que prefería mantener el orden, comprendí a que se refería. Todo estaba limpio, sobre la mesita había unos cuadernos y guías desordenadas. En el sillón, unos cuantos libros.
Camino a su habitación, no sabía si seguirlo, sentía que era invadir mucho
su privacidad, pero tras dudar unos segundos, lo seguí, y me detuve en la puerta a esperarlo.
Su cama estaba desecha, de la última noche que había pasado ahí, había una pila de libros sobre el velador, así como en su escritorio y en un estante. Me acerque de forma inconsciente al estante, a revisar los títulos. Habían desde novelas clásicas hasta algunas de actualidad, mas varios libros sobre su carrera.
Adrián ordeno rápidamente su cama, y del closet saco un bolso.
— ¿Algún lugar al que desees ir? ―pregunto. Mirando el bolso vacío sobre la cama.
— ¿ah? ―pregunte, perdida. Se rio, ―era para decidir qué tipo de ropa llevar
―explico
―Un poco de ambas ¿y ahí decidimos?
―Buena idea ―dijo y comenzó a guardar las cosas que podría necesitar en nuestra escapada. Me senté con un poco de timidez en el borde de su cama, y después de un rato me deje caer hacia atrás, Adrián sonrió.
Me acosté de lado, en su cama mientras lo observaba guardar sus cosas y ordenar lo que creía necesario. Su almohada tenía su mismo aroma, me sentía como si estuviera abrazándolo. Note que estaba nerviosa, me puse a observar el techo, mientras intentaba encontrar el porqué. La respuesta pronto vino a mí, era porque sabía que en algún momento tendría que solucionar las cosas con Sebastián, y aunque no me atrevía a decirlo en voz alta, también era por el viaje.
Adrián dejo el bolso en el piso y se recostó a mi lado, se puso de costado y afirmo su cabeza en su brazo. Me miraba, me voltee para quedar de frente, uno de los mechones de su despeinado cabello cayeron sobre sus cejas, cuando se inclinó para mirarme a los ojos.
— ¿Qué ocurre? Estas muy callada ―dijo dándome una larga mirada.
―Nada, solo pensaba en si habrá alguna solución a todo ―dije medio sonriendo. Y levante mi brazo para acariciar su cabello, se acercó más a mí. Y paso su brazo alrededor mío, me apoye en su pecho. No era capaz de expresar con palabras como me sentía en sus brazos, esa sensación de seguridad, estabilidad, comprensión, apoyo y amor que sentía con él, era una única, era una conexión que no creí que fuera capaz de sentir alguna vez, era como un hilo unido entre nosotros, conectándonos.
―Te quiero ―susurre. Me abrazo más fuerte, aferrándose a mí, como si no me quisiera dejar ir, y yo hice lo mismo, no quería que me dejara.
―Yo también te quiero Aria ―dijo, acariciándome. Nos quedamos un rato así, charlando. Hasta que recordamos que estábamos huyendo, y nos levantamos para ir a mi apartamento a buscar mis cosas.
Cuando llegamos a mi departamento, me dirigí rápidamente a buscar un bolso, y comencé a guardar lo necesario para el fin de semana. Fui al escritorio y saque un papel, y le deje escrita una nota a Aylen donde le explicaba todo y le pedía que avisara
a Sara que no podría asistir al trabajo. La deje en su habitación y salí tomada de la mano de Adrián. Cuando llegamos al terminal de buses, no sabíamos a donde comprar pasajes. Pero pronto decidimos, que sería más fácil comprar pasajes para el bus que saliera más próximo.
Al final nos terminamos dirigiendo al norte, al subir al bus apague el teléfono, ya que sabía que pronto Sebastián comenzaría a llamar de forma insistente. Nos bajamos en un pueblo al norte, y nos alojamos en una cabañita de dos habitaciones muy cerca de la playa, con vistas al mar.
Dejamos nuestras cosas adentro, Adrián me dejo la habitación “matrimonial” a mí, y él se quedó con el otro cuarto. Tomamos nuestras chaquetas y bajamos a la playa para ver el atardecer y las estrellas aparecer, nos recostamos en la arena y conversamos,
hasta que se hizo tarde, y nos dio frío, hablamos desde nuestra infancia hasta como
nos veíamos en un par de años más. Y mientras más lo conocía, sentía que debía luchar con mayor razón por él. Pasamos a comer, y al llegar a la cabaña, encendí mi
teléfono, tenía un montón de llamadas perdidas de Sebastián y otras tantas de Aylen. Y había dos mensajes, ambos de Aylen también. Leí el primero; “acabo de leer tu nota, no puedo creer que se hayan escapado, pásenlo muy bien, y relájense, no te preocupes por Sara que yo hablo con ella.” Sonreí, y rápidamente le respondí, sin decirle donde estábamos, por si Sebastián le llegaba a preguntar, no quería involucrarla.
Leí el segundo mensaje; “Sebastián paso por aquí, preguntando donde te habías metido, te dejo una nota escrita, no la he leído, pero no creo que sea nada bueno”
Un escalofrió recorrió mi cuerpo, cuando termine de leer. Sí, yo tampoco creía que fuera nada bueno. Le escribí un mensaje de vuelta pidiendo que la leyera, y que en un rato la llamara para que me dijera lo que decía.
Me quede mirando hacia la nada durante un momento, pensando, recapitulando el día, y una sonrisa se formó en mi rostro automáticamente, sobre todo al recordar esa tarde en la playa. De pronto vi pasar a Adrián por fuera de mi cuarto, saliendo del baño, terminando de secar con una toalla su pelo. Cuando vio que estaba en mi habitación, se devolvió y me abrazo por la espalda, besando mi hombro y cuello.
— ¿demasiadas llamadas perdidas? ―pregunto con voz casual.
―Ni siquiera quise contar cuantas de Sebastián, y había un par de mensajes y llamadas de Aylen ―respondí, con una sonrisa.
―Oh, y que dice… ¿todo bien por allá?
―Sí, todo en calma…además eso no importa, dijimos que nos relajaríamos ―le dije, tratando de que se olvidara del tema, quería que se relajara por un momento, que disfrutara y se olvidara del mundo como yo había logrado hacer gracias a él, esa tarde.
―tienes razón ―dijo, con sus labios pegados a mi hombro, su cabello me hacía cosquillas en el cuello. Se alejó un poco y pensando que se iría, comencé a llamar a Aylen. Pero en seguida volvió a abrazarme.
— ¡Aria! ―saludo Aylen con tono emocionado.
— ¿Cómo estás? ―pregunte con el mismo tono.
―Bien, todo bien ¿Qué tal esas mini vacaciones improvisadas? ―pregunto. Me reí, cuando Adrián beso mi cuello, ―Están geniales, no podrían ser mejores.
―respondí, mientras Adrián me daba otro beso.
―Adrián, vamos no me puedo concentrar ―pedí, riéndome, mientras le daba un beso corto.
— ¿Ese es Adrián? Salúdalo de mi parte ―dijo Aylen reprimiendo una risa.
―Aylen te envía saludos ― le dije, y el respondió en voz alta para que se escuchara un saludo. Y se alejó un poco.
―Está bien, está bien, te dejo hablar, iré a ponerme un pijama ― dijo y salió de la habitación.
―Lo siento, por eso ― le dije avergonzada a Aylen.
―No te preocupes, al menos así sé que de verdad lo están pasando bien
―Sí, ¿viste mi último mensaje? ―pregunté.
―Sí. La nota no es muy larga, y bueno, en realidad creo que es mejor que la veas cuando regreses, así ahora te desconectas de todo esto.
— ¿tan mala es?
―No lo sé, solo te digo que quizás sea mejor eso. Es algo así como un consejo ¿vale?
―Está bien, poco antes de partir, te llamo otra vez, para saber cómo va todo y ahí me dices que dice la nota.
―Está bien, ah, oye Benjamín les envía saludos.
— ¿Esta ahí? gracias, mándale un abrazo de mi parte
— ¿y qué tal el lugar?
―Hermoso, tengo una habitación con vista al mar
―me alegro, disfrútenlo, quiero fotos luego.
―Gracias ―respondí, mientras Adrián entraba a la habitación y se detenía detrás de mí, ya que me había movido hacia la ventana, para observar el mar. Me movió para que me sentara al borde de la cama y comenzó a darme un masaje en los hombros.
―Créeme que lo estamos disfrutando, hablamos luego, cuídate mucho
―tu igual, adiós ―se despidió Aylen.
―Sí que has estado tensa ―dijo Adrián, masajeando los nudos que tenía.
―mmm ―respondí, relajándome poco a poco. Cuando termino, me di un delicioso baño caliente y me acosté.
Sentía que hacía tiempo no tenía una noche de sueño tan reparador, de no despertar con sueños o pesadillas, simplemente descansar como había hecho hacía mucho tiempo atrás.
―Hola amor ―me despertó Adrián dándome un beso. Sonreí, aún estaba un poco dormida. Me incline y lo bese de vuelta.
―Hola, ¿Qué hora es? ―pregunte, aun adormilada.
―Es tarde ―dijo con una risita ― ¿Cómo dormiste?
―Muy bien ¿y tú?
―Igual ―respondió con una sonrisa, ―vamos a desayunar
Fue otro día maravilloso, me sentía como si estuviera en el paraíso, salir a pasear, recorrer lugares, y caminar por la orilla de la playa junto a él, era algo realmente perfecto, luego poco antes de atardecer, caminamos a unos el final de la playa y subimos por un acantilado para ver la puesta de sol, desde una especie de mirador.
Fue esplendido, para comenzar la vista era impresionante y muy maravillosa, además estaba de pie, con Adrián abrazándome desde atrás, llenándome de besos y caricias. Cuando todo estaba en diversos tonos naranjas por los últimos rayos del sol, me voltee a verlo, se veía feliz, sus ojos además de hermosos se veían tan azules y profundos como el mar que podía ver debajo de las rocas sobre las que estábamos, y tenían un brillo especial, uno que sabía había visto en otra vida, hacia muchísimo tiempo atrás. Un brillo de amor y felicidad.
Cuando oscureció, bajamos para ir a la playa a caminar, me costó trabajo bajar ya que no se veía mucho, y en un buen par de ocasiones necesite de la ayuda de Adrián, quien me tomaba con firmeza con sus brazos.
Esa noche, me sentía cansada, así que nos acostamos temprano. Poco después de quedarme dormida, comencé a tener un sueño. La diferencia con los anteriores, es que este no era sobre alguna vida pasada, este era de algo que parecía actual. Me veía a mí misma tal cual estaba ahora, y todos los demás estaban en las mismas condiciones.
Mi corazón latía fuerte, Sebastián había matado a Adrián. , me lo había advertido, y yo no había hecho caso, y ahora sentía el peso de mis decisiones. Entre en la habitación, con el corazón en un hilo, latiendo tan fuerte, que parecía que en cualquier momento se detendría por la sobreactividad, me obligue a seguir caminando, acerque mi mano al interruptor de la luz, y fue cuando lo vi, caí de rodillas, llorando y gritando, el corazón completamente destrozado. Adrián yacía en el suelo, con una herida en el corazón, ya no respiraba. Sus ojos azules abiertos ya sin vida. Desperté llorando en silencio, mis manos temblaban, había tenido pesadillas antes, pero nunca una me había afectado tanto. Me levante a tientas y camine hacia la habitación de Adrián, tratando de pisar suavemente, para que las tablas del piso no crujieran.
Necesitaba verlo, comprobar que estaba bien, sano y salvo. En ese momento me prometí a mí misma que haría lo que fuera para asegurarme que estuviera bien. Abrí la puerta despacio, podía ver a Adrián durmiendo boca abajo, su cabeza de lado y un brazo por debajo de la almohada. Respire profundo, mi corazón recién comenzando a desacelerarse, estaba bien. No le había pasado nada. Me quede unos segundos admirándolo, se veía tan lindo ahí durmiendo.
Adrián se movió en sueños y temiendo despertarlo, di un paso atrás, la madera crujió, volví a cerrar la puerta, pero chirrió, cuando la moví. Me quedé quieta.
— ¿Aria? ―pregunto Adrián con voz dormida.
Abrí la puerta, y lo mire, aún estaba un poco dormido. Pero cuando me vio de pie en la puerta, se sentó rápidamente en la cama.
— ¿Estas bien? ¿Amor, paso algo? ―pregunto con voz de preocupación. Entre en la habitación y camine hasta quedar al lado de su cama.
―Sí, estoy bien, está todo bien ―dije, mi voz sonando acongojada.
— ¿Qué ocurrió? ―pregunto, notando que algo me había pasado. Nos conocíamos demasiado bien.
―Fue una pesadilla, eso es todo. No te preocupes. Vuelve a dormir, te quiero ―dije, le di un beso y me fui a mi cama.
Me acosté, y me acurruque, tenía miedo de dormir, no quería volver a ver algo así en mi vida, esa pesadilla, había tocado algo muy profundo en mi corazón, había despertado el peor temor de todos, perderlo. Lagrimas rodaron por mis mejillas. Y entonces escuche unos pasos.
―Hey, fue solo una pesadilla, todo está bien ―dijo, sentándose en el borde la cama. Asentí, tenía miedo de hablar, porque sabía que las lágrimas que estaba reprimiendo no las lograría controlar. Adrián me dio una larga mirada.
— ¿Puedo acostarme aquí? ―pregunto. Volví a asentir. Se acostó a mi lado, y pasó un brazo a mí alrededor, acunándome en su pecho, me aferre a él. Y cuando comenzó a hacerme cariño, rompí a llorar.
―No quiero que te pase nada ―solloce en su pecho.
―Shh, yo estoy bien, estamos bien, tranquila ―dijo acariciándome y llenándome de besos.
―Si te pasa algo, yo, yo no lo soportaría ―las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas.
―tranquila, tranquila…Aria mírame ―dijo, levantando mi mentón con una mano, para que lo mirara.
―Estoy bien, no me ha ocurrido nada, y tampoco me pasara nada. Ni a ti, te voy a cuidar, siempre te protegeré, no permitiré que nada te ocurra―dijo sosteniendo mi mirada. ―tranquila, ¿está bien?
Comencé a calmarme, Adrián tenía ese efecto en mí, mi respiración poco a poco fue ralentizándose, y mis sollozos disminuyendo hasta que me había tranquilizado.
— ¿mejor? ―pregunto, uno vez que me hube calmado.
―Sí, gracias, no sé qué haría sin ti ―dije dándole un beso en la mano. Sonrió y luego bostezo.
―Duerme ―le dije, asintió. Y dudando un poco se comenzó a levantar para irse a su cuarto.
— ¿Adrián? ―pregunte, cuando estaba llegando a la puerta.
— ¿te puedes quedar conmigo? Me siento más tranquila y segura contigo a mi lado
―Sonrió y se acostó a mi lado. Me apoye en su pecho y nos dormimos. Cuando desperté, aun apoyada en su pecho, Adrián acariciaba mi cabello, y espalda.
―Buenos días ―dije sonriéndole. Después de que se quedara, mis miedos de volver a tener una pesadilla se habían desvanecido, me sentía segura en sus brazos, como si nada ni siquiera un par de sueños me pudieran atacar.
―Buenos días ―dijo, con ojos soñolientos. Me incline a darle un beso, lo necesitaba conmigo, si algo me había demostrado esa pesadilla, era la desesperación en que caería sin él, la sensación de vacío consumiéndome como un incendio, rápido y devastador.
Lo bese con más intensidad, intentado apartar la imagen que aún estaba grabada a fuego en mi mente, su cuerpo tendido en el piso, sus ojos azules ya sin vida.
Me apretó contra él, como si también quisiera anular cada milímetro que nos distanciaba, me aferre a él, mientras me tendía de espalda en la cama, y tirándolo hacia mí, al principio pareció dudar, y comenzó a besarme lentamente, casi como si tuviera miedo de romperme, dándome pequeños besos en la cara, y labios, hasta que de pronto sus besos se volvieron más apasionados, paso un brazo por mi espalda, dejando su mano en mi espalda baja, y comenzó a bajar a besar mi cuello, y a subir hasta mis labios, metí mis manos bajo su polera, acariciando su espalda, y sus músculos del abdomen, y pronto comencé a sacársela, se separó de mí solo unos momentos, para pasarla sobre su cabeza y arrojarla a algún lugar de la habitación. Pase mis manos por su cabello, mientras nos besábamos, cada vez intentando con más ansias, cerrar la distancia física entre nosotros.
— ¿Estas segura? ―pregunto, de pronto Adrián, mientras besaba mi cuello. Y se separó un poco para mirarme a los ojos. Aun no lo había pensado, no sabía si estaba lista para entregarme a Adrián, o a cualquiera. Pero me basto una mirada a sus ojos, a su mirada para conocer la respuesta, por supuesto que lo estaba, siempre lo había estado, éramos el uno para el otro. Asentí con seguridad, y nos fundimos entre besos, y caricias, entregándonos al otro.

ESTÁS LEYENDO
Hilos De Amor
Romance¿y si tuvieras la oportunidad de tomar otras decisiones, que en el pasado, te hicieron perder a tu amor verdadero? ¿lo harías? Aria es una chica como cualquier otra, pero un día su vida tiene un giro, y cada coincidencia, la lleva a descubrir un tr...