Madelaine Collins. Una de las chicas más populares de su escuela sin ni siquiera estar al tanto de eso. Era buena y tierna con todos, dispuesta a ayudar hasta a la persona que menos se lo merezca, pero esa era su manera de ocultar el vacío y el dolo...
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—¡¿DÓNDE ESTÁ?! —GRITÓSCOTT. ESTABA CONVERTIDO Y MUY ENOJADO con Derek, gritando que le diga donde estaba Allison.
Hola, yo también me fui con el hombre lobo con cara de asesino que conocieron en el bosque. ¿Te acuerdas de tu mejor amiga?
—Está a salvo. De ti.
Scott rugió aún sin notar mi presencia, que solamente estaba a un par de metros de él. Derek me agarró del brazo cuando escuchamos pisadas cerca de nosotros, y sabíamos muy bien de quiénes se trataba. Cazadores.
Salimos de nuestro escondite y Derek agarró a Scott del cuello de la camisa.
—¿Qué le hiciste? —volvió a rugirle.
—Silencio —murmuré. Él ni siquiera me miró.
—Muy tarde. Ya están aquí. Corre —ordenó Derek.
Los tres intentamos correr lo más lejos que podíamos, pero una flecha en el brazo de Scott, haciendo que quede atrapado en el árbol, nos hizo frenar. Fui por atrás y agarré a uno, golpeándolo en el estómago y luego en la cabeza para dejarlo inconsciente, pero antes él logró clavarme una daga en mi muslo derecho.
Derek me agarró de la cintura sin darme tiempo a sacarme la daga y me obligó a correr, hasta que nos escondimos en una pequeña montaña de tierra. Me dio una mirada antes de sacar la daga.
Odiaba las noches de caza.
—¿Qué eran? —preguntó agitado Scott.
—Cazadores, así que callate y deja de llorar como niñita que aún están por ahí —Scott frunció el ceño y finalmente me miró.
—Nos han cazado por siglos —siguió Derek.
—¿"Nos"? ¡A ti! Tú me hiciste esto —exclamó—. Madelaine, ¿tú también? ¿Por eso esa noche no quisiste venir al bosque? ¿Ni al día siguiente a buscar el inhalador? ¿Estás con él? —inflé mis mejillas sin saber qué decir.
Scott tenía razón.
—Ni siquiera sabía que había otra mujer lobo en Beacon Hills. La acabo de conocer —me defendió Derek, mintiendo.
—No te creo —espetó, mirándome. Apreté mis labios—. Ustedes me hicieron esto.
—¿En serio es tan malo, Scott? —pregunté sin poder evitarlo, pero enseguida me sentí mal.
A veces disfrutaba de mi condición de mujer lobo, pero otras veces lo odiaba, y no era justo que Scott deba pasar por esto. Mi madre y mi abuela me enseñaron que debía estar orgullosa de lo que era, pero Scott no se lo merecía. No merecía sufrir este cambio tan injustamente.