Madelaine Collins. Una de las chicas más populares de su escuela sin ni siquiera estar al tanto de eso. Era buena y tierna con todos, dispuesta a ayudar hasta a la persona que menos se lo merezca, pero esa era su manera de ocultar el vacío y el dolo...
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Omnisciente.
MADELAINE SE QUEJABA EN EL SILLÓNDE LA CASA HALEPOR EL DOLOR que sentía en su antebrazo derecho. Estaba ahí recostada desde la persecución del día anterior, su tío, al lado de ella, sostenía su mano y le quitaba todo el dolor que podía pero a veces no era suficiente. Llevaba horas en el sofá y su brazo empeoraba.
Los dos sabían que necesitaban ayuda, pero ninguno quería pedirla. Su orgullo no lo permitía, ya que sabían quién era la única persona que podía ayudarlos y a ninguno de los dos les apetecía hablar con él.
Derek se levantó de la silla donde estaba sentado y pasó una mano por su cara en signo de desesperación.
"Laura sabría qué hacer" pensó para sí mismo, pero no lo dijo en voz alta. Lo último que necesitaba Madelaine era que le recuerden a su madre muerta.
Besó la frente de su sobrina, quien yacía recostada con los ojos cerrados, su piel estaba pálida y sudada y pequeños espamos se adueñaban de su cuerpo.
—Madelaine, necesito que me ayudes a levantarte —la pelirroja se quejó y entreabrió sus ojos.
—N-no. No quiero, Derek —negó—. No m-me queda m-mucho ti-tiempo. Lo sabemos. No quiero levantarme.
—No voy a quedarme aquí viéndote morir —gruñó él.
Ella sonrió levemente. Ambos sabían que a la chica no le quedaba más de un día. Tal vez dos, con suerte. Y a pesar de que Derek tenía una idea de quién había sido, no sabía qué hacer para ayudarla. No podía solo, así que decidió que tragaría su orgullo e iría a buscar al chico. No iba a dejar morir a su sobrina, a la única familia que le quedaba.
—Pero...
—Pero nada. No voy a dejarte morir. Arriba.
Ella obedeció. Pasó sus brazos por los hombros del chico con él la agarró por la cintura y la enderezó. Luego, la tomó en brazos estilo nupcial y la llevó así hasta su Camaro, donde la acomodó en el asiento del copiloto. Le puso el cinturón y fue hacia el asiento del conductor. Arrancó el auto lo más rápido que pudo y comenzó a manejar hacia la escuela, ya que sabía que era la hora de salida. Con su mano izquierda en el volante y la otra sosteniendo las manos de Madelaine, llegó a su destino, pasándose casi todos los semáforos en rojo y sin darle importancia a los límites de velocidad.
Cuando llegaron, aún faltaban unos minutos para la hora de salida, pero igualmente sacó a la chica del auto y caminó los metros que los separaban del instituto. Ella arrastraba los pies e iba agarrada de los hombros de él, mientras que Derek intentaba no dejarla caer sosteniéndola de la cintura.