XXI

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SABÍA QUE EL DOLOR ME HACÍA HUMANA, ERA EL ÚNICO SENTIMIENTO que evitaba que perdiera el control y atacara a las personas. Pero en ese momento, yo solo podía desear dejar de sentir de una vez por todas. Quería entregarme a mis impulsos y dejar salir a la loba que tenía dentro, que arañaba por salir.

Pero estaba débil. No podía dejar que mi loba salga, no tenía las fuerzas necesarias. Y ella sabía eso y lo estaba disfrutando.

Podía notarlo. Lo notaba en sus ojos, que me miraban divertidos a unos metros de distancia. Su sonrisa burlona me provocaban ganas de abrirle la garganta con los dientes, pero estaba atada de pies y manos, pegada esa pared que cada tanto me electrocutaba.

Estaba vulnerable y herida. Me tenían encerrada en el sótano de mi propia casa, y no podía hacer nada más que soltar pequeños sollozos cuando estaba sola. Había intentado rugir para avisarle a mi tío dónde estaba, pero ella se había adelantado y, con una daga bañada en acónito, me había hecho un corte en la garganta. No era lo suficientemente profundo como para desangrarme, pero sí para evitar que llame a Derek. No podía ni hablar sin que me doliera. Aunque tampoco era como si tuviera ganas de entablar una conversación con la psicópata de Kate Argent.

Apenas elevé mi cabeza cuando la oí entrar. Me habían inyectado en el cuerpo acónito líquido varias veces con la intención de adormecer mis sentidos, y lamentablemente funcionaba. No sentía ni escuchaba nada hasta que no lo tenía enfrente.

La mujer sonrió con desdén.

—¿Descansaste, Madelaine? —me preguntó la mujer.

Quise soltarle un comentario sarcástico, pero no me sentí con fuerzas para hacerlo. Solo quería salir de allí con urgencia, recostarme en mi cama y dormir una eternidad, hasta que todas mis heridas se curen. Las físicas y las emocionales. Quería obligar a Thomas a mirar una serie conmigo mientras comíamos pochoclos, justo como hacíamos antes de que el Alfa apareciera.

Pero no podría volver a hacerlo. Kate Argent estaba loca. Había perdido la poca cordura que le quedaba. Estaba faltando al ridículo código que tenían al cazarme, puesto que yo no le había hecho daño a nadie. Sí, por supuesto que tenía muchas ganas de matar a toda la familia Argent, pero no les había tocado ni un pelo.

Y no, no contaba que haya amenazado a Allison. Además, si Kate me tuviera aquí encerrada por eso también hubieran aparecido Chris e incluso Victoria, pero simplemente era ella con un par de matones, lo que significaba que secuestrarme no había sido un plan familiar. Kate encendió su palo taser y lo colocó sobre mi estómago, electrocutándome. Intenté gritar, pero ese simple acto me dolió.

La segunda vez que me electrocutó, no pude soportarlo y dejé que las lágrimas se deslicen por mis mejillas. Me dolía el cuerpo entero y sabía que no estaba curando. Dejé caer mi cabeza hacia delante, pero Argent me sostuvo del cabello para mirarme a los ojos.

The Liar Wolf [Teen Wolf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora