Capítulo 2

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La ambulancia llegó sobre las cuatro de la mañana a mi casa. Yo por supuesto, no me estaba enterando de nada. Estaba totalmente inconsciente, con mi nariz rota y la sangre saliéndose por cada uno de los poros de mi piel. Si no llega a ser por Salva, creo que podrían haberme encontrado muerta aquella noche en mi casa. Había sufrido una contusión pulmonar debido a las patadas de Giovanni.

Sobre las tres de la mañana, Salva se había dado cuenta de que no estaba con ellos en la fiesta, Sylvana estaba con unas amigas suyas de la facultad y Nicole estaba con un chico de la facultad de Derecho.

—Perdonad, ¿alguien ha visto a Diane? Chica no muy alta, pelo negro, con vestido rojo brillante... ¿alguien?.—Salva siempre se había preocupado por mí y yo creo que cada vez más desde lo que presenció aquel día en el parque. Tenía la certeza de que Giovanni no era trigo limpio y creo, que dada mi situación, estaba en lo cierto.

—La vi hace una media hora, iba a hablar con ella pero un tipo rubio alto se la llevó corriendo.—respondió  el chico que hacía poco más de una hora había intentando entablar una conversación conmigo, pero una conversación que nunca llegó a establecerse.

Salva exasperó. Debía de haberse dado cuenta antes. Y eso pintaba fatal. Fue corriendo a ver a Nicole y Sylvana que dada la urgencia con la que les habló Salva, no dudaron ni un segundo en dejar lo que estaban haciendo e ir corriendo hacia mi casa.

—Salva, ¿Qué esta pasando?—Nicole estaba verdaderamente asustada. No entendía nada. Y no la culpo. Nunca en los cuatro años de relación que llevaba con Giovanni le había contado las amenazas, los malos tratos, los gritos e insultos que recibía constantemente. Estoy segura, que de haberlo sabido, quizás yo ahora no estaría en una camilla en el hospital, donde mi vida dependía totalmente de un tubo de plástico.

—Algo no pinta bien. Estoy seguro. Un chico me ha dicho que vio a Diane irse corriendo de la mano de un tío alto y rubio. Claramente, se refiere a Giovanni.

—Pero vamos a ver, si se refiere a Giovanni, ¿Qué problema hay? De todas formas no sabemos donde están, no se a donde pretendes llegar.—Sylvana, al igual que Nicole, no entendía nada. Tampoco ella estaba al corriente de lo que me pasaba con mi novio.

—Un chico no marcha corriendo de la fiesta con su novia a las tres de la mañana en nochevieja, Sylvana. Y no me fío de ese tío. Algo no va bien, lo presiento. Y son mil y un sitios donde pueden estar, pero algo me dice que Diane está en casa.—Sylvana y Nicole se miraron la una a la otra y se limitaron a callar. Conocían a Salva bastante bien. Sobre todo Sylvana que lo conocía desde hacía mucho más tiempo, y ya que iban juntos a clase, conocía cada una de las inquietudes de Salva, todos sus planes de futuro, sus miedos, todo. Y si Salva decía que allí había gato encerrado, lo creía. Porque si algo debes de saber de Salva, es que puedes confiar 100% en él y que su intuición, pocas veces falla. Además, Salva les contó la situación que había vivido en el parque, de lo más extraña. Que hizo que mis dos amigas comenzaran a moverse incómodas en el asiento trasero del coche.

A los veinte minutos llegaron a mi casa, donde como podréis esperar, se encontraron todo cerrado y las luces apagadas.

—Salva, aquí no va a estar. Se habrán ido a otro sitio de fiesta.—Salva hizo caso omiso a su amiga y miró por la ventana, encendió la linterna del móvil y palideció.

—¡Está ahí, joder! ¡Está ahí! ¡Está tirada en el suelo!—miró a su alrededor y no vio el Seat Ibiza negro de Giovanni.—Su coche no está, eso quiere decir que Giovanni se ha ido. Tenemos que entrar. Buscó en los alrededores a ver si encontraba algo que pudiera forzar la cerradura, pero al ver una enorme piedra, no lo dudo ni un segundo y rompió el ventanal del salón y entró por ahí. Abrió desde dentro la puerta de entrada para que mis amigas pudieran entrar y fue corriendo hacia a mí, donde me encontró con toda la cara cubierta de sangre, la nariz torcida, los ojos amoratados, y sin dar señales de vida. Todo un cuadro.

Sylvana y Nicole emitieron un grito ahogado, se llevaron las manos a la boca y las lágrimas empezaron  a correr por sus pómulos.

—Sylvana, ¡llama a una ambulancia! Venga, ¡rápido!. Nicole, tu quédate con ella, que voy a llamar a la policía.

En menos de quince minutos tenía una ambulancia plantada en frente de mi casa y un coche de la policía con dos agentes hablando con Salva, quien les relató con detalle todo lo que había pasado, incluyendo sus sospechas desde hacía tiempo hacia Giovanni.

Por lo que poco tiempo después, ahí me encontraba, en el hospital, con más visitas que en toda mi vida y yo sin enterarme. Mi madre lloraba desconsolada y mi padre estaba enfadado consigo mismo, porque como todos en un caso de esos, nos maldecimos a nosotros mismos por no haber visto las cosas a tiempo. Al igual que mis amigas, que se sentían inservibles ahí entre todo el cogollo.

—Si somos sus mejores amigas y no nos dimos cuenta. ¿Quién lo habría hecho si no? Si no fuese por Salva,estaría muerta.Me siento tan mal, nunca pensé que Diane lo pudiera estar pasando mal con Gio, siempre la vi tan bien, y nunca me dijo nada...Además la conozco desde hace muchos años, ¿cómo no supe darme cuenta? ¿Tan mala amiga soy?—Salva la abrazó mientras mi amiga lloraba desconsoladamente mientras me observaban, como yacía en esa camilla sin enterarme absolutamente de nada. De Giovanni, no se sabía nada. No había vuelto a dar señales de vida.

Pasaron los días y yo seguía teniendo visitas, de amigos cercanos, de vecinos, de toda mi familia; incluso de mi primo que estaba estudiando en Australia, había venido desde tan lejos para verme. Mis amigos, Sylvana, Nicole, Salva ni tampoco Manu, me abandonaron en todos esos días que llevaba allí ingresada, se pasaban desde bien pronto por la mañana hasta entrada la noche y casi los tenían que sacar a rastras para que se fueran a sus casas. Hacían turnos para comer, pero nunca me dejaban sola. Ni mis padres tampoco, mi padre se había pedido una baja laboral y mi madre que no trabaja nunca, hacía vida en el hospital. Y yo seguía sin despertar. Habían pasado casi dos semanas, y seguía conectada a la única vía que tenía de vida. Lo bueno de todo eso era que claramente no sentía ningún tipo de dolor, por una vez en tantos años me sentía con paz, sin dolores de cabeza ocasionados por las continuas discusiones que tenía con Gio, o los repetidos ataques de ansiedad que me daban cada vez que me amenazaba. Sin embargo, las personas de mi alrededor si que sufrían. Sufría mi madre, mi padre, mis amigos, mis compañeros de facultad, mis vecinos, el resto de mi familia, hasta mi precioso husky, Black, sufría por mi ausencia. Y no había decidido ponerle ese nombre porque fuera negro, sino todo lo contrario, era un precioso husky gris con gran pelaje de color blanco. Pero se lo había puesto en honor a uno de mis personajes de Harry Potter preferidos, Sirius Black. Sonará muy friki y todo lo que queráis, pero realmente me hacía ilusión tener un perro cuyo nombre se refiriese a uno de los personajes de mi saga favorita.

Tanta era la paz que sentía, que mi cuerpo no quería despertar, estaba a gusto, como si estuviera en una cama de dos metros para mi sola en las Maldivas. Pero claro, ni eso era una cama enorme ni estaba en las Maldivas. El colchón del hospital era estable, ni cómodo ni incómodo; estable. No sé como se llama a esa fuerza que debe de ser divina, que te entra por el cuerpo y te dice "sigamos luchando" "todavía queda mucho por vivir" "si no luchas por ti, al menos lucha por ellos". Estaba luchando entre la vida y la muerte y el hilo que sostenía esos dos extremos era tan fino que con cualquier cosa se podría romper. Era tan fácil como permitir a mi cuerpo que mi corazón dejara de latir y se fuera para el otro mundo, pero como si fuera magia, un brote de adrenalina pasó por mi cuerpo y desperté. Después de dos largas semanas sin abrir los ojos, alimentándome por un tubo, desperté. Y vi los rostros de las personas más importantes de mi vida, que me cogían la mano, me abrazaban y no paraban de comerme a besos. Supe que había sido buena idea vencer a mi mente y a mi cuerpo y hacer caso a mi corazón y luchar por vivir, pero realmente no tenía ni la más remota idea de que eso solamente había sido el principio de algo que posiblemente jamás pudiera tener fin.

Cuestión de prioridades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora