Capitulo 20

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—Está claro que quien haya hecho esto ha querido esforzarse mucho en que nadie sepa quién es. Por suerte nuestro equipo es realmente bueno en esto y la forense dará en nada con la identidad de la víctima. ¡Amoniaco a nosotros! ¡Bah! ¿Se creen que somos tontos o qué?—El policía suspira y se sienta agotado en la silla de su oficina. Abre el informe de la víctima a la que acababan de encontrar y observa las fotos con detenimiento. Son realmente aterradoras. La cara de la víctima estaba completamente desfigurada.
—Señor. Me temo que es imposible conseguir huellas dactilares del autor o de algún sospechoso. El cuerpo está rociado de amoniaco hasta que el autor acabó con el bote. Apesta.—Un nuevo policía entra en el despacho del primero y le comenta la noticia a su compañero. Las cosas no estaban siendo fáciles en ese caso.
—¿Alguna pista? ¿Alguna casa cerca? Por esa zona tendría que ser alguien que estuviera en las cabañas que hay por allí. y allí habrá huellas. Eso o han movido el cuerpo hasta allí.
—No señor. Las cabañas están bastante alejadas del lago donde lo encontramos. La más cercana está inhabitada.
—Registrarla. Esa y las demás por muy alejadas que estén. Tenemos que conseguir pistas. Y pide a la forense y al equipo que por favor, den con la identidad de la persona. Su familia tendrá derecho a saber lo que ha pasado.
—De acuerdo, jefe.

—¡Espera!—El compañero de éste se giró.—Cuando registres las cabañas atento al suelo. Seguro que ha dejado huellas de su vehículo.—Su compañero asintió y salió escopetado por la puerta. No había tiempo que perder.

El policía Messina, agobiado, resopla buscando los datos que tienen sobre el caso, prácticamente nada. Sólo saben que de manera anónima han avisado de que había un cadáver en el lago. Fueron varios hombres del Cuerpo Nacional de la Guardia Civil los que tras atender la llamada e ir hasta el lugar, dieron con el cadáver del chico. Sin la identidad no podrían hacer mucho, todo dependía de las pruebas que encontraran y el trabajo que hiciera la forense, su compañera Michaela. La mejor forense e inspectora de toda Italia.

A pocos kilómetros de allí, Salva estaba nervioso. Por fin había llegado el día de las oposiciones. Pese a todo lo acontecido en los dos últimos días, hoy había llegado el momento. El gran momento que tanto tiempo llevaba esperando. Tras meses y meses de estudio hoy le tocaba demostrar en varias hojas de papel que él era el candidato perfecto para ejercer como nuevo policía por Italia, le tocase donde le tocase. Sin embargo, los nervios se apoderaban de él. ¿Y si realmente no estaba preparado? ¿Y si lo que había pasado con Diane le afectaba? Cierto es que había dormido muy poco en estos últimos días y no quería que fuera eso precisamente lo que le pasara factura. ¿Y si se bloqueaba? ¿Y si la imagen del cuerpo de Giovanni no le permitía concentrarse? Salva sacude la cabeza. Dejando a un lado los peros, suspira. Tiene que concentrarse, ahora mismo solo importa el examen. La maldita prueba escrita donde dejaría claro que valía para ello. Además, ya se había examinado de la prueba física, prueba en la que obtuvo una de las puntuaciones más altas, por lo que cagarla en la escrita no entraba dentro de sus planes.

Salva empieza a agobiarse. Ahí debía haber miles y miles de personas. ¿Cómo conseguir ser uno de los afortunados? Salva vuelve a suspirar. Cierra los ojos y coge aire. Está preparado para ello. Está seguro de ello. Mira su reloj. Aunque todavía quedan veinte minutos para el inicio de la prueba, decide ir entrando y esperar a que lo llamen por su nombre.

Tras deambular por el pasillo, tras esos veinte minutos que a Salva se le hicieron eternos, llega el deseado momento, y los nervios empiezan a florecer de nuevo en su interior. Llaman a miles de personas una y otra vez hasta que mencionan su nombre y camina recto hasta coger un sitio. Minutos después, una mujer de mediana edad da comienzo al examen que duraría una sola hora.

Por otro lado, Nicole, Sylvana, Manu y Skye seguían juntos. Pero esta vez Chiara no los había abandonado. Desde que la encontraron, Chiara no quiso dejarlos solos bajo ningún concepto. ¿Cómo iba a dejarlos ir después de lo que había visto? Sabía de sobra que el cuerpo era el de Giovanni. Podía ir a la policía y hacer que los encarcelaran a todos. Sin embargo, ella no quería eso. Su venganza iba más allá. Estaba dispuesta a acabar con la vida de al menos uno de ellos, y más tarde, se encargaría de Diane. Otra a la que le gustaría verla muerta. Ella siempre había sido el obstáculo para que su relación con Giovanni no fuera viento en popa nunca, puesto que Giovanni jamás fue capaz de olvidarla. Y eso a ella la reconcomía por dentro. No quería que la situación se le fuera de las manos como le pasó de joven con su psicólogo William Krause. Quería que todo fuera sutil, que pasara desapercibida, sin que nadie sospechase de ella y volver a casa junto a Alessio, el hermano mayor de Sylvana; como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, eso ya no le iba a ser fácil. ¿Qué excusa le iba a poner a Alessio? Llevaba dos días sin cogerle el teléfono. Cierto es que ella había aprovechado la ocasión de que su marido estaba en un viaje de trabajo para irse con Giovanni y con Kuyng.

Cuestión de prioridades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora