Capítulo 7. Harvey.

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Yo no sabía que hacer, pero sabía que quedarme allí parado no era la mejor opción. Corrí por la calle paralela para que el hombre de negro no me viera y así poder salir en busca de Diane. Corrí dando bandazos por la estrecha calle, dejando atrás las miradas perplejas de la gente.

—¡Hey! ¡A ver si tienes más cuidado por donde vas imbécil!

—¡Mira por donde andas!

—¡Ten cuidado, tío!

La gente me maldecía cuando casi me chocaba con ellos e incluso los apartaba de golpe. Pero me daba igual lo que dijeran y lo que pensaran. Nada era más importante que salvar a Diane de aquel aterrador sueño que estaba viviendo. Era una auténtica pesadilla. No querría estar en su lugar. Podía sentir las lágrimas ardientes resbalando por su mejilla y el corazón a punto de salírsele del pecho. Tenía que hacer algo. Tenía que salvarla. No podía dejar que eso sucediese.

Seguí corriendo y corriendo, hasta salir al final de la calle y observar a escondidas como aquel chico la obligaba a caminar con una navaja en la espalda. El hombre de negro miraba a todos los lados, para no ser descubierto. No fuera que cualquier persona se diera cuenta y llamara a la policía. Me posicioné detrás de un contenedor de basura. Intenté no vomitar de las náuseas que me generaba estar detrás del cubo de residuos orgánicos, pero no tenía otro sitio donde pudiera ponerme tan cerca para ver lo que ocurría sin ser visto. No quería correr el riesgo de que le pasara algo. Quería creer que no sería capaz de clavarle la navaja y que me había amenazado para que no hiciera nada. Pero yo no sabía quien era ese tío y dado que llevaba un pasamontañas no pude verle la cara bien, ni siquiera la mirada de sus ojos. Podía tratarse de un secuestrador que acabaría pidiendo dinero a cambio de Diane, o quizás fuera un psicópata perdido. Quizás fuera un asesino en serie, aunque si lo fuera, no entendía el por qué de todo ese teatro. El asesino en serie mata por el ansia que tiene de matar, suele buscar a las víctimas con características iguales o similares, por lo que a lo mejor había visto en Diane algo que le gustara o le sirviera para ello. Así, si se trataba de un asesino en serie posiblemente no dudaría en usar la navaja más tarde o más temprano.

Intentaba recordar todo lo que había aprendido sobre crímenes y asesinatos, gracias a mi amigo Ryan, quien siempre estuvo obsesionado con las películas y los libros de misterio. Un fan número uno del inolvidable Sherlock Holmes. Sin embargo, mi mente no daba para más. Era el único que sabía lo que sucedía y apenas pasaba mucha gente por esa zona, tampoco quería arriesgarme a contárselo a nadie, llegando a crear un escándalo y temer por las consecuencias el resto de mi vida. Nunca había tenido tanta responsabilidad como en aquel instante. Joder, la vida de una persona estaba en mis manos y sólo estaba yo para acabar con eso. Las neuronas debían de estar corriendo a lo loco de un lugar a otro sin sentido, porque era tan intenso mi nerviosismo que no lograba pensar con claridad. Quería estar atento a todos los pasos que diera el hombre, observar a mi alrededor por si algo me podía ser útil y por otro lado, pensar y buscar solución a lo que estaba pasando ya que por mi mente sólo corrían tres palabras. Salvar a Diane, salvar a Diane, salvar a Diane. Lo repetía una y otra vez y cuánto más lo repetía más seguro estaba de que o actuaba rápido o iba a lamentar la pérdida de una chica inocente el resto de mi vida.  La conociese o no, tenía que salvarla. Nadie se merece que le hagan daño, excepto los cuatro gilipollas de turno que te encuentras a veces, a esos un escarmiento de vez en cuando nunca les viene mal. Pero Diane es buena persona, en las casi dos horas que había estado con ella, me había dado cuenta de que era una persona divertida, agradable, muy cercana con las personas, alguien de fiar, y tenía una sonrisa preciosa. Oírla hablar de su pasión por su trabajo y por su gran sueño de recorrer el mundo con los ojos brillantes me hizo entender que era una gran persona y que no sería capaz de hacer daño a una mosca. Tenía que hacer algo. E inmediatamente. Tenía el corazón en la garganta y en vez de oír pum pum pum sentía como el corazón hacía tic tac tic tac tic tac. Sabía que el tiempo se me agotaba si no hacía algo rápido.

Cuestión de prioridades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora