Capítulo 11

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Nada más llegar y conseguir aparcar el coche de Manu en la calle pararela al apartamento que había reservado Diane para esos cuatro días, los cuatro salen disparados hacía allí sin mirar atrás. Manu ni siquiera comprueba que ha cerrado bien el coche, tampoco está seguro de haberlo hecho. Pero eso ya da igual, el tiempo corre, y su amiga es lo primero. Si la policía tenía datos de una posible desaparición de su amiga Diane, aquello no pintaba nada bien. ¿Qué es lo que había pasado? Todos estaban muy desconcertados y no sabían ni que pensar. Nicole se ponía en lo peor. ¿Y si la habían secuestrado? ¿Violado? ¿Maltratado? Se asusta al pensar en las miles de noticias que ha leído en los periódicos, en internet o en las noticias de la uno o en la cadena de noticias 24; se estremece al pensar el alto número de víctimas mortales por violencia de género que hay hoy en día. Ese pensamiento le produce ganas de vomitar. No puede ponerse en lo peor. En casos como este donde todavía nadie sabe nada, hay que intentar mantener la calma y ser optimista. Aunque las circunstancias digan lo contrario. Tiempo al tiempo.

—Nicole, ¿estás bien?—Nicole nota como la mano de su amiga Sylvana se posa sobre su espalda. Ambas dejan de correr y los chicos que iban pocos metros por delante, se paran al no oír el ruido de las pisadas de sus amigas detrás de ellos. Retroceden, donde ven a Nicole agachada apoyada en sus rodillas intentando coger aire.

—Sí, si. Tranquila. Es sólo que no estoy acostumbrada a hacer sprints. Hace muchos meses que no hago nada de ejercicio.

—Nada de meses, años. Habrá que ponerse al día, tía. Pero ahora hay que seguir. No podemos perder nada de tiempo. Esto no pinta muy bien.—Salva era el que más nervioso estaba de todos, ya no sólo por ser el más activo de todos los del grupo, sino que su preocupación por saber donde estaba Diane era insoportable. Quería respuestas. Necesitaba respuestas. ¡Y las tenía que tener ya! La arcada que le dio a Nicole le sacó de sus pensamientos.

—Creo que voy a vomitar—Nicole sin poder aguantarlo, escupe todo lo que lleva dentro en medio de la calle. El esfuerzo de correr y la preocupación han podido con ella.

—¡Joder que asco!—Manu se tapa la boca con la manga de su sudadera y se aleja un poco de su amiga. —¡Eh chicos! ¿No es ahí? ¿No es ese el apartamento que cogió Diane?—Todos asienten. El apartamento Da Vinci no es que por fuera llamase mucho la atención, pero por dentro era un lugar muy moderno y acogedor en tonos grises, arenas y negros.

Cuando llegan a recepción piden una llave de la habitación, pero la recepcionista les niega el acceso puesto que la policía ha registrado la habitación y no quiere que nadie entre, ya que todo aquello ahora son posibles pistas que les pueden conducir hasta Diane.

Sin embargo, Salva insiste. Como futuro policía, quiere entrar a registrar el lugar de su amiga y aunque sabe que no le van a dejar, por intentarlo, no pierde nada.

—Mire, lo siento, yo no puedo hacer nada. Son órdenes de los agentes. Y yo contra eso, no puedo hacer nada.—la recepcionista que le contesta a Salva es un mujer de casi sesenta años y de pelo gris, que se notaba que su pelo no había sido teñido en la vida, o al menos, no muchas veces. Salva la mira resignado. ¿Y ahora qué? Quiere ser de ayuda, quiere ayudar a encontrarla. No se siente a gusto estando de brazos cruzados mientras los policías son los que trabajan sobre el asunto. ¡El también iba a ser un policía, y estaba seguro que iba a dársele bien, ya desde bien pequeño soñaba con serlo! La mujer canosa lo mira una vez más y poniendo morros le dice—Ve a hablar con los policías, quizás ellos te dejen, pero yo aquí ahora mismo no mando, entiéndelo jovencito.

Salva se marcha tras darle un gracias en voz baja y se dirige a dos agentes que están charlando en el hall del hotel.

—Perdonen, me gustaría hablar un momento con ustedes.—Los policías dejan de hablar y lo miran con el ceño fruncido.

Cuestión de prioridades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora