Capítulo 4

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El proceso de mi recuperación estaba yendo genial y mi autoestima aumentaba cada día más. Las terapias me habían ayudado mucho y tras varios meses, estaba decidida a seguir con mi vida y replantearme un nuevo futuro.

Sin embargo, tras estar estos meses viviendo en casa de mi madre, el primer día que pisé la mía, me entró un dolor desgarrador en el pecho. Sentía como me faltaba el aire y comenzaba a hiperventilar. Por mi mente navegaban miles y miles de recuerdos en cada rincón de esa casa, tanto los buenos como los malos, pero pesaban tanto los malos que no me creía capaz de soportarlo. Era como si de un momento a otro el techo se me fuese a caer encima y mirara donde mirara, no había una sola habitación donde no hubiera algo de terror.

—Cielo, creo que es el momento de que cambies de hogar. No me parece una buena idea que te quedes aquí después de todo. Además, Giovanni sabría donde encontrarte y me quedo mucho más tranquila sabiendo que no conoce tu nueva dirección.—Mi madre, como apoyo incondicional que siempre era, no me había abandonado ni un sólo segundo durante mi recuperación, incluso se había ofrecido a acompañarme a algunas terapias, opción que yo rechacé porque sentía que eso era algo a lo que tenía que hacer frente yo sola. Y con la presencia de mi madre, no me iba a ser fácil expresarme con naturalidad y claridad ante el grupo de apoyo. Las terapias de grupo te ayudan un montón, cuando llegas allí el primer día, parece que te va a comer el mundo y que no vas a ser capaz de pronunciar ni un mismísimo "buenos días", pero al ser consciente de que esa gente que te está escuchando ha pasado por situaciones parecidas a la tuya, tu historia ya no te parece tan abrumadora y te sientes con todas las fuerzas del mundo para contar paso por paso todo lo que te ha pasado. Es una sensación de libertad total.

—Me encanta esta casa. Siempre soñé con vivir en una, y te juro que me da mucha pena tener que abandonarla, pero no me veo con fuerzas para vivir yo sola aquí.—Miro a mi madre, que me sonríe y me acaricia suavemente los pómulos y me da un beso en la frente.

—Te entiendo perfectamente. Pero es hora de cambiar de vida y eso implica un cambio de hogar. Además, ¿qué ibas a hacer tu sola con tres habitaciones? ¡Si ya cuando vivías con el idiota ese se os quedaba la casa enorme!—Esbozo una sonrisa ante la ocurrencia de mi madre de llamar a Giovanni de esa forma, pero en realidad tenía toda la razón, a Giovanni lo podías llamar de todas las formas posibles, que cualquier adjetivo que usaras para definirlo iba a quedarse corto.

Mi madre me ayudó a recoger todas las cosas de la casa y llevar a cabo la mudanza. Mi padre antes de saber a ciencia cierta que ya estaba lo emocionalmente preparada para vivir yo sola, comenzó a mirar apartamentos o pisos alejados de la zona en la que vivía hasta el momento. Por lo que encontró un precioso apartamento en un pueblo costero a pocos kilómetros del centro de Génova, del cual acabé perdidamente enamorada. Un tercer piso con inmensa luz, con dos habitaciones y una pequeña cocina. Lo que más me gustó fue el diseño del salón, que era la habitación más grande de la casa y estaba diseñado con un toque muy moderno. Tenía una pared de piedra en tonos marrones y el resto de paredes estaba pintada de un color arena claro muy suave. Pero lo que verdaderamente me tenía enamorada, era el precioso balcón desde donde podía ver el mar. Una auténtica maravilla. Y si bien el apartamento no era muy grande, era perfecto para que yo viviera sola, y referente al interior, era un hogar muy acogedor. Me olvidé completamente de mi anterior casa, estaba tan feliz con el nuevo apartamento que no dudé en ir deshaciéndome de la cantidad de cajas que tenía por delante.

Pasaron los días y los meses y después de ese tiempo, mi vida había vuelto a florecer. Con el trabajo cada vez estaba más contenta, porque me asignaron como la mejor guía turística de Italia y aunque no gano ningún premio por eso, supone para mí una gran satisfacción personal. Por otro lado, Nicole y Sylvana venían muy a menudo por casa, concretamente los viernes, en los que nos preparábamos juntas la cena y de vez en cuando salíamos de fiesta, o a algún pub a tomar algo. Incluso si llovía y no nos apetecía salir, nos quedábamos viendo una película con manta y palomitas, algo a lo que a veces se apuntaban Manu y Salva.

Cuestión de prioridades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora