En multimedia: James Arthur & Anne-Marie // Rewrite the Stars.
(Foto de Ortega Maryluna)
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—¿Qué haces aquí?
Es la pregunta más estúpida que puedo hacer, puesto que sé perfectamente qué hace aquí y se supone que yo necesitaba hablar con él. Pero ¿cómo hablar con él si estoy más confundida que un borracho en plena discoteca buscando a sus amigos entre la multitud? Me siento en la orilla de la cama, lo más lejos de él que me es posible y me entra la depresión instantánea. Es la primera ocasión en toda nuestras vidas que un encuentro es tan silencioso y tenso.
Él se pone de pie y abandona la silla de la cómoda para encender la luz y sentarse justo a mi lado, por inercia me separo unos centímetros y hago el esfuerzo de mantener la distancia, un poco al menos, sin embargo su mano vuela hasta mi brazo y detiene el movimiento de mi cuerpo alejándome de la distancia que tanto necesito.
—¿Quieres hablar primero o lo hago yo? —Su pregunta me hace reflexionar rápidamente los últimos acontecimientos, sobre todo mi conversación con Donna, me había quedado muy claro lo mucho que ama a Sam, me recordó nuestra promesa y que esta serie de eventualidades quizás solo es una confusión. No voy a poner en riesgo mi amistad con este chico increíble por unos... ¿celos? ¿confusión? ¿amor? Ignoro a profundidad a qué se debe tanto enredo interno, lo que sí sé es que esta incomodidad que se ha apoderado de nosotros en los últimos días se termina hoy.
—Quiero hablar yo —me adelanto poniéndome de pie y recuperando el control de mi cuerpo, de mi mente y mis emociones.
—De acuerdo.
—¿Qué nos está pasando, Sam? ¿Por qué de pronto todo estaba completamente normal y en cuanto pones un pie en Miami las cosas se salen de control. Nos hemos enfadado por cosas que antes no nos habrían importado y nos estamos comportando de una manera tan alejada a la versión antigua de nosotros dos... juntos, risas, momentos, confianza, respeto... amistad.
Sí, he dicho una palabra que quizás desate la distancia definitiva o la mejoría de nuestra relación. ¿Distancia? Sé que puede sonar exagerado, que la mayoría de las personas suelen decir que no hay amigos verdaderos, que lo que existe es una combinación de intereses en común que te unen a alguien más y, a pesar de que lo he escuchado cientos de veces, me rehúso a pensar así. Sam Baker y yo tal vez no compartimos el mismo ADN, y puede ser que algunos intereses estén de por medio, mentirosa no soy, pero compartimos lo más íntimo que dos personas pueden compartir: nuestras almas.
Por absolutamente nada en este mundo me alejaría de él, ni siquiera creando un panorama en el que termino descubriendo que estoy perdidamente enamorada hasta de sus huesos lo haría, porque mi vida sin él simplemente no tendría sentido. No lo digo por dramatismo, todas las personas que aparecen en nuestras vidas tienen un motivo, una razón, soy fiel creyente de que Dios, la suerte, la vida, el universo e incluso el mismo dios de los unicornios conspiran y labran el destino de todos, nada ocurre por casualidad, todo tiene una razón de ser, pero, existen seres que te marcan más allá de lo cósmico, que calan tu piel por la eternidad como un tatuaje, que llegan para quedarse y jamás marcharse. Y sin duda, esa persona en mi vida es Samir.