En multimedia: SHAWN MENDES - PERFECTLY WRONG.
(Foto de zineray )
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—¡Mamá! —me quejo dando brincos de un lado a otro—. ¡Mi teléfono!
—Lo siento hija, es que tu padre y yo ya no podemos seguir ignorando lo que está ocurriendo.
—No está pasando nada, mamá. Déjenme tranquila —grito exasperada.
—Misty...
—Mamá, vete por favor.
Mi madre niega con su cabeza decepcionada y cumple mi capricho. Cuento hasta cinco en voz alta y meto mi mano tan rápido en el retrete que cuando saco el teléfono sale volando por los aires.
<<Perfecto Misty>>
Nada podría salirme peor. Es como si la vida, el destino o el universo quisieran impedir a toda costa que Sam y yo aclaremos esto. Miro mi teléfono por varios minutos tirado en el suelo, tiene la pantalla negra y me temo que ha muerto. Con un poco de esperanza lo tomo con una toalla y espero pacientemente a que se seque, sin embargo al intentar encenderlo, no lo consigo y sí, ha fallecido. ¿Qué más podría pasarme?
Suspiro derrotada. Las palabras que he leído me han puesto alterada, no puedo continuar con mi vida sabiendo que había diez mensajes de texto esperando por mí con una verdad que dudo mucho Sam me quiera decir después del circo privado que armamos en el hotel. Camino hasta la ventana y espero paciente a que Sam regrese a su casa, pero ¿qué haré cuando lo haga? ¿Saldré corriendo a pedirle una explicación?
Sofocada y a punto de un colapso decido tomar una ducha y tratar de relajarme lo más que pueda o explotaré. Al salir me visto con ropa decente y me paso buen rato cepillando mi cabello. Miro mi teléfono otro tanto con la esperanza de que resucite, mas no lo hace.
Me paso las manos por la cara, por el pelo y estiro mis brazos, entre más tiempo pasa, más desesperada me siento. Me hago un ovillo en la cama y cierro mis ojos con la ilusión de que al abrirlos las cosas serán como hace dos semanas, la vida volverá a ser sencilla, tendré a mi amigo de vuelta sin nada que ocultar, sin nada que confesar, sin nada por lo cual sentirnos abatidos, preocupados y hasta tener pensamientos erróneos el uno sobre el otro o quizás no. Ya no sé ni lo que pienso.
No salgo de mi habitación en todo el día. No como, y si alguien me está llamando continuará escuchando el buzón de voz, porque, a pesar de que daría la mitad de mi vida por leer los mensajes mi ánimo está tan decaído que incluso respirar se me presenta con dificultades. No puedo evitar pensar que de alguna u otra manera, con distancia o sin ella, hablándolo o ignorándolo, siendo maduros o dos chiquillos sin rumbo hay un hecho irrefutable. Sam y Misty, Misty y Sam no podrán recuperarse jamás de este terremoto que ninguno de los dos miró venir.