Capítulo 18: Sí.

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En multimedia: Clean Bandit - Symphony ft. Zara Larsson.

(Foto de Karelin Gómez)

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(Foto de Karelin Gómez)

~*~

Ni en un millón de años me hubiera imaginado esto posible, y es que no entiendo cómo es que se puede estar ciego durante tanto tiempo, cómo es que tienes a la persona indicada en tus narices y te cierras, prefieres deambular por un mar de equivocados, ocultar tu naturaleza y seguir al ritmo de los demás. Y, quisiera saber el punto exacto en el que nos enamoramos el uno del otro sin percatarlo, porque aquí no hay un proceso por vivir, mi alma ya le pertenece, mi corazón también lo hace, mi mente, yo.

Sonrío como pocas veces en mi vida, con una ilusión recorriendo cada una de mis venas, con la emoción fluyendo por todo mi cuerpo, con un sinfín de sentimientos mostrándose. No puedo ni articular palabra alguna y digo que sí con mi cabeza. Diría que sí con mis manos, con mis pies, con mi cuerpo entero si pudiera.

Sam acompaña mi sonrisa con la suya y me besa sellando nuestra decisión. Es oficial, estamos juntos, no como hermanos ficticios, ni vecinos, ni amigos, ni conocidos, estamos juntos como un chico y una chica lo están cuando hay química, cuando algo que no comprendemos hace clic, como dos seres humanos que inician el camino solos pero terminan acompañados.

Si cierro mis ojos creo que estoy soñando, que voy a despertarme y me reiré a carcajadas junto a él al contarle todo, mas sigo aquí, rodeada por sus brazos, con el cartel frente a mí en donde me pide que sea suya. Es Sam, Sam Baker, ¿cómo me he enamorado de esta manera? ¿Cómo? No importa cuánto evoque las últimas dos semana o el resto de mi vida anterior a este instante, supongo que así pasa con el amor, no sabes nunca exactamente en qué segundo crece en tu interior, despiertas una mañana sin pensar en que solo llevas junto a esa persona un día, o dos, tres meses o un año y a veces nada. Lo amas, y lo amas con todo tu ser.

—¿Cómo hiciste esto? —pregunto soportando las lágrimas que amenazan con salir.

—Lo hice antes de ir a la cafetería.

—¿Te refieres a que lo hiciste mientras yo dormía tranquilamente en tu habitación?

—Justamente.

—¿No dormiste en toda la noche?

—Eso no importa, Misty.

—No era necesario, pudiste simplemente pedírmelo y ya. ¿Cuánto dinero gastaste en esto?

—¿A Misty Nixon? ¿A la mujer que lleva diecinueve años conmigo? No podía hacerlo de otra manera. Y no te preocupes por el dinero. Si pudiera comprarte el cielo, de verdad, el cielo entero, lo haría.

—Sam Baker, estoy tan enamorada de ti que empiezo a sentir miedo.

—Yo estoy aterrado, Mis —sus ojos me miran asustados—, no quiero que nada arruine lo nuestro. Quiero conservarlo, protegerlo, adorarlo. Te juro que haré todo lo que esté en mis manos y lo que no por mantenerlo a salvo, por mantenerte a salvo —recalca las últimas palabras.

Estrellas en el techo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora