En multimedia: Every little thing she does is magic -Sleeping At Last.
(Foto de JehilynScarlethAlarc )
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Abro los ojos con una lentitud agobiadora, no recuerdo la última vez que me dolía tanto la cabeza o que experimenté esta pesadez en el cuerpo. La garganta me duele al pasar saliva y no miro con total claridad aún. Parpadeo tantas veces como puedo hasta que soy capaz de mirar mejor.
En un par de segundos reconozco el lugar en el que estoy, las sábanas verduzcas y las cortinas en vez de paredes me gritan que es el área de emergencia de un hospital. Entonces los recuerdos regresan uno a uno a mi cabeza. Había intentado disculparme con Bruno, ser amable y conseguir una especie de tregua o algo así. Las cosas se salieron de control. No sé si es el golpe que traigo en la cabeza lo que no me permite entender qué ha pasado realmente.
Sí, Bruno me atacó, ¡¿por qué?! ¿En qué momento pasamos de ser dos personas normales aclarando nuestras diferencias a una escena de terror? ¿Cómo es posible que siquiera se haya atrevido a empujarme, golpearme y lastimarme? ¿Qué pretendía? No me permitía salir de ese lugar, quitó el cuchillo de mis manos con la mirada perdida, los gestos en su cara eran irreconocibles. Es incomprensible para mí que se haya tornado tan agresivo en simples y cortos minutos.
El miedo que sentí aún me golpea y me aturde. Y cada palabra que dijo estalla en mi mente provocando incluso que me den arcadas. No he creído nada de lo que ha dicho, la persona que él describió y el Sam que conozco definitivamente son dos personas distintas. Por más que trato de asimilar por qué se ha propuesto mostrarme a un Sam tan diferente al que ha estado conmigo toda mi vida, y entender por qué me ha atacado de esa manera; no puedo.
—Mamá —logro articular una palabra. Ella está sentada en la única silla del reducido espacio y al escucharme abre sus ojos y se levanta de la silla apresurada.
—Mi amor, ¿cómo te sientes? ¿Te duele algo? ¿Qué sientes? —Me mira desesperada.
—Me duele la cabeza —digo tratando de llevarme las manos a la frente y es cuando veo que tengo vendada la mano derecha, claro, el cuchillo me había cortado.
—Tranquila, Misty. El golpe que recibiste en la cabeza fue muy fuerte, y la herida en tu mano ha necesitado puntadas. Pero estás bien, el doctor dice que incluso podrías irte a casa hoy mismo —la voz se le quiebra—. Dios, no vuelvas a hacerme esto, me has dado un susto terrible, hija. Cuando Sam me llamó pensé que te habían... que te habían...
—Lo siento mamá —me disculpo por darle tremendo susto.
—Ni se te ocurra dejarnos, no mientras esté viva para verlo —se suelta a llorar y a darme pequeños besos en la parte de la cara que no tengo vendada, ni se siente inflamada.