Erase una vez un ferrocarril que conectaba a toda Europa. En este ferrocarril, durante unos de los primeros viajes, ocurrió un accidente; se salió de las vías del tren dejando cientos de personas heridas y algunos desaparecidos. Entre estos un hombre mayor, que iría a visitar a uno de sus familiares más cercanos. El hombre se encontraba en la listas de pasajeros, pero nadie sabía nada de él, ni su paradero, estuvieron en su búsqueda durante meses sin ningún resultado positivo.
Al tiempo se dieron por vencidos, dejaron de buscar. El ferrocarril después de un tiempo siguió haciendo sus viajes y rutas habituales. Hay gente que asegura haberlo visto sentado en el puesto del tren, leyendo su periódico como lo hacía habitualmente para mantenerse informado. Otros, muy seguros de sí mismos y de lo que dicen, aseguran que han entablado conversaciones muy interesantes con él, que es un hombre que sabe mucho de historia, geografía y muchos otros tópicos. Definitivamente lo describen como alguien sumamente jovial, pero que esconde una mirada triste y profunda.
La verdad esta historia ha llegado a oídos de sus familiares, quienes conmovidos aseguran que así era él, una persona siempre alegre y sonriente, dispuesto a ayudar a quien lo necesite, porque esos son los valores que hacen grandes a los seres humanos. Como decía él: si no sientes compasión, amor y respeto hacia los demás, no eres un hombre, sino un pobre ser humano.
Al conocer esta historia mucha gente no la cree, otros dicen temerle a su aparición, pero quienes realmente lo han visto lo llaman cariñosamente el fantasma del ferrocarril. Sin duda alguna se trataba de alguien especial que se ganaba el cariño de todos cuanto lo conocían.
Moraleja: no siempre debes temerle a lo desconocido.