Ya se acercaba la penumbra de la tarde, hacía mucho frío, todos en casa se habían puesto ropa caliente y esperaban la hora de la cena. El sol lentamente se fue perdiendo entre las montañas y las primeras estrellas aparecían en lo alto. Pero algo que nadie esperaba, era una densa niebla que desde la costa se aproximaba hacia la pequeña comarca.
Justo antes del anochecer, súbitamente y sin ninguna explicación, las lámparas se apagaron una tras otra, los faroles de las calles se extinguieron y con la espesa neblina, nada a más de un par de pasos podía verse. Los aldeanos buscaban con que hacer fuego, pero era tanto el frío que hacía, que los cerillos no encendían, las piedras no daban chispa y todos los pobladores andaban a ciegas entre los rincones de las casas buscando refugio para aquello que no sabían de donde venía.
Pero lo más espeluznante estaba por pasar: ya bien entrada la noche y aun en plena oscuridad, extraños sonidos que parecían provenir de las calles, ensordecían a todos. Gritos, golpes, objetos cayendo, metales chocando como en una intensa batalla, los perros pasaban quejándose despavoridos por los caminos, gatos maullaban con desespero sobre los tejados y voces que hablaban en raras lenguas era lo único familiar que se escuchaba
La niebla persistía, el frío y la oscuridad eran ya insoportables. Luego, un sordo silencio dejo todo mudo y vacío, pero nadie se atrevía a moverse, allí parecen haberse quedado dormidos, hasta que el sol de la mañana, que apareció tímidamente en el horizonte, les dio un poco de tranquilidad a los habitantes de la comarca. La niebla disipó, el frío se fue. Pero al salir de sus casas, vieron con horror que todo había sido destruido y muchos yacían sin vida por todo el pueblo. Nadie sabe que paso la noche de horror.