Entre Mundos (Capítulo 9)

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                                                                       9 

Miguel no había vuelto a ir a clase desde que había muerto Luis, prácticamente sin salir de casa.

Había llegado el año nuevo y la vida continuaba aunque su mejor amigo hubiera muerto. Era la primera vez que volvía al instituto sin la compañía habitual; se sentía vacío a pesar de que se había visto con Cristina alguna vez para consolarse mutuamente. Si no fuera por ella, apenas habría salido de su casa. Los recuerdos, cada vez que estaba en la calle, se agolpaban en su mente, en cada esquina, en varias situaciones, cualquier cosa le llevaba a pensar en Luis. Por ello se había tomado todo ese tiempo para habituarse a prescindir de su amigo en la vida y recuperarse de la depresión que sufrió tras el entierro.

Ahora sabía que tenía que continuar sin él, avanzando como si lo hicieran juntos, sin olvidarse nunca de su difunto amigo.

Antes de entrar en su aula había recibido las condolencias por parte de algunos compañeros de clase, hasta de aquellos que ni siquiera conocía. Se sentó con Cristina, más bien ella con él. Entre ella y Rosa hacían todo lo posible por distraerlo o animarlo, y algunas veces lo conseguían.

Las clases se hacían más largas de lo normal, prestaba poca atención a las materias, no tomaba apuntes y en más de una ocasión se le iba el santo al cielo. El tiempo corría muy lentamente y cuando por fin terminaron las clases pudo salir a la calle, agradeció el aire fresco del invierno y se sintió un poco mejor. Quería llegar cuanto antes a su casa y encerrarse en su habitación, con sus cosas y sus recuerdos. Cristina había insistido en acompañarlo, pero él se había negado, llegaría antes si iba solo. Caminó rápido y no tardó más de quince minutos en llegar a su casa. Saludó brevemente a su madre, respondiéndole con un seco “bien” cuando le preguntó cómo había ido el día y se encerró en su habitación hasta la hora de comer. 

Había trazado un itinerario de vuelta diferente al habitual para no volver a pasar, siempre que le fuera posible, por el Bar de Sant Josep y menos a aquella hora. Quería evitar recordar todos aquellos hechos que se llevaron a Luis de su lado. Con el nuevo itinerario daba un poco más de vuelta pero a cambio, esos minutos de más le proporcionaban un poco de distracción extra, que realmente era lo que más la hacía falta en esos momentos.

Tumbado en su cama, con su equipo de música sintonizando una emisora de radio, repasó mentalmente la conversación que había tenido con Andrea.

Al principio se mostró un poco reacio a hablar con ella pero terminó aceptando al ver sus ojos llorosos. Le dio sus más sinceras condolencias, le habló de su estado de ánimo y de lo que había sentido por Luis. 

Andrea, cuando conoció la noticia de la muerte de Luis, sufrió una de sus habituales y profundas depresiones, de la cual todavía no se había recuperado. Hizo un gran esfuerzo para asistir a la misa, al entierro y resistirlo todo sin que sufriera un desmayo, una bajada de tensión o cualquier cosa parecida.

La depresión le vino como consecuencia de sentirse culpable de la muerte de su amado. Este sentimiento apareció cuando le anunciaron el percance de Luis. En más de una ocasión había odiado a Luis cuando había sido rechazada y más cuando ese rechazo se producía de forma casi despreciable, y por ello había deseado su muerte. Su pensamiento en este sentido era bastante egoísta. Si no podía tenerlo a su lado, no quería que nadie más disfrutara de su compañía. Jamás había pensado que esos deseos, producto del odio momentáneo, llegaran a fructificar. Sabía que no era culpa suya, que lo que había ocurrido era producto del destino, pero no por ello podía dejar de sentirse culpable.

Quería descargarse de cualquier responsabilidad que pudiera tener y por eso estuvo esperando a Miguel a la salida para hablar con él pero en ningún momento le dijo nada sobre sus estados de odio y lo que deseaba en ellos. 

En los altavoces estaba sonando "No es serio este cementerio" de Mecano, una de las canciones preferidas de ellos. Apenas oía la música, sus pensamientos le llevaban a la frontera entre la realidad y la profundidad de la mente. 

La impresión que Miguel había tenido de Andrea después de la hablar con ella era que, realmente, quería a Luis. Los sentimientos que le había explicado, eran los mismos que él sentía tras la muerte de su amigo. Ahora que se había sincerado con él, no le parecía que fuera tan mala persona como habían juzgado ellos, pero ello no quería decir que el concepto que había tenido de ella, después de esa conversación, iba a cambiar radicalmente. Podía ser que quisiera acercarse a su vida, ahora que le faltaba Luis, pero tampoco le veía el sentido ni el motivo para ello. 

- Da igual. No quiero calentarme más la cabeza - dijo en un murmuro apenas audible. 

Tras aquellas breves palabras, sus pensamientos le condujeron por los senderos del sueño.

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