Entre Mundos (Capítulo 26)

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 Una vez dada por concluida la ceremonia, el abad fue a la enfermería para interesarse por el estado de Marcos. El médico le dijo que no tenía nada grave, que se encontraba bien y que lo más seguro era que había sufrido una lipotimia. Dejó instrucciones para que le avisaran en cuanto Marcos recuperara la conciencia, quería hablar con él. Salió de la enfermería y se dirigió directamente a su despacho, donde estaría esperándole el obispo y su secretario personal. Seguramente querría discutir con él todo lo que había acontecido. Aquella repentina luminosidad en todo el templo, el haz de luz enfocando el momento de la comunión de Marcos y el posterior resplandor que irradiaba Marcos al alejarse, eran cuestiones que él mismo se planteaba. Era improbable que procediera del exterior, le pareció que provenía del centro del crucero donde no había ningún ventanal ni rosetón que permitiese la entrada de ninguna luz. Tenía la sensación que el techo del templo se había abierto para dejar paso a esa iluminación, como si la misma fuera una especie de bendición de los cielos para Marcos, lo que podría significar que sería un enviado de Dios, y si lo era, ¿con qué misión había sido enviado a la tierra? ¿Por qué había elegido a una persona que había estado en prisión? Había un sinfín de preguntas que se tenían que resolver, pero antes siquiera de planteárselas debería hablar con el obispo para intentar no caer en la tentación de propagar la noticia de la llegada de un falso Mesías. La Iglesia no  podía permitirse el lujo de una equivocación como aquella, siempre debía de mantener la prudencia en sus manifestaciones. Seguramente habría alguna otra explicación para aquellos misterios y probablemente el obispo hallaría respuestas para ellas. 

Estuvo dos horas y media hablando con el obispo que era muy reacio a manifestarse públicamente al respecto. No quería que Marcos se convirtiera en una especie de enviado de Dios, que la gente comenzara a ver milagros donde no los había y después resultara que todo era una mentira.

Antes de pronunciarse abiertamente tendrían que obtener más datos y seguir de cerca todos los pasos que hiciera, en adelante, Marcos. No sería nada bueno para la Iglesia, y menos en un momento de falta de fe, que surgiera un falso salvador, porque la credibilidad de la Iglesia volvería a estar en duda; como ya había ocurrido en otras ocasiones.

La solución que había apuntado el obispo era mandar a Marcos a las misiones de África, argumentando que de momento no podía asignarle ninguna Iglesia. Estaba seguro de que Marcos aceptaría pues según le había contado el propio abad, el carácter que mostraba Marcos no les plantearía ningún problema para que aceptara aquel destino. Además, le había comentado el obispo, que si los milagros continuaban en África siempre podrían hacerle regresar y llevarlo ante el Vaticano, para que fueran ellos los que decidieran si él era un enviado de Dios o no.

El propio obispo ratificó por escrito la confirmación de aquella decisión, otorgándole a Marcos su destino y aconsejó al abad que, de momento, negara cualquier intervención divina en la ordenación de Marcos. El abad sabía que  no era un destino muy justo para Marcos, un monje que se había mostrado muy entusiasta, querido por todos, que nunca había llamado la atención y que siempre se había mostrado dispuesto a ayudar a la comunidad.

Quizá fuera cosa del destino, mandarle a realizar una de las tareas más difíciles como era ir a las misiones para ayudar a los pobres del tercer mundo. Podría ser que Dios quisiera enviar a Marcos a los lugares donde la humanidad vivía en pésimas condiciones, con hambrunas, enfermedades y guerras, dándole el poder de ayudar a aquella pobre gente y llevarles la palabra de Dios.

Aunque el abad era conocedor del destino de Marcos, había decidido desde el momento en que el obispo se marchó, que no le comentaría nada hasta que no se hubiera recuperado del todo y únicamente le daría explicaciones si le preguntaba la razón de su destino. Se había quitado un peso de encima al no tener que decidir sobre aquellas cuestiones pero aun así, algo le remordía la conciencia. Se quedó en su despacho a la espera de noticias sobre Marcos y pensando en toda aquella situación que le generaba cierta intranquilidad. 

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