ENTRE MUNDOS

Entre Mundos (Capítulo 14)

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Hoy era un gran día para Marcos ya que después de unos años recluido entre barrotes, y gracias al sistema de redención de penas, saldría en libertad. Por fin volvería a ser libre de nuevo. En esos años las cosas no habían sido fáciles, primero en el centro educativo y al cumplir los dieciocho en la prisión para jóvenes. Había tenido que luchar por ganarse un poco de respeto de los demás, lo que había conseguido gracias a sus compañeros Diego y Litos, quienes en más de una ocasión le habían protegido de algunas amenazas y con los que coincidió en la prisión para jóvenes.

Todo fue mucho más fácil cuando consiguió entrar a trabajar en la biblioteca de la prisión porque aquel trabajo daba cierto poder y respeto. Comenzó a leer gran variedad de libros en los ratos que no había trabajo acumulado. Su lectura cada vez era más obsesiva lo que llamó la atención del encargado de la biblioteca, que además era el capellán de la prisión, puesto que la mayoría de presos se dedicaban a leer únicamente periódicos, sobre todo los deportivos.

Un día el capellán, cuyo nombre era Santiago, le pidió que le siguiera. Fueron a una habitación que se hallaba en la misma sala de lectura. Era el despacho donde él solía trabajar organizando las tareas que había que realizar en la biblioteca. Tenía unos veinte metros cuadrados, con un escritorio y todas las paredes cubiertas por librerías que iban de extremo a extremo de la habitación y llegaban hasta el techo. No cabía en ellas ningún libro más, incluso tenía libros puestos horizontalmente cubriendo el poco espacio que dejaban libre los libros puestos en vertical.

Santiago le dijo que aquella era su biblioteca personal, le enseñó un fichero donde estaban clasificados todos los libros que se hallaban en aquella habitación y le enseñó el sistema que había utilizado para su clasificación por si algún día le interesaba leer alguno de ellos. 

- ¿Quiere decir que me está permitiendo tener acceso a sus propios libros? 

- Eso es. Sólo hay una condición. – le anunció el capellán. 

- ¿Cual? 

- Que trates estos libros como si fueran una parte de ti, con mimo, y que cuando termines de leer cada uno de ellos lo dejes en el mismo sitio. 

- Señor Santiago me hace muy feliz, no sé como agradecérselo. – le dijo muy contento. 

- No tienes porqué hacerlo, es una satisfacción mutua. A mí también me hace feliz el poder compartir mi biblioteca con alguien que está tan interesado por los libros como yo. -Hizo una pausa pensativa y luego prosiguió - Te vengo observando desde hace algunos meses y espero no equivocarme contigo. 

- No se equivoca señor Santiago, se lo demostraré. – volvió a agradecerle Marcos. 

- No tienes que demostrármelo, sigue las reglas que te he mencionado y siempre tendrás acceso a mi biblioteca. Si tienes alguna duda o quieres comentar algún libro solo tienes que decírmelo. Ahora tengo que dejarte pero si quieres puedes comenzar a hojear el fichero para ver si te interesa alguno. 

- Hasta luego señor Santiago y muchas gracias. 

- De nada - le contestó Santiago y dándole la espalda con una sonrisa entre los labios, lo dejó solo. 

Cuando el capellán salió de su biblioteca personal, lo primero que hizo Marcos, fue abrir el archivo donde se hallaban todas las fichas de los libros que allí se encontraban. El noventa por ciento hacían referencia a la filosofía, teleología, mitología, etc. Se podrían encontrar referencias a las más diversas religiones, tanto occidentales como orientales, ya fueran permitidas o prohibidas por algunos gobiernos. El otro diez por ciento restante de los libros hablaban sobre temas que estaban relacionados indirectamente con la existencia de Dios y el día del Juicio Final, como eran: diversas profecías que anunciaban la llegada del fin del mundo, las que anunciaban el fin para un año determinado, el tema de la lucha de la Iglesia Católica contra el mal, las posesiones, los maleficios, etc.