Entre Mundos (Capítulo 20)

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Llevaban seis años saliendo juntos y decidieron que ya era hora de dar el gran paso. Las cosas se pusieron un poco difíciles cuando terminaron sus carreras universitarias, puesto que encontrar un trabajo, en aquellos tiempos, era realmente complicado. Sin embargo les salió una buena oportunidad a ambos cuando un banco de ámbito nacional amplió su plantilla. Superaron las pruebas de acceso y la posterior entrevista personal, siendo finalmente contratados. Tras un periodo de formación entraron a formar parte del organigrama del banco, lo que les permitía tener un trabajo estable con sus correspondientes ingresos mensuales.

Aquella nueva situación les facilitó las cosas para que decidieran dar un paso en su relación y fijaran una fecha para su boda, a un año vista, aproximadamente para finales de Junio.

Por la proximidad al domicilio de Cristina escogieron la iglesia de Santa María de Badalona para el evento. Hablaron con el rector, que no les puso ningún impedimento para que celebraran su boda allí, y les informó que habían escogido una iglesia que tenía su encanto puesto que fue construida sobre los restos de otra iglesia románica y de un templo romano aunque la fachada era neoclásica.

Cuando tuvieron la iglesia y la fecha elegidas, anunciaron la buena nueva a sus familiares. La noticia tuvo una buena acogida, sin sorpresas pero con una gran satisfacción. 

Los fines de semana siguientes fueron aprovechados al máximo para realizar todos los preparativos que tenían que hacer para el evento. Estos se componían básicamente en buscar restaurante donde realizar el banquete de celebración; hacer la lista de boda, escoger menú, los adornos florales, el traje de novio y el de la novia, el padrino, y un sin fin de cosas que no querían dejar para el último momento. Al menos ya tenían resuelto el más problemático de todos, el del piso donde compartirían su vida, que ya tenían amueblado y dispuesto para entrar a vivir de inmediato.

 Miguel había pensado mucho antes de tomar aquella decisión, sin embargo después de hablar con Cristina sobre ellos, su relación y los recuerdos de Luis, había llegado a la conclusión de que la amaba, que no podía dejar que su vida estuviera por siempre vinculada a su difunto amigo y además él siempre había necesitado tener a una persona como Cristina a su lado, que le comprendiera y animara. Por ello, la invitó a cenar a su restaurante italiano favorito y en el postre, sin preámbulos, la cogió por las manos y le hizo la pregunta. La pilló por sorpresa y tardó bastante tiempo en contestar, lo que le planteó a Miguel ciertas dudas y comenzó a temer por una contestación negativa cuando Cristina salió de su asombro. 

- ¡Oh, Miguel! Claro que quiero casarme contigo. – le contestó entusiasmada y le besó en los labios. 

- Vaya, pensaba que ibas a darme calabazas, como tardabas tanto en contestarme. – sonrió él. 

- Es que me has pillado por sorpresa, sabía que me lo pedirías tarde o temprano, pero no me lo esperaba de esta manera. 

- ¿No? ¿Y como te lo esperabas? 

- Bueno, no me esperaba la pregunta directa sino más bien algo como "tendríamos que ir pensando en casarnos" o como "qué te parece si nos casamos". Pero me alegro mucho que me lo hayas preguntado. Me hace mucha ilusión. 

- A mí también. 

Aquella noche lo celebraron a lo grande, fueron de copas por el Puerto Olímpico y terminaron en su casa donde remataron la fiesta descorchando una botella de cava. Ambos desearon que el gran día llegara pronto. 

El último sábado del mes de Junio, después de tanta espera y de tantos preparativos, llegó el gran día.

La boda era a las doce del mediodía pero Miguel llevaba levantado desde las siete de la mañana y todo su aseo personal le llevó hasta las diez de la mañana, hora en que llegaba el fotógrafo. Se hizo su reportaje fotográfico con familiares y amigos y finalmente despidió al hermano de ella, que era su padrino de boda, para que fuera a buscar el ramo de novia y se lo entregara a Cristina. Mientras el padrino marchaba con el fotógrafo a casa de Cristina, se quedó un tiempo en casa charlando con familiares, que hacía tiempo que no veía, antes de trasladarse a la iglesia para esperar a la novia.

A las once y media el coche nupcial le dejó junto a su madre ante la entrada principal de la iglesia.  Sus familiares y amigos ya estaban allí, e incluso algún familiar de parte de Cristina, lo que quería decir que quedaba muy poco para el gran momento.

La espera se le hizo un poco larga pero valió la pena. La iglesia se había ido llenando con el paso del tiempo, cada vez había menos sitios libres cuando las agujas del reloj estaban más cerca de las doce. Esperaba en el altar a que llegara la novia, cuando comenzó a sonar el órgano con la marcha nupcial. Con aquellas notas musicales, fijó su mirada  en las puertas de la iglesia entre las cuales había aparecido una figura de blanco rodeada de una extraordinaria luz. Ante sus ojos, Cristina estaba radiante y maravillosa, tenía una sonrisa que le daba un aspecto alegre y muy jovial. En aquel momento, Cristina era el centro de atención, todas las miradas se dirigían para ver a la novia caminando, junto a su padre, hacia el altar. El padre de ella le dio la mano cuando llegaron junto a él y después de entregarle a su hija se retiró. Miguel le dedicó una gran sonrisa a quien sería su mujer y se volvieron hacia el altar, donde el rector ya estaba dispuesto para iniciar la ceremonia.

A partir de aquel instante todo lo que sucedió tenía ciertos conatos de fantasía y de irrealidad. Ambos estaban sumidos en un mundo de ensueño, eran conscientes de la realidad pero sin embargo sus mentes se encontraban en un estado de euforia que les acompañó durante todo el día. 

Cuando por fin se quedaron solos en la habitación del hotel, con la que sus amigos les habían obsequiado, pudieron hablar con un poco de tranquilidad. Los temas en un principio giraron en torno a la boda, a los familiares y amigos y cómo de cansados habían terminado tras el fantástico día. 

- Cristina 

- ¿Sí? 

- ¿Sabes quien me hubiera gustado que hubiese venido a nuestra boda? 

- Sí, lo sé. A mí también me hubiera gustado. 

- Bueno, aparte de eso, también quería tener un recuerdo para él en estos momentos de gloria para nosotros. 

- Vale pero no podemos dejar que eso nos amargue un día fabuloso. – le contestó un poco seria. 

- De acuerdo. – convino él. 

Se dieron un beso, se fundieron en un abrazo y se dejaron caer en la cama para gozar de la noche de bodas.

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