Entre Mundos (Capítulo 27)

1K 17 0
                                    

                                                           27 

Estaba harto de subir. Había comenzado a contar escalones para distraerse pero perdió la cuenta varias veces y lo dejó correr. Cuanto más subía más le costaba levantar las piernas. Era como si los escalones fueran creciendo a medida que él avanzaba. Mientras los espejos seguían reflejando su imagen, algo en su interior le decía que alguien le seguía. Hacía rato que tenía aquella sensación de sentirse observado y que había alguien tras él, pero cada vez que se volvía para mirar no veía nada más que escalones que descendían.

Se volvió de nuevo, y al principio no vio nada pero una sombra le hizo fijarse con más atención. Sí, allá abajo, en la lejanía, parecía que algo o alguien estaban subiendo.

“¿Será Alberto que me está siguiendo?” – pensó mientras se sentaba en un escalón.

Sinceramente Luis dudaba que fuese él, pues lo que fuera aquello, ascendía con rapidez.  A lo mejor se trataba de Moosthar que volvía de donde quisiera que hubiera ido. Se fijó en que lo que subía ya había recorrido una buena distancia hacia él y se percató que era más pequeño que Moosthar por lo que dedujo que no podía ser él. Fuera lo que fuera, no podía tratarse de ninguna alma humana pues al ritmo al que avanzaba no lo podría aguantar nadie durante mucho tiempo seguido. Sentado, apoyó los codos sobre sus rodillas y la cabeza entre sus manos, y observó el progreso esperando el momento que aquella cosa le alcanzara. Miraba con atención cómo aquella figura seguía avanzando con pequeños saltos, como si estuviera subiendo los peldaños de dos en dos. Era imposible que nadie pudiera llevar ese ritmo.

Como no tenía a dónde huir decidió quedarse allí y afrontar la situación que pudiera presentársele; además tarde o temprano aquello terminaría por alcanzarle. Pensó que estaría más descansado si se quedaba a la espera que si intentaba poner escalones por medio. En aquellos momentos le convenía más un descanso que no tener que enfrentarse de nuevo a otro ser de aquellos mundos.

Desde que Moosthar se había ido, había tenido mucho tiempo para pensar en lo que le había dicho y quizá tuviera razón cuando decía que exteriorizaba su odio y resentimiento hacia cualquiera que estuviera delante suyo. Estaba dispuesto a mostrarse menos agresivo aunque sabía que le costaría porque cada vez que recordaba por culpa de quien se encontraba allí, se le revolvían las entrañas y era un sentimiento difícil de dejar de lado, por todo lo que había dejado atrás. 

La sombra cada vez se definía más y pudo comprobar que no se trataba de ningún extraño ser. Tenía brazos y piernas como las de cualquier alma humana, pero en aquel mundo uno se podía esperar cualquier cosa. Quizá se trataba de Alberto, al fin y al cabo, era probable que le hubiera seguido y quería atraparlo lo más rápido posible.

Pensó en cómo reaccionaría si, quien subía, era su asesino. Tenía sentimientos contrapuestos por un lado quería mostrarse más accesible y podría intentar aceptar su compañía, pero por otro lado no podía olvidar que era la persona que le había quitado la vida y le resultaría difícil aceptarle pues no dejaba de ser el culpable de que se encontrara allí.

Mientras esperaba, se miró en el espejo que tenía a su lado y observó algunos cambios en su rostro. El color de sus ojos ya no era aquel intenso azul sino que ahora estaba más apagado, casi gris y tenía pequeñas motas anaranjadas alrededor. Los pómulos le sobresalían y las mejillas estaban un poco hundidas. Su pelo estaba ralo y sucio. Aquellos cambios le extrañaron pero no le dio más importancia, creyó que comiendo algo, aunque no había tenido nunca sensación de hambre, y una buena ducha, recuperaría su aspecto habitual. Lo que no pudo explicar era el cambio en sus ojos pero, finalmente, lo atribuyó a que se le habían acomodado a la luz de aquellos parajes. 

ENTRE MUNDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora