ENTRE MUNDOS

Entre Mundos (Capítulo 39 - Primera Parte)

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Desde que le eligieron como Sumo Pontífice tenía cada cierto tiempo, unos sueños que le llevaban a un lugar que consideraba el paraíso. En ellos, se sentaba en una gran roca y esperaba a que apareciera el mismo personaje que habló con él la primera vez que tuvo aquel tipo de sueño. Recordaba con claridad que la primera vez que tuvo el sueño, fue el día en el que le nombraron Papa y aquel personaje sabía quién era él, y lo que representaba. Sus conversaciones siempre giraban en torno a las palabras de Jesucristo y al mensaje que dejó. Al principio creyó que estaba hablando con alguno de los apóstoles pero cuando preguntó con quien hablaba, se le presentó como Agustín de Palma, y su cargo era el de Consejero en el Reino de los Cielos.

Cuando despertaba de uno de aquellos sueños, al menos así los llamaba él, aunque tenía dudas de que lo fueran, lo hacía con la mente clara y despejada.

En el último mes se habían intensificado las visitas de Agustín de Palma que le hablaba sobre el infierno y los planes de Satán para hacerse con el control de la humanidad, destruir cualquier poder que limitara al hombre para que éste actuara como quisiera y sin arrepentimiento. Otro objetivo de Satán era el de borrar cualquier vestigio de la fe hacia Cristo, con lo que una humanidad sin fe conllevaría a que Satán podría volver a los cielos y disputar a Dios Todopoderoso su Trono. Le explicó que si la humanidad perdía la fe no podría aceptar a Dios en sus corazones y así acercarse a Él, lo que suponía que sería mucho más difícil salvar las almas humanas porque para entrar en el reino de los cielos, era necesario el arrepentimiento y la fe en Jesucristo. Le comentó que tenían noticias de que Satán había enviado a alguien para llevar a cabo su plan. No creían que se tratara del anticristo pero bien podría estar preparando el terreno para su llegada. Para contrarrestar esa fuerza infernal que se acercaba, el Cielo había dotado a un humano de la capacidad para realizar milagros y que sería el único capaz de evitar que el enviado de Satán lograse su objetivo.

Agustín de Palma le reveló la identidad de ese humano y no le extrañó que se tratara de un misionero. Durante meses estuvieron atentos a las noticias que les llegaban de las misiones y que se referían al elegido por los Cielos, así lo llamaban él y el Cardenal Loreto, que era el único que sabía de su existencia aparte de él. Al principio, era el propio compañero del elegido el que mandaba informes sobre sus actividades con cierta regularidad pero al tiempo se fueron dispersando y dejaron de recibirlos, lo que les obligó a buscar otras vías para mantenerse al tanto de los movimientos del elegido.

Todo lo que les llegaba sobre él lo guardaba en un dossier del que solo ellos conocían de su existencia, y ahora, gracias a la conversación que mantuvieron el secretario del Cardenal y el compañero del elegido, habían podido comprobar que los aspectos más increíbles sobre los que tenían conocimiento, eran ciertos.

Su mente no podía dejar de pensar en aquel personaje que habían traído al Vaticano, como le dijo el Consejero Celestial que debía hacer, y ahora, tras meses de espera, le aguardaba en la antesala. Sin embargo, debería esperar un poco más a conocerle personalmente, porque tenía que volver a ver el vídeo que el Cardenal Loreto ya le había pasado en dos ocasiones y donde se veía, al menos así lo creía su Cardenal, al enviado de Satán.

Todos los noticieros habían divulgado la rueda de prensa del Presidente de la Nación y debido a la gran repercusión de sus declaraciones, el servicio de prensa del Vaticano las había recogido en un soporte informático que luego habían hecho llegar al Cardenal Loreto, que había visto la grabación infinidad de veces y la había analizado en profundidad, llegando a la conclusión que tenía que poner en conocimiento del Santo Padre que quizá había descubierto al enviado de Satán.