Dentro de las optativas que había elegido una de ellas era alemán, por el simple hecho de que en el colegio había estado dando dos años de francés. Me apetecía aprender cosas nuevas añadiéndole que era una de las clases que compartía con mí grupo de amigas.
Se mezclaban dos clases, en esta caso la mia con la de las chicas, grupo A y C y se daba en mí aula.
Salí al pasillo y me apoye en la ventana ya que el profesor todavía no había llegado, vi salir a mis amigas de su clase y mientras hablaban se acercaban a mí, esbocé una sonrisa bien ensanchada y las espere.
—A yr, le gusta uno de los amigos de Nahuel. Hacele gancho Acietita, vos te llevas con todos—acotó la rubia nada más llegar hasta donde yo estaba.
—¿Quién?—pregunté mirando a la morocha, está rápidamente se puso colorada y se acomodó los mechones rebeldes detrás de la oreja.
—Jairo—abrí los ojos de par en par y miré a la morocha quien se estaba tapando la cara con el cartapacio, reí.
—Es lindo y re buena onda—informé para que la morocha se desprocupase un poco haciéndola sonreír—Un día hacemos una juntada y le digo a Nahuel que lo traiga.
—Sos la uno—acotó la morocha para después acercarse y abrazarme enérgicamente.
—Qué onda castaña linda—habló una voz que reconocí al instante me di la vuelta encontrandome con el morocho, sonreí.
—Hola Nahu—saludé y me di la vuelta para poder abrazarlo a su lado se encontraba el ojiverde sonriendo.
—Chicas—saludó e hizo un leve movimiento con la cabeza, la rubia rodó los ojos y las demás se rieron—¿Ya empezamos como el año pasado Zairita? Te voy a presentar algún amigo mio.
—Sí es así de estúpido como vos, no gracias—respondió la ojiverde, estallé a carcajadas.
De todas las del grupo Zaira era mí favorita apesar de que Agus era mí mejor amiga siempre tuve un cariño especial por la rubia, habíamos nacido en el mismo lugar, íbamos desde los tres años juntas y adoraba su forma de ser, sobre todo porque no se cortaba un pelo en decirte las cosas, le chupaba un huevo todo.
—¿Que hacen acá?—pregunté después de tranquilizarme un poco, el morocho me miró con cara de asco al ver que me reí por el comentario que había hecho la ojiverde.
—Vine a acompañar a este a Alemán, ¿ustedes también están?—todas las miradas cayeron sobre mí, trague grueso y me acomodé la colita.
—Sí, obvio.
—¡Chicos delen, adentro!—avisó el profesor mientras caminaba a las apuradas.
Nos despedimos de Nahuel y entramos al aula rápido, ya que por lo que nos habían dicho a cierto tiempo cerraban la puerta y quien se quedará afuera no podía entrar en toda la hora.
Una mano me detuvo cuando pasamos la puerta, me giré un poco extrañada y me encontré con el ojiverde sonriéndome. Acto seguido me soltó la mano y se rascó la nuca.
—¿Me puedo sentar con vos?—interrogó, sonreí un poco y termine asintiendo haciéndolo sonreír ampliamente.
Siempre con buenas intenciones pero los años pasaron y vos cambiaste Paulo...