Acieta
23 de noviembre de 2003Dí golpes a la barandilla junto a Zoe, el equipo de mí amigo le estaba cantando el feliz cumpleaños. Algunos de ellos estaban en cuero, saltaban, gritaban y cargoseaban a Nahuel subiéndose encima suyo mientras nosotras los alentabamos y las madres se reían por el quilombo que estábamos haciendo.
Los aspersores se prendieron y empezaron a mojar todo el campo, los chicos aprovechando que estaban ahí empezaron a correr en dirección a alguno de estos para mojarse.
Antes de que pudiera verlos mojarse la morocha tironeó de mí brazo y me arrastró hasta la cancha prácticamente corriendo.
—Ni se te ocurra—avisé cuando ya estábamos adentro y se acercaba a un aspersor.
—Dale, no seas ortiva Acieta—me volvió a tironear pero fue en vano porque ni me moví, parecía que había pegado los pies al campo—¡Nahuel ayudame!
Me estaba empezando a enojar por la insistencia de la morocha y antes de que pudiera decirle algo sentí unas manos en mí cintura, me di la vuelta encontrandome con Nahuel y todo el equipo.
—Metete abajo porque lo hacemos nosotros sino—advirtió el morocho con un semblante serio, intenté reprimir una sonrisa porque me causaba gracia cuando se hacía el enojado.
—Ahora que tenés diez te haces el grande—lo burlé y escuché la risa de un par de sus compañeros de fútbol.
No acotó nada al respecto y me arrastró hasta el aspersor haciendo que me deje de reír al instante cuando el agua tocó en mí cara, me di la vuelta y empecé a perseguir a mí amigo.
Cuando agarre a mí amigo nos empezaron a llamar ya que nos iríamos a comer a un restaurante para festejarle en cumpleaños al morocho.
—Después no te libras—advertí con mí dedo índice haciéndolo reír—No me hables.
—Dale Acie—se acercó el morocho y me intento abrazar, pero fue en vano porque lo aparte.
—Ahora me voy con Paulo—avisé mientras caminaba hacia el castaño, el cual estaba distraído ya que estaba hablando con dos de sus compañeros, me acerque a él y lo abracé por la espalda. Se giró un poco para mirar quien era y esbozó una sonrisa bien amplia al verme—Estoy enojada con Nahuel.
Rió, —Vení—se dio la vuelta y me abrazó, apoye mí cabeza en su pecho y de reojo vi como se acercaba mí amigo.
—¿Ah ya me cambiaste?—se quejó este, escondí la cara en el pecho de Paulo el cual estaba todo mojado por el aspersor para intentar no reírme por los reclamos de Nahuel.
—¿Que le hiciste?
Levanté la cara del pecho del ojiverde y giré la cara para ver el morocho quien me miraba con cara de enojo, intente no reírme porque las caras que hacía eran épicas.
—Obvio, si Paulo es mejor que vos—acoté antes de volverme acurrucar en el pecho del castaño y lo abracé un poco más fuerte, al instante sentí que el hizo lo mismo.
Siempre pensé que tus brazos eran el mejor sitio del mundo Paulo, y lo eran pero cambiaste tanto...
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