Capítulo 3| S - DISPONIBLE EN LIBRERÍAS

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Stephen

¡Carajo! Había hecho lo que tenía planeado. Todo había salido como lo imaginé pero no contaba con que su mirada y su rostro llenos de tristeza hicieran estragos en mí. Desde que ingresó a ese comedor pude observar que traía un papel en sus manos.

A juzgar por la pequeña sonrisa que expuso, podría jurar que ella esperaba que su padre mencione que su hija se había graduado. Y cuando vio que era todo lo contrario, que sólo presentaba a su nuevo socio, su mirada cayó al suelo. Sus hombros bajaron al igual que sus brazos a los costados. Pero intentó mantener su postura de la hija perfecta.

Hasta que decidió retirarse sin que nadie lo notara, por supuesto, yo no había despegado la vista de ella. La bruja de su madre solo se dedicaba a tomar y reír con sus amigas mientras que el maldito cerdo de William me presentaba a los demás.

Cuando tuve la oportunidad de escapar, utilicé la vieja excusa de ir al baño. Subí buscando su habitación y poder encontrarla. Hasta que abrí una tercera puerta y allí estaba ella. Llorando y contemplando ese maldito pedazo de cartón sobre su regazo.

No se había dado cuenta de que la estaba observando hasta que como idiota abrí aún más la puerta, diciéndole que me había equivocado de puerta. Ella se secó rápidamente sus lágrimas y dejó el papel a un lado para permanecer de pie frente a mí.

¡Mierda! ¡No pude! ¡No pude ser un completo imbécil con ella! No merecía lo que sus padres le hacían. Fue la mejor de su curso y obtuvo un promedio increíble. Durante todos estos meses que estuve espiándola, sé que no es cómo cualquier otra chica.

Sus padres en verdad deberían de sentirse orgullosos de ella y no ignorarla como lo hacen. ¡Maldito William! ¡Haré que pague por cada una de las personas que lastimó! ¡Haré que su propia hija lo odie!

Ahora me encuentro yendo a su casa para llevarla a un lugar dónde espero poder hacerla reír. Al ingresar una muchacha me atiende diciéndome que Camila no se encontraba, que había ido un lugar donde por lo general siempre pasa sola. Con un poco de soborno pude lograr que me dijera dónde y me dirigí a ese lugar. Esa niña vendrá conmigo aunque no quiera.

Debí de imaginar que algo así podía hacer pero donde sea que esté me la llevaré, tiene que saber que no estaba bromeando. No puedo creer el lugar dónde se encuentra. Estaba llegando a dónde me había indicado la muchacha. Camila se encontraba  en el cementerio.

Ingresé a pasos lentos y con un poco de pesar,buscándola. ¿A qué vendría aquí? En todas las ocasiones que me permití observarla sin descaro alguno sabía que ella era especial. Pero durante estos meses no la había seguido hasta aquí. Ella no había venido hasta este cementerio durante estos meses.

Conocía cada uno de sus movimientos, cada lugar al que iba, las amistades con quienes frecuentaba y que por cierto no son muchos. Hasta sé de sobra que ese niñato de mierda ya no es nada de Camila, ella misma me lo confirmó esa noche. Creí saber todo de ella, ahora con esto he quedado realmente sorprendido.

Cuándo al fin la encontré, pude visualizarla sentada sobre el pasto al lado de una lápida. Me acerqué sigilosamente intentando escuchar lo que decía, pues al parecer conversaba con la persona, o bueno con los huesos de lo que antes era una persona y ahora se encontraba enterrada allí.

— Ojalá pudieras estar conmigo, tú hubieses estado feliz por mí. Sé que tú si me hubieses escuchado y regalado un abrazo— su voz se fue apagando y sus hombros comenzaron a temblar. Estaba llorando de nuevo— ¿por qué tuviste que irte? ¿Por qué me dejaste abuela?

No sabía que hacer. Tampoco quería incomodarla pero cuándo intenté dar media vuelta, pisé una rama ocasionando que ella se percatara de mi presencia y se levantara inmediatamente para mirarme con asombro.

Lista para amar - DISPONIBLE EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora