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Antes de empezar: recuerden que la Fanfic está ambientada en el 2004.

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Desperté en la mañana. Sabiendo que no era solamente el 20 de Agosto, era el cumpleaños de Andrew. Sentí una especie de emoción, no sé por qué.

Bajé en pijama a comer. Logan y Sarah estaban en la cocina, mordisqueando algo que alguno de los dos había comprado temprano por la mañana, así que me uní a la comitiva del desayuno.

Hacía mucho tiempo que no desayunábamos todos.

Pero al rato llegó Kate y lo arruinó todo. Bien Kate, así se hace.

-¿En serio te comes todo eso?-Dijo ella señalando mi plato.

-Sí, ¿por?-Contesté yo, con la boca llena y encogiéndome de hombros.

-Pues... Es mucha comida.-Me dijo con una expresión bastante patética.

-¿Y?

-Sólo digo... No se ve muy bien que una chica coma tanto, a los hombres por lo general no les gusta eso. Además no creo que quieras engordar, con un chico como el que vino a buscarte el otro día, no te aconsejo hacerlo.

La miré con cara confundida. En mi interior respiré profundo, conté hasta 10 y aún así sentía unas ganas furiosas de golpearla. Porque 1) No me importa qué carajos les guste a los hombres que una chica haga o no. Una chica puede comer y hacer lo que ella quiera y punto, no para complacer las preferencias de alguien más.

2) ¿Estaba hablando de Andrew? ¿Andrew? ¿Mi Andrew? No sabe nada de él. No le interesa nada de él. No quiero ni siquiera que lo nombre. No a él.

Y 3) No quería consejos de ella. Ni siquiera quería hablarle.

Pero entonces Logan y Sarah se levantaron de la mesa y yo, apresurándome a meter lo que quedaba en el plato en mi boca, les seguí rápidamente y le dirigí una sonrisa falsa a Kate, con la boca llena de comida y mantequilla alrededor de mis labios, justo para disgustarla. Y bueno, lo conseguí.

Acepté a que Sarah me pintara las uñas de las manos y de los pies, mientras me contaba acerca de su vida universitaria. No me aburrí ni me distraje, por el contrario, la escuché sin decir palabra y me divertí con las historias del lado rompe corazones de la familia. No solíamos ser muy unidas, nunca lo fuimos de hecho, pero se sentía bien hablar con ella de vez en cuando. Seguía siendo mi hermana después de todo, ¿no? Algo bueno tenía que salir de ahí.

Pasé el resto de la mañana escribiendo. Me gustaba escribir pequeñas cosas, a veces. Opiniones más que todo, sobre algunas personas, libros, películas,... A veces escribía de mis sentimientos, pero no demasiado porque, a decir verdad, la poesía no se me daba mucho.

El reloj dio las 10:45 y sonreí ingenuamente, pensando en el itinerario del día.

Abrí mi closet. Empecé a buscar qué ponerme. Usaría un vestido, ¿por qué no?

No podía usar el azul, me lo había puesto recientemente. Tampoco me podía poner el negro, aunque era uno de mis favoritos, lo vestía muy seguido. Después de un rato, ¡bingo! encontré un vestido de flores en las profundidades del armario, uno que jamás había usado. Era muy bonito.

Me maquillé lo suficiente como para verme bien, también me arreglé un poco el cabello, pero nada exagerado.

Estaba en frente del espejo. Ese era mi reflejo. Debajo del maquillaje y los arreglos, había algo que nunca me había cuadrado completamente: yo. Nunca lo suficiente bonita, o social, o lo que sea. Nunca la nota más alta en matemáticas o en ciencias, nunca la mejor. Siempre con la mente en quién quería ser y no en quién era realmente.

It's a good morning Mr. GarfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora