8-El Doctor Caín

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—¡¿Cómo que herida?!— Digo sobresaltado ante este repentino comentario. El me hace señas que baje la voz, y que aún no ha terminado de decir su mensaje.

—Sus pies están sangrando.—Al decir esto hecho un vistazo a la protagonista de nuestro secreto, quién se encuentra sirviendo los platos, pero la mesa impide que yo mismo observe el daño.

—¿Como lo sabes?— Digo a su mismo tono de voz.

—Porque se le vé.

—Secretos en reuniones es de mala educación—. Interrumpe en voz alta Vanesa y ambos dejamos el cuchicheo.

Veo como la maestra se aleja rumbo a la casa y el niño que hace momentos estaba conmigo va a su lado, así que después de esperar al menos 5 minutos y con excusa de ir al baño, tomo el mismo camino que los dos primeros, por lo que al llegar al interior de la casa, me encuentro con la sala solitaria al igual que la cocina pero al salir de ella veo a Rodrigo con un pequeño maletín.

—¡Hey!—Digo al verlo en el piso de arriba.

—¡Tío me asustaste!— Dice sobresaltado al verme al pie de la escalera.

—La maestra está en mi cuarto, le dije que quería mostrarle mis trabajos y la dejé allí. Si está herida. 

Subo los escalones de dos en dos y enseguida estoy con él.

—¿Eso es para ella?— Digo señalando el pequeño maletín en sus manos.

—Si, Mamá lo usa para cuando me caigo y sangro de las rodillas, pero no me gusta la sangre.—Dice avergonzado.

—Si quieres yo la puedo ayudar.—Digo como quién no quiere la cosa.

—Me parece bien, tómalo. Yo estaré fuera.

Así que recibo el botiquín de primeros auxilios y veo como el pequeño niño baja las escaleras. Por lo cual, una vez solo y con un encargo pendiente.
Otro con respecto a la misma mujer.

Voy a la habitación azul, con el Goku pintado. Una vez en frente de la puerta toco y abro para efectivamente encontrar a la pelirroja frente a un pequeño escritorio lleno de papeles.

—Bolívar solo se casó con María Teresa, Manuela era digamos.. su N... Perdón pensé que era Rodrigo.—Dice al voltear y encontrarme allí.

—Creo que se fue y me dejo a cargo de ti.

—¿De mí?—Dice sonrojada.

—Sí, ven siéntate.

—Francamente no entiendo que haces tú aquí con eso ¿Estás herido?

—Yo no.

Al ver que no se mueve de su lugar y me mira como si estuviese loco, voy a su lado y la tomo de su mano ignorando su cercanía y la llevo a la cama. Es aquí donde me doy cuenta que efectivamente cojea como si tuviese algo en los pies.

Una vez sentada, acerco un pequeño banco de jugar de Rodrigo y me siento en el, tomo uno de sus pies y lo coloco en mi regazo

—¿Qué haces? Yo creo que no deberías hacer eso—Dice mientras trata de alejar su pie de mi agarre.

—Rodrigo dice que estas herida y eso le preocupa, así que me envió a revisar.—Diciendo esto al quitar su zapato veo que efectivamente su pie está sangrando en el empeine y detrás del tobillo.

—Veo que estoy destinado a dañarte cada vez que puedo.—Digo en voz baja.

—Soy número 37—Susurra y recuerdo que el zapato que la vendedora me dió fue dos tallas menos.

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