Al abrir los ojos, caigo en cuenta de quien está a mi lado, así que deposito un suave beso en su frente y al hacerlo ella balbucea algunas incoherencias.
Hermosa, habladora y adorable.
Me levanto y después de una ducha rápida voy a la cocina para encargarme de los platos de anoche, abro la nevera para ver qué puedo hacernos de desayuno. A pesar de que tenemos tiempo saliendo, y de que Elisa se empeña en enseñarme a cocinar, no puedo decir que estoy especializado en comida. Estoy sacando algunas cosas que ella precisamente compró cuando suena el timbre, dejo un paquete de harina de trigo en el mesón y me dirijo a la puerta, al abrirla me sorprende encontrar a una familiar mujer en el umbral.
-Muy Buenos días. Dice Rosa mientras me observa de arriba abajo.
-¿Qué haces aquí? Digo pero ella no responde, si no que me aparta y entra directamente a mi sala. Mientras lo hace veo que lleva un pijama muy revelador, que deja ver su piel cobriza. En otra ocasión me hubiese detenido en este pequeño detalle pero ahora soy un hombre con novia.
Con una novia, que en este preciso momento debe estar a punto de despertarse y venir.
-Nunca te había visto con gafas pero no puedo negar lo guapo que te vez con ellas.
-¿Necesitas algo? Pregunto mientras cierro la puerta y me dirijo al lugar donde está pero mantengo las distancias entre los dos.
-Amor es que tengo mucho tiempo sin verte, es mas hasta pensé que te había mudado por eso vine y no sabes la alegría que tengo por verte aquí. Dice acercándose a mí.
-Deberíamos ponernos al día por todo el tiempo perdido. Mi cama te extraña. Dice mientras recorre mi abdomen con su dedo índice.
-Buenos días. Nos sorprende la voz de Elisa, quien en este momento aparece en la sala.
Ambos la miramos y enseguida me aparto del toque de Rosa. Veo a Elisa venir hacia donde me encuentro y está tal cual con mi camisa puesta, la veo y se ve hermosísima con su cabello lacio y suelto hasta la mitad de su espalda.
Viene hacia mí y pensando en que me formara en un momento a otro un escándalo, por la otra mujer en mi sala, veo como se acerca y me toma por el cuello para bajarme a su altura y besarme profundamente.
Siento sus labios en los míos y enseguida su lengua me invade la boca, respondo al beso y me sorprendo porque no es común esta muestra de cariño y más en compañía de alguien más. Al separarnos la miro a los ojos y denoto picardía en ellos.
-Rosa, ella es mi novia Elisa. Elisa Rosa. Digo sin despegar la mirada de mi novia.
-Un placer. Dice pero ella si rompe nuestras miradas, para acercarse a la morena y tenderle su mano. Veo a una Rosa con la boca abierta por nuestro "buenos días" estrechándole la mano.
-No... no sabía que estabas acompañado.
-Vivimos juntos. ¿Necesitas algo? ¿Azúcar, Leche o café? Déjame decirte que mi prometido y yo estamos a la orden por cualquier cosa que necesites. ¿Tú eres la vecina de abajo? Si es así, puedes venir las veces que quieras, tu si, Caín me dice que la vecina de arriba es una fea mujer que vive viniendo a su puerta, y eso le molesta. Pero tú puedes venir. Rosa se queda estupefacta por lo que acaba de oír, y enseguida se dirige hacia la puerta en ningún momento aclarando que ella es la que vive en el piso de arriba.
-La verdad es que no era nada. Me voy para que puedan desayunar. Adiós Caín.
-Adiós Vecina. Contesta Elisa mientras ve como cierra la puerta.
Una vez solos y esperando una serie de preguntas por parte de Elisa quien en este momento camina hacia la cocina me acerco a ella.
-La verdad, es que no sé por qué vino. Me defiendo.
-¿Que? Dice sacando algunas frutas de la nevera.
-Que no se qué hacía Rosa aquí.
-Aaaaahhh ella. ¿No quería azúcar? Dice distraída mientras coloca en la licuadora harina de trigo y comienza a pelar algunas bananas, veo como las coloca en el vaso. Me doy cuenta que está extraña, así que pruebo en hacer un comentario que me dirá exactamente su estado de ánimo actual.
-No.... bueno si... un poco de cariño. Digo y veo como levanta la mirada y me señala con el cuchillo en su mano.
-¡Ni se te ocurra! Amenaza y ante este comportamiento normal me rio.
-¿¡Que!? Hay que ser buen samaritano. Siempre lo dices.
-Con esa que te mira como si quisiera comerte ¡NO! es una descarada Caín, vi como te miraba y no conforme con eso escuché lo que te decía. Apuesto a que le calentabas mucho la camita a la negra esa.
-Es morena. Aclaro. Sabiendo que le molesta que describa el tono de piel de otras mujeres, entre sus inseguridades se encuentra que según ella, me gustan todas las mujeres menos ella. Las pelirrojas.
La veo en esta nueva faceta suya y me encanta como se ve celosa, la veo cortar algunas frutas con rabia y me rio fuerte. Camino hacia donde esta ella y la abrazo por la cintura mientras beso su hombro. Ella trata de zafarse de mi agarre pero no lo permito, le quito el cuchillo de la mano y le doy la vuelta para quedar frente a frente.
-Te amo. No tienes por qué ponerte así. Ella es pasado, y ahora tu eres mi presente, mi prioridad además de mi prometida por supuesto, así que no tienes porque ponerte celosa.
-¿¡Yo celosa!? Nada que ver...
-Si, si lo que usted diga.
-¿Dormiste bien? Digo cambiando de tema mientras beso su mejilla.
-Muy bien hasta que cierta vecina tuya llegó. Dice mientras recorre mi abdomen con su mano.
-¿Te he dicho lo guapo que te ves con esos lentes?
-No, no me lo habías dicho.
-Pues óyelo muy bien. Te ves muy guapo con lentes y que sepas que Te amo.
-Yo te amo más. Agrego porque es la verdad.
Nos damos formalmente los buenos días y luego ambos nos ponemos a preparar el desayuno olvidando la visita de mi vecina, quien meses atrás si me calentaba la cama pero que ahora no significa nada en mi vida.
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Juego Del Destino
RomanceQue se llame Caín no es un buen presagio... Caín Baptista es un hombre de 33 años de edad, alto, moreno, y quien se desempeña desde hace 10 años aproximadamente en el Centro de Inteligencia Científica y Penal de su País. Según sus propias palabras...