4- Obsequio

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Esta mañana como las veces anteriores soy el primero en llegar al comando, con mi café en mano, veo como Roberto llega a la sala, pero lo que aún me extraña, es ver la misma caja que llevaba Rodrigo ayer en la tarde, cuando salió de la tienda:

—¿Dónde es la fiesta?—Pregunto mientras lo veo depositar el regalo sobre la mesa.

—Si, pero hoy tengo un encargo que hacer.

-Adivino que el encargo, te lo dejó un pequeño con rizos llamado Rodrigo.

—En realidad si, y si no lo hago hoy se enojará.— Dice mientras se sirve una taza de café y toma asiento a mi lado.

—¿Tienes la dirección y todo?

—Sí y de hecho no está tan alejado, en un tiempo libre que tenga esta mañana iré a llevarlo.

Después de la llegada de los demás compañeros, nos notifican una conducta anormal en los calabozos 1 y 2 de caballeros por lo que la mayoría presente en el lugar nos dirigimos allí, y al llegar vemos a los custodios alterados.

—¿Qué fue lo que pasó?—Pregunto al hombre moreno en frente de mí.

—Encontré un teléfono celular en la celda de esos malditos.

—¿Y no sabes cómo entró?

—No, a lo mejor alguna visita.

—O alguno de nosotros los pasó—Agrego.

—Eso también lo pensé, pero igual mandé a suspender las visitas de esta semana.
—Bien hecho, si quieres te averigüo como entró el móvil a la celda.

—Hazlo. Hace menos de un mes se les encontró uno y si ellos creen que esta vaina es un hotel cinco estrellas, están muy equivocados.

Ambos comenzamos a interrogar a cada reo para así saber cómo entro el móvil. No hemos encontrado ninguna información, cuando decimos tomar un receso.

Al ver la hora son casi las 2 de la tarde y mi estómago ruge del hambre.

—¿Rato agradable con los reos?— Pregunta César, un compañero mientras me ve entrar a la sala.

—Muy agradable—Digo mientras saco una botella de agua y abriéndola, la vacío de un solo trago.

—Me dijeron que acabas de salir—Dice Roberto entrando a la sala

—Necesito un enorme favor Caín.

—Si está en mis manos.

—Claro que está.

—Soy todo oídos.

—Esta tarde me ocuparé en el rastreo de un distribuidor de drogas en una escuela secundaria.

—¿Y quieres que te vaya por ti?—Inquiero.

—No. Quiero que me suplantes en la entrega del obsequio de Rodrigo a su profesora. Y al oír esto, veo que es lo que me faltaba.

-—¿Y no lo puedes entregar mañana?— Pregunto mostrando fastidio en mi cara por lo que acaba de pedirme.

—No hermano, porque si ese chiquillo me ve llegar de nuevo a casa con esa caja se enojará conmigo.

—Puedo llevármela a casa.

—Eres un desgraciado Caín, es un niño.

—¿Desgraciado yo? Si es tu hijo.

—¿La llevarás o no?—Ante su pregunta, veo que no me queda de otra, así que decido que en un momento que tenga esta tarde lo haré.

—Está bien, yo lo entregaré, pero con una condición.

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