23- Malentendido

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De repente me despierto y siento que una mujer me besa apasionadamente. 

¿Elisa?

Sé que entre ella y yo solo hubo un beso, y ese día logré distinguir timidez en el, pero esta vez es alguien con más experiencia. Hago esfuerzo por apartarme y abro los ojos, pero todo se encuentra oscuro, reconozco el olor que me llega a las fosas nasales y sé que es más fuerte que el de Elisa.

—Shhh.— Oigo que dice la mujer cuando trato de separarme.

—Eli q...

—¿Eli? —Dice esa voz y a pesar de mi atontamiento, se quién es la dueña de ese tono.

—Rosa, ¿Qué haces aquí?

—Bebé— Responde esta.

—¿Qué haces aquí?— Insisto.

—Vi tu camioneta salir y pensé que estabas fuera así que pensé que podría venir y darte una sorpresa, pero lo que no sabía es que la sorprendida seria yo.

—Volví esta tarde.— Digo con voz ronca.

—Pues te extrañé todo este fin de semana— Dice mientras se cierne sobre mí y ahogo un quejido.

—¿Estas sin ropa?— Pregunto al sentir mucho contacto de nuestras pieles.

—Tomé una camiseta tuya— Dice en voz baja mientras toma el lóbulo de mi oreja entre sus labios.

Un estremecimiento recorre mi cuerpo cuando esta mujer se apodera nuevamente de mis labios, pero lo que en realidad quiero es que se vaya para así poder descansar. Y de repente como si escucharan mi deseo, suena el timbre.

—Yo voy. —Digo y trato de levantarme, pero ella lo hace antes que yo.

—Iré yo y vendré para terminar lo que comenzamos.

Aquí solo pienso en que quiero descansar y dormir, pero no sé por qué demonios esa mujer está aquí y un pensamiento sobre Elisa me hace preguntar si llegó o ya se fué a su casa.

—¡Ey! —Digo de repente cuando la luz me cega al ser encendida.

—No sabía que estabas enfermo.— Dice Rosa al entrar.

—No me diste tiempo de decirte—Confieso apartando mi brazo de los ojos y al acostumbrarme a la luz, la miro de pie solo con mi camisa y sus piernas descubiertas.

—Pues. Lo que dijo la joven afuera es que ya sabe lo que tienes y es Lechinas.

¿Joven?

—No sé de que hablas—. Digo sin comprender nada.

—La pelirroja de afuera te dejó un encargo en la puerta y medicación para esa enfermedad.

Amor la verdad es que... Tengo que irme...Perdón por dejarte solo pero... Pero aún no me ha dado esa cosa así que me iré y que te recuperes pronto.

—Espera ¿Quién llamó a la puerta?—  Pregunto sentándome de repente y obviando el dolor en mi cuerpo.

—Una pelirroja— Dice mientras se despoja de mi camisa y se coloca una bata de baño.

—¿Pelirroja?

—Si pero ya se fue.— Dice Rosa saliendo de la habitación.

Elisa.

Me levanto rápidamente al comprender todo y obviando la protesta de mi cuerpo, salgo corriendo a la sala e ignoro a Rosa saliendo de mi apartamento, no sé que me dice al momento, pero abro la puerta esperando encontrar a Elisa en el pasillo, y se me cae el alma a los pies cuando veo que no es así. No lo pienso dos veces y bajo corriendo las escaleras.

Al salir a la calle veo que está lloviendo a cantaros y solo una figura llama la atención a unos metros de mí.

—¡ELISA!—Llamo—¡Ey!—Grito y el ruido de la lluvia apaga mi llamado.

Corro por la acera en su dirección y al llegar a su lado la tomo de la mano y la giro hacia mí. A la vista veo que algo en su cara cambió y me mira con los ojos de par en par.

—¿Qué haces aquí?—Pregunta.

—¿Te ibas sin despedirte de mí?— Digo y es lo más absurdo que he dicho en mi vida.

—No quise interrumpir. Y al decir esto veo que no me ha mirado a la cara.

—No lo haces. Perdón pero...

—Caín de verdad no te preocupes, me alegra que no estarás solo estos días y que tu novia te acompañará.

—¿Novia? No ella...

—No deberías estar empapandote—Me regaña—Ve y sube.

—¿Te irás sola? Déjame llevarte.

—Tomaré un taxi en la próxima esquina, así que tu sube y guarda reposo.

—De verdad yo puedo llevarte.

—¡NO! Estoy bien y gracias. —Dice mirándome seriamente y veo como se le forma una extraña arruga en el entrecejo que no había visto en ella.

Elisa se libera de mi agarre y se aleja, me quedo allí como un idiota dejando que ella se vaya y empapándome hasta los huesos. La veo cruzar la esquina y demoro unos cuantos minutos, hasta que los dientes me castañean. Me dirijo nuevamente al edificio y una vez en mi apartamento me ducho con agua tibia, me coloco ropa seca y al ir a la cocina veo una especie de bolsa reciclable sobre el mesón, al abrir veo que son unos recipientes de comida, abro uno y un delicioso aroma inunda mis fosas nasales, pero en este momento no me apetece comer.

Apago las luces y voy a la habitación, oigo como algunos relámpagos se descargan fuera y pienso en Elisa. Pienso en la jóven momentos atrás y me reprendo por dejar que Rosa abriera la puerta.

¿Novia?

No, nunca he tenido una novia, así que es imposible que mi vecina estuviese en ese lugar, aunque, pensando en Elisa, en la hermosa pelirroja no niego que quisiera algo más entre nosotros. En el futuro
quizás un noviazgo.

Dejo que esa idea ronde en mi cabeza después de acostarme y en todo momento de mi sueño ella es quién viene a visitarme tan hermosa con su sonrisa.
Una sonrisa que pone mi corazón a latir de prisa.
Una sonrisa que le devuelve el color a mi vida gris.

Juego Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora