20- Secretos

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Ante su confesión no puedo evitar sentirme un desgraciado con mucha suerte. No sé que tiene ella que quiera que todas sus primeras veces fuesen conmigo.
Al ver que estoy solo me doy cuenta que me toca saltar, veo todas las cabezas emergidas.

Están locos, pero más estoy yo al seguirles la corriente.

Me acerco mas a la orilla y pienso sobre lo que diré, pero una idea de corresponder a la confesión de Elisa viene a mi cabeza, pero la saco de allí y me lanzo a algo que si hice.

—Yo fui quién emborrachó al señor Ezequiel—Confieso y es la verdad, esperaba en todo momento la hora de que alejara a ese tal Néstor de Elisa. Aunque Pero mi plan falló en el momento en que lo subieron a su habitación ebrio.

Me lanzo al vacío y en el momento en que entro en contacto con el agua siento la temperatura un poco fría, pero bastante agradable, emerjo y me encuentro a todos mirándome y riéndose por lo que dije. Doy unas brazadas y llego hasta donde se encuentran ellos, no sé que hacer después de la confesión de la pelirroja, pero en este momento uno de los muchachos toma la palabra.

—Elisa Cristina Villasmil necesito que me aclares eso de "Nunca nadie me había besado así hasta esa noche".

—También yo necesito saber eso— Contesta Jean.

—¡¿QUÉ?! Yo no estoy cuestionando sus confesiones, la de ninguno y créanme que debería de reprenderlos por lo que me hicieron, pero no lo haré así que no daré explicaciones.

—Es broma ¿Cierto?—Pregunta Jean y veo como Elisa se sumerge hasta el fondo para salir nuevamente un minuto después.

—Toda la noche te estuvimos observando y con el único que estuviste fue con ese bobo amigo tuyo.
Mierda.

Al oír esto me doy cuenta que quizás se besó con ese idiota.

Ojala no...

—Piensa lo que quieras, Fabricio.

No sé de lo que hablan, pero siento un sabor amargo en la boca de solo imaginarme a ellos dos besándose, trato de alejar esa imagen de mi mente porque de repente siento celos.

Si celos algo que nunca había sentido y esto también es nuevo desde que esa mujer llegó a mi vida.

—¿Caín? ¿Distraído?—Pregunta uno de los jóvenes.

—¿Perdón?—Digo saliendo de mis pensamientos.

—No te sientas mal, también yo le dí licor a mi tío.

—Muy gracioso. Mañana amanecerá con un gran dolor de cabeza por su culpa.

—Mañana podemos celebrar la octavita y así se le pasa rápido. Deberías de quedarte con nosotros y no irte nunca.

—Como si fuera tan fácil. Aunque —Dice pensativa— últimamente lo he pensado.

—¿Por qué lo dices? ¿ellos se acercaron a ti?—Pregunta Ender y no sé a lo que se refieren.

—Es solo un decir—Susurra—Está muy cálida el agua. —Agrega esta vez y de nuevo siento que hay algo referente a un asunto que nadie de esta familia quiere decir.

Nos la pasamos un buen rato en el agua y sin duda es muy agradable nadar a esta hora de la noche. Veo como los jóvenes Villasmil bromean entre si y en todo el rato bromean con Elisa y esta también lo hace.

No sé cuanto tiempo ha transcurrido cuando oímos que Elisa estornuda tres veces consecutivas y noto como sus primos se miran entre ellos.

—Se me olvidaba que esta pelirroja se resfría de nada. Es mejor irnos.—Dice Jean.

—Eres como un pavo chiquito. Así que antes de que mañana amanezcas enferma es mejor que salgas.—Indica esta vez Ender.

Elisa no dice nada y sale para vestirse mientras nosotros hacemos lo mismo y en todo momento me ronda algo en la cabeza con respecto a la confesión de hace rato.

Después de quitar todas las luces y cables del lugar, oigo como Fabricio y Jean se llevan el auto que iluminaba el lugar, además del alumbrado, Esta vez Ender es quien lleva a la pelirroja en su espalda. Va vendada al igual que como la traje. La oigo reírse a carcajadas por algún comentario de alguno de sus primos, mientras guardo silencio todo el trayecto a casa. Siguen riéndose y hablando sobre algunas travesuras de niños y después de un tiempo estamos en el patio de la casa, la dejan en la puerta principal y esta vez ya no se oyen voces como momentos antes de salir.

—Antes de entrar queremos darte las gracias por venir, no sabes la falta que nos haces aquí.—Oigo que dice Jean y decido quedarme a un lado de donde ellos están.

—No me hagas esto.— Responde la joven con voz quebrada.

—Tenía que decirlo, yo fui uno de los que se molestó mucho cuando te fuiste a la capital y de hecho nunca me despedí.

—Lo sé. Y no te culpo—Sabes que yo tampoco me quería ir.—Desde donde estoy veo como una lágrima se desliza por la mejilla de Elisa mientras habla con su primo.

—Siempre maldigo a esa gente Eli, porque es la culpable de que ya no estés con nosotros.

—Yo los odio mas.—Responde en un sollozo.

—¿Puedo ir a visitarte?

—Las veces que quieras. La casa de Caracas también es de ustedes. Así que no tienes ni siquiera por qué preguntar.

—Gracias, te queremos mucho.

—Y yo a ustedes. —Responde—Asi me hayan embriagado a mi papá. Ahora entremos porque me enfermaré.

Pavo chiquito.—Dice Ender.

—Idiota. —Responde ella.

—Sube tu nosotros tenemos hambre así que pasaremos a la cocina.

—Recuerden dejar algo para mañana.

—Lo recordaremos.—Los demás también coinciden lo mismo, así que con un apretón de manos me despido de cada uno de ellos y enseguida se alejan por la otra puerta.

—¿Subimos?—Pregunta esta vez para mi y la veo limpiándose el rostro y extendiendo su mano hacia mí, yo la sujeto y subimos los escalones poco a poco.
Esta vez la casa está a oscuras, pero en ningún momento Elisa suelta mi mano.

Al estar frente a su habitación ambos nos miramos, pero es ella quien rompe el silencio.

—En el río—Susurra— fuiste tú. Entre Néstor y yo no pasó nada—Confiesa y yo no digo nada—Buenas noches, Caín—Luego de lo que acaba de decir deposita un rápido beso en mi mejilla y entra a su habitación.

Yo me quedo allí, como un idiota pensando en lo que acabo de oír y sé que por esto que entre ella y el imbécil de su amigo no ocurrió nada. No sé por qué, pero el simple hecho de saberlo hace que quiera gritar de felicidad.

Una vez dentro de la habitación no se me puede borrar la sonrisa de idiota que tengo. Ni siquiera me despojo de la ropa, solo me quito los zapatos y voy a la cama para que el poco licor que ingerí esta tarde me pase factura y me haga descender al mundo de los sueños, pero mi último pensamiento está dedicado en la joven que duerme al otro lado del pasillo.

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