La mañana siguiente, despierto en la sala. No sé en qué hora de la noche me quedé dormido, pero el dolor de mi espalda me indica que fue rápido.
Me levanto y después de desechar las latas vacías de cerveza en el bote de basura, me dirijo al baño para una ducha rápida, observo que son las 8 de la mañana. Me visto tomo las llaves del auto y salgo en busca de un desayuno. No sé cuanto he recorrido pero cuando estoy esperando el cambio de luz, recuerdo el momento incomodo entre Elisa y yo por la radio , mientras espero, la enciendo y en este momento suena un especie de noticiero indicando que efectivamente la siguiente avenida está cerrada.¡Maldición!
Tomo un desvío y cuando estoy próximo a pasar un semáforo, dos malditos jóvenes pasan corriendo delante del auto, pongo en marcha la camioneta hasta que de repente veo una silueta, por lo que al frenar me doy cuenta que alguien está en frente de mi parachoques con los ojos de par en par, unos ojos que para el poco tiempo que los he visto puedo distinguir efectivamente el tono exacto de verdes que son.
Elisa.
Al comprender quién es, salgo enfurecido y me enfrento a ella.
—PERO ¡¿QUÉ MIERDA TE PASA?! ¿A CASO QUIERES QUE TE MATE?—Digo sin importar que nos miren al rededor—¡¿QUE CREES QUE HACES?! —Grito a su lado.
—¡NO ME GRITES! ME ACABAN DE ROBAR—. Dice en el mismo tono de voz que yo.
La observo y distingo poco a poco como su caras se torna roja, me desvía la mirada y se en este momento que por la forma en como respira está llorando. Ignoro las bocinas que me indican que estoy obstaculizando la avenida y en dos zancadas estoy a su lado.
—Ven—Digo tomándola por el codo y ella no ser resiste. Caminamos juntos hasta subir al auto y en todo momento pienso que esto es una locura.
Una vez ocupado mi asiento nos alejamos del lugar y me estaciono en una pequeña cafetería ubicada unas cuadras más adelante, de esas que tienen sus mesas a un lado de la calle.
Soy quién se baja primero, rodeo el auto por enfrente, voy hasta su lado y abriendo la puerta le ofrezco mi mano para que baje, ella no la acepta y baja primero, así que sin decir ni una palabra cierro la puerta y voy unos pasos detrás. La veo tomar asiento en una mesa un poco alejada de la orilla. Me ubico frente de donde está y enseguida un hombre viene a atendernos. Ordeno dos tazas de café y veo como me mira directamente
—No tengo dinero para pagar—Dice sin titubear.
—El de la señorita con leche.— Agrego recordando que esa vez en su casa lo tomó así.
—¿Te encuentras bien?—Pregunto—¿Qué fue lo que ocurrió?— Insisto acercando mi silla a su lado.
—Estaba a punto de irme de viaje y ... y llegando al terminal de pasajeros cuando de repente—Veo como cierra los ojos y niega— dos hombre se acercaron y me... Me quitaron el bolso, mi maleta y se fueron corriendo... por más que pedí ayuda... nadie lo hizo.
Veo que comienza a llorar nuevamente y no sé por qué demonios quiero ir en estos momentos en busca de esos malhechores y... Y matarlos por hacerle esto a Elisa.
—Tranquila lo importante es que estas bien—Digo atrayéndola en un abrazo para que se calme.
—Se llevaron, mi dinero, mis tarjetas.
—Tranquila. Siento mi comportamiento anterior.
En este momento llegan nuestros café y Elisa se aparta de mí y se seca rápidamente las lagrimas para que el mesero no la vea, pero sé que cualquiera que vea su aspecto sabría que no está bien. La veo fingir una sonrisa mientras da las gracias y después que el hombre se retira, ella toma dos cucharadas de azúcar y las agrega a su café, yo por mi parte lo tomo negro y con una sola de azúcar.
—¿A dónde ibas?—Pregunto mientras la veo llevar su taza a los labios.
—Quería aprovechar el fin de semana largo para visitar a mi familia.
—¿Vas a San Fernando?
Asiente un poco más calmada y recuerdo que efectivamente este lunes es festivo por alguna fecha patria que no sé.
—¿Querías?—Pregunto mientras tomo una servilleta y se la paso.
—Sin dinero no puedo ir a ningún lado.— Responde mientras la recibe y se seca los ojos. Sé que es una locura pero de repente una idea se me viene a la cabeza.
—Yo te puedo llevar— Suelto.
—¿Es en serio?—Dice y se ahoga con el café.
—Iré contigo.
—No— Niega mientras respira profundamente.
—Claro que sí. Tienes que buscar más ropa, colocar la denuncia e irnos, ¡Ah! Y llamar al banco para bloquear las tarjetas. Así que toma tu café y vamos.
Dicho esto tomo mi café un poco frío para mi gusto, lo termino y me pongo de pie, mientras dejo el pago debajo de la cuenta. Elisa me imita y dejando la taza en el lugar se levanta y así ambos nos dirigimos al auto para minutos después conducir hasta la estación policial.
Después de unas hora, llegamos a su casa en busca de ropa y mientras conduzco por la ciudad–y luego de confirmarle por quinta vez que si la llevaré, llegamos a mi apartamento– Le facilito mi móvil y mientras ella se comunica con el banco, subo hasta mi piso y empaco unas cuantas cosas en un bolso viajero. Minutos después estoy bajando para reunirme con ella que está finalizando la llamada.
—¿Crees que esto es una buena idea? ¿No tienes cosas que hacer?— Vuelve a preguntarme.
—Creo que ya he respondido esa pregunta.—Digo mientras pongo en marcha la camioneta.
Nos alejamos poco a poco de la ciudad para llevar a cabo el viaje más largo de mi existencia.
Es una maldita locura. Lo sé.Pero una parte de mi, celebra que Elisa y yo pasaremos tres días juntos. En realidad dejo abierta la posibilidad de lo que ocurrirá entre los dos este fin de semana largo.
Hemos tenido dos horas de camino y vamos rumbo a los Llanos Venezolanos, en todo momento el espacio esta en silencio por lo que enciendo la radio y no se me escapa la mirada de Elisa cuando lo hago.
—Pensé que no te gustaba la música.—Dice para mi sorpresa.
—No me gusta. Pero... Sé que a ti sí. Así que en vista de que aún nos queda mucho por recorrer es mejor escuchar algo.
Al decir esto veo que sonríe y precisamente comienza a sonar una extraña melodía que jamás había escuchado, pero enseguida mi acompañante comienza a tararearla y así continuamos nuestro camino sin más conversación.
Hacemos parada en una estación de servicios, lleno el tanque y volvemos a retomar la carretera hacia San Fernando. Unas cuantas horas después, nos encontramos en un pequeño pueblo, Elisa me indica que estacione a un lado de la única avenida y al verla me doy cuenta que está un poco indecisa.
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Juego Del Destino
RomanceQue se llame Caín no es un buen presagio... Caín Baptista es un hombre de 33 años de edad, alto, moreno, y quien se desempeña desde hace 10 años aproximadamente en el Centro de Inteligencia Científica y Penal de su País. Según sus propias palabras...