Después de terminar el almuerzo nos disponemos a probar el postre pero esta vez somos Roberto, Rodrigo y yo quienes lo servimos. Y es que desde que estos dos formaron su familia, Vanesa se negó a buscar ayuda de alguien para que le ayudara con los quehaceres de la casa, por lo que sus hijos han sabido apoyar cada vez que ella lo amerite.
Torta de chocolate de postre hecha por la señora de la casa. En el primer bocado mi paladar felicita a la repostera y es que sin duda, es uno de los mejores postres que he probado.
Mientras las mujeres comienzan a intercambiar recetas y tips de cocina de una tal Evelyn Triana nosotros terminamos el postre. Esta vez es Roberto quien recoge la mesa y lava los platos, yo por mi parte voy a su lado y como otras veces en que soy invitado me lo encuentro en la cocina con delantal puesto.—No tiene novio.
—¿Quién?—Digo sabiendo ya por donde viene la conversación.
—Elisa—Susurra como si fuese secreto de Estado.
—Aja ¿Y?—Contesto al mismo tono.
—Pues idiota que tienes el camino libre.
—¿Otra vez con lo mismo?
—¡Si!
—Eres imposible.
—Y tu un cabeza dura.
Después de lavar los platos y secarlos es hora de irnos. Si irnos.
En las conversaciones que sostuvimos no sé en qué momento accedí a llevar a Elisa a su casa por lo que en este preciso momento, estoy detrás el volante esperando que ella termine de despedirse y abrace a los niños que están invitándola para un próximo almuerzo, la veo prometer que si lo hará y después sube a mi lado.
—Te la encargo Tío.—Agrega Rodrigo cuando me dispongo a encender el motor y después de asentir, nos alejamos de la casa de los Marchán.
—Son increíbles.— Musita Elisa después de salir del conjunto residencial.
—Así es.
—¿Tienes mucho tiempo conociéndolos?
—Sí.
—Mmmm.—Es lo único que dice al igual que la primera vez que preguntó.
Mientras avanzamos en silencio por la ciudad trato de olvidar que está a mi lado y me concentro en el tráfico, son aproximadamente las cinco de la tarde y ya comienza a congestionarse las avenidas, me desvío para tomar vías alternas y así evitar a toda costa quedar unas cuantas horas encerrado en el tráfico con esta mujer.
—Podemos encender la ra...
—¡NO!
—Perdón. Dice ella sobresaltada.
Oh mierda.
—No me gusta la música—. Agrego y ella no dice nada en todo el resto del camino.
A los 10 minutos estamos llegando a su casa.Cuando lo hacemos, no se me escapa que otra vez el auto plateado y vidrios ahumados se encuentra fuera de su casa.
—¿Conoces al dueño de ese auto?
—Pregunto cuando este nos pasa por un lado.—No... A lo mejor es algún vecino—Dice sin siquiera prestar atención.
—Bien, llegamos—Digo sin mirarla.
—Gracia por traerme, por los zapatos y muchas gracias por hacer de enfermero.—Agrega y se baja con su cartera para dirigirse a la puerta de su casa.
—De nada.— Respondo para mi y no espero ni siquiera que entre en su casa, cuando doy la vuelta y me retiro del lugar.
Tomo nuevamente la avenida rumbo al otro lado de la ciudad donde se encuentra mi apartamento, pero antes de llegar hago una parada en una licorería, me armo de unas cuantas provisiones de cerveza para este fin de semana, y continúo el trayecto. Una vez estacionado el auto, subo y precisamente cuando estoy insertando la llave siento unas familiares manos recorriéndome el torso.
—Te extrañé todo el día—Susurra Rosa a mi lado.
—Estuve ocupado.& Digo mientras entro a mi habitual estancia, coloco mi mercado en la nevera y al voltear la encuentro abre despacio su bata y me muestra su desnudez.
—Podemos aprovechar el tiempo entonces.
—Agrega acercándose, pero en este momento lo único que quiero es estar solo.—Estoy muy cansado. Me ducharé y luego dormiré.
—Si quieres puedo hacerte compañía en la ducha—Insiste.
—Es en serio, Rosa quiero estar solo.
—No te arrepentirás.
—Quiero estar solo— Digo un poco más alto.
—Entonces, espero que tengas un feliz y solitario fin de semana—Dice mientras se aleja—No se te ocurra llegar a mi puerta en la madrugada ¡Y mucho menos borracho!—Esto último lo dice señalando la nevera donde antes guardé la cerveza.
—Si lo que sea.
Oigo cuando sale del apartamento, si esa puerta no fuese de roble, sin duda se hubiese venido abajo. Me dirijo al cuarto después de quitarme los lentes y enseguida me desvisto para meterme al baño, una vez bajo la ducha pienso en Elisa, no sé que hace esa mujer en mí para que me comporte de una forma extraña. Después de pasar unos cuantos minutos bajo el agua fría me envuelvo en la toalla y salgo.
—¿Que me haces Pelirroja?—Digo al hombre moreno y ojos marrones que se refleja en el espejo y que horas antes en el auto se comportó como un patán por el simple hecho de tocar mi radio.
—Eres un imbécil.—Le hago saber al mismo hombre que me mira con recelo en el espejo.
Así nunca serás feliz.
—Pero, ¿En realidad quieres esa felicidad?—esta pregunta la hago en voz alta y está queda revoloteando en el cuarto de baño.
Después de cambiarme llamo para ordenar comida china, y allí sentado frente al televisor, paso la mayoría de las horas viendo la repetición de fútbol inglés en compañía de una cerveza fría y una ración familiar de cerdo en salsa BBQ, pensando muy pero muy en el fondo que estará haciendo Elisa en estos momentos.
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Juego Del Destino
RomanceQue se llame Caín no es un buen presagio... Caín Baptista es un hombre de 33 años de edad, alto, moreno, y quien se desempeña desde hace 10 años aproximadamente en el Centro de Inteligencia Científica y Penal de su País. Según sus propias palabras...