29- Lorenzo Matorelli

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Después de salir de su habitación voy hasta donde esta Ruth y la encuentro en la cama aún con la ropa de hace horas atrás, dice alguna incoherencias dormida, me rio porque es un personaje esta chica, la dejo con su borrachera y salgo del lugar. Uso el control que Elisa dejó en la camioneta y me alejo de allí sin siquiera molestarme en haber dejado rastro de que estuve con ella o mejor dicho sin dejarles saber que fui yo quien las trajo, conduzco hasta mi apartamento y cuando llego veo que son las 5 de la mañana de un sábado cualquiera.

Al no tener nada más que hacer en mi día de descanso, me quito la ropa, coloco los lentes en la mesa de noche y vuelvo a la cama. Haciendo caso omiso al gruñido de mi estómago cierro los ojos y concilio el sueño hasta que el tono de mi celular suena y me despierta, veo en la pantalla quien llama pero no logro leer el nombre, contesto mientras busco a tientas mis lentes.

—¿Tío, como estás? Papá quiere hablar contigo. Escucho y enseguida se que es Victoria quien habla del móvil de su Padre.

—¿Estoy bien y tú? —Digo pero enseguida oigo la voz de Roberto.

—¿Como estás Caín?

—Bien.

—¿Estabas durmiendo?

No le digo que cierta pelirroja y su prima me sacaron de la cama en la madrugada, sino que me apresuro a saber el motivo de su llamada.

—¿Se te ofrece algo?

—¿Vendrás al cumpleaños de Vanesa?

¡Mierda lo olvide!

—Si, Por supuesto que iré.

—Me alegra pensé que lo habías olvidado. Alguno de sus compañeros de trabajo vendrán, asi que decidimos preparar una parrillada en el jardín y celebrar el día.

—Está bien. Estaré puntualmente en tu casa

—Te esperamos entonces.

Después de colgar me cercioro de la hora. 10:30 minutos de la mañana, pocas son las veces que duermo hasta tarde y esta es una de ellas, salgo de la cama a la ducha y allí bajo la cortina de agua pienso en todo lo ocurrido en las últimas doce horas.

Elisa.
Ruth.
Ambas borrachas.
Los besos entre Elisa y Yo.
Ella semidesnuda.
Su declaración.

Todo es un torbellino de nuevas emociones, nunca me ha ocurrido algo así con otra mujer, pero ella es diferente, ella hace que yo quiera ser un hombre mejor.

Cuando me dirijo a casa de los Marchán, son las 11 y 30. Una idea fugaz pasa en mi cabeza sobre si Elisa estará allí, pero así como llega se aleja.

A lo mejor su estado pos-borrachera no se lo permite.

Me detengo en una pastelería y compro un postre de regalo, en otra ocasión hubiese comprado algo mejor pero, este detalle le gustará. Después de pagarlo, continúo mi camino.
Para cuando llego a la casa de los Marchán, algunos autos se encuentran en el lugar, estaciono la camioneta y entro a la enorme estancia. Veo como los niños vienen hacia mí y los abrazo.

—Tiooo. —Corean los dos al mismo tiempo.

—Que guapos están. —Digo mientras coloco el paquete sobre la mesa y levanto uno por uno para así darles un sincero abrazo.

—Me alegra mucho que vivieras Mamá está en el jardín. Vamos.

Tomo nuevamente el paquete y los sigo hasta el jardín, efectivamente la mayoría de personas se encuentran allí, observo a algunas mujeres y unos hombres entre los presentes.
Cuento seis personas, de seguro compañeros de trabajo de la Dra. Marchán. A Roberto lo distingo frente a la parrillera con su ridículo delantal, al verme llegar sonríe y me hace señas para que lo acompañe.

Vanesa al verme se disculpa con alguien con quien estaba hablando y viene hacia donde estoy.

—Me alegra mucho que estés aquí. Ahora puedo decir que mi familia está completa.

Al llegar a mi lado la estrecho en un cálido abrazo y le entrego el pequeño detalle.

—Feliz Cumpleaños.

—Gracias Caín. No sabes lo emocionada de que estés aquí.—Me hace saber —Tú y Roberto son los hombres a quien más quiero en la vida—. Sigue diciendo mientras le brillan los ojos.

—No puedes llorar en tu cumpleaños. —Le hago saber mientras deposito un beso en su frente y la abrazo.

—Es cierto, ven te presentaré a mis colegas.

Ambos nos dirigimos al lugar donde ella estaba hace momentos y escucho las presentaciones, saludo a cada persona con un apretón de manos y después me excuso para ir hasta donde esta Roberto.

—Estas de fotografía. —Digo mientras le doy un abrazo.

—Deja la envidia sé que quieres uno así.

—Lo prefiero de color verde.— Respondo para seguirle el juego, ni en sueños me coloco un delantal que diga El mejor chef de Venezuela.

—Para tu cumpleaños te regalaré uno así de color verde.

Ambos nos reímos y enseguida me sirve un vaso con un tipo coctel.

—Te aseguro que eso es lo más alcohólico que probarás hoy, ese grupo de allí necesita un buen pulso para las cirugías de mañana.

—Que aburridos.

—Eso mismo pensé yo, pero la cumpleañera es mi esposa así que lo que diga la Doctora es orden para mí.

—Sumiso— Mientras sorbo del trago.

La siguiente hora la paso conversando con Roberto y en una ocasión le aseguro que no se cocinar, cuando extiende una pinza de carnes y el se ríe.

—¿No has visto más a tu pelirroja?— Pregunta mientras coloca otro trozo de carne en la parrilla.

Si, hace al menos 7 horas.

—No sé nada de ella. Y no es Mía—Le recuerdo.

—Pues no es por alarmarte, pero hay alguien que la quiere para él.

—No sé que quieres decir.

—Uno de los compañeros de Vanesa le tiene ganas a tu amiga, de hecho creo que al enterarse que mi esposa y ella son amigas lo hizo pensar que ella estaría aquí, es ese que acaba de llegar.

Al escuchar lo que Roberto me acaba de decir un sabor amargo me inunda la boca, pero no se lo hago saber.

—Pues que le aproveche.— Miento.

—Que bueno. Supe por Vanesa que Elisa tuvo un accidente hace algunos meses y su médico fue ese hombre de allí. Creo que se llama Lorenzo yoquesé.

Veo que me señala y mientras él se concentra en voltear las carnes yo observo y veo a un joven rubio, efectivamente el mismo individuo que la llevó al colegio ayer en la mañana. Vanesa me lo presentó, pero no sabía que era el quien está interesado en Elisa. Lo observo detalladamente, y está al otro lado de donde nos encontramos. En este instante recuerdo la información que consiguió Cristóbal sobre el.

—Elisa puede hacer con su vida lo que quiera, así que no sé porque tienes que decirme esas cosas.

—Pensé que te interesaba la maestra.

—Pensaste mal.

Sin decir nada más, nos enfocamos en otro tema de conversación y es que Rodrigo está tomando clases de Karate do en las tardes, y sin querer ambos recordamos nuestros inicios en ese mismo deporte y algunas cosa que nos unen además de nuestros trabajo.

Juego Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora