25-La Doctora Elisa

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Al abrir los ojos y observar mi alrededor me doy cuenta de que estoy en mi habitación, pero recuerdo que no debería estar aquí sino trabajando, por lo que hago ademan de levantarme y es cuando siento un fuerte agarre por las costillas que me causa un poco de dolor. Al bajar la mirada me encuentro con una maraña de cabello rojo.

—No te voy a dejar—Dice esa voz y mi corazón la reconoce al momento.

—¿Elisa?—Digo y mi voz se oye ronca. Me aclaro la garganta y siento como ella se relaja y levanta su rostro hacia el mío.

—¿Qué diablos haces aquí?—Pregunto sin entender nada.

Veo que ella me observa con sus ojos verdes distinguiendo quien sabe que, hasta que descubre una tímida sonrisa.

—Por fin estas bien.— Dice y suelta el aire contenido en sus pulmones.

—Llamaré a Vanesa— La veo levantarse y cuando lo hace su atuendo  llama la atención, ya que lleva un suéter color naranja, shorts cortos de color rosa y calcetines azules. Desvío la vista mientras me recuesto de nuevo y al hacerlo mi cuerpo protesta.

&Ya despertó y esta vez sí me reconoció.— Dice a alguien al teléfono.

&Okey, seguiré dándole los medicamentos y veré si quiere comer. Muchas gracias cualquier cosa te llamaré.

La veo colgar el teléfono y venir de nuevo hacia mí, se mete bajo las sabanas y se coloca de lado para observarme.

Trato de recordar que hace ella aquí, pero no sé en qué momento la traje, me reprendo mentalmente por lo que haya ocurrido, pero no hay otro motivo del porque ella esté aquí sino por sex..

—Estabas enfermo así que deja de preguntarte mentalmente que hago aquí.

—¿Enfermo?

—Hace 2 días que llegamos de casa de mi familia y cuando llegaste tenías síntomas que al principio creí que era lechina, pero resulta que no fue así sino un virus extraño que no recuerdo el nombre.

—Después de... Después de irme a casa me di cuenta que aún tenía tus llaves, trate de llamarte, pero no contestaste el móvil así que vine a traértelas y me tome el atrevimiento de entrar y te encontré inconsciente, por lo que decidí quedarme mientras la fiebre bajara, pero como no lo hacía llamé a Vanesa y entre las dos te hemos estado cuidando.

—¿Has faltado al trabajo?— Pregunto al caer en cuenta en todo lo que me ha dicho, información que agradezco porque ya recuerdo algunas cosas.

—No, Roberto te cuida en el día y yo en las noches.

La veo allí tan hermosa y recuerdo la última vez que la vi empapada en la calle y pensé que no volvería a verla más nunca, y mucho menos después de lo ocurrido con mi vecina.

—¿O sea, es de noche de qué día exactamente?

—Es la madrugada del martes. Me hace saber.

No digo nada mas, pero me siento desconcertado por todo lo que acabo de escuchar. De repente mi estómago protesta de hambre y me avergüenzo por que sé, que ella también lo oyó.

—No sabes lo que me alegra ese sonido. Te prepararé algo de comer. —Dice mientras sale apresurada de la habitación.

—No te muevas de allí, estas muy débil todavía.— Dice asomando su cabeza por el marco de la puerta y sorprendiéndome casi de pie.

—Está bien.— Digo mientras me recuesto de nuevo y no puedo ocultar la sonrisa en mi rostro por ser ella quien esté aquí.

Recuerdo todo lo que sucedió en casa de su abuela, nuestro beso y luego lo que pasó entre ella y Rosa. Al verla empapada en la calle, frente al edificio, juro que pensé que más nunca la vería y aquí esta ella; en mi cocina, en pijama y con esa maraña de cabello rojo más rebelde de cómo siempre lo usa.

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