12- San Fernando de Apure

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Continuamos el trayecto y a los diez minutos tengo la casa frente a nosotros. Resulta ser más grande de como se veía momentos atrás, Elisa es quien baja primero y antes de cerrar la puertas se dirige a mí.

—Te caerán muy bien.

—Eso espero.—Digo solo para mí mientras veo como ella va camino hacia la puerta grande.

Después de abrirla de par en par, me indica que continúe. Retrocedo un poco para después entrar y estacionar la camioneta, cuando salgo veo que en la puerta de la casa se encuentran distintas personas, al menos 15 entre mujeres, niños, hombres y algunos jóvenes. No puedo evitar sentirme ansioso para no decir nervioso.

Al acercarse Elisa muchos la abrazan y besan, algunos la cargan entre sus brazos, mientras ella se ríe y el verla allí, tan emocionada, hace que me felicite mentalmente por haber tomado la decisión de traerla hasta aquí. Después de saludar con besos y abrazos a todos, un hombre como de mi tamaño pero más mayor, me señala y en ese momento no se me escapa que lo hace de una forma desafiante al igual que lo hace la mayoría de los demás caballeros del lugar.

¡Mierda!

Camino hacia donde ella está y al llegar a su lado me sorprendo de que Elisa me tome de la mano y esta vez, al igual que las demás veces siento su presencia hasta en lo más profundo de mi ser, la veo colocarse un poco más cerca mientras se dirige a todos los presentes.

—Familia, mi prometido. Prometido mi familia...

¿¡PE... PERO QUÉ LE PASA!?

—¿Con que es él?—Dice el hombre mayor a unos pasos de donde estoy.

—Sí.— Dice ella mientras la miro, preguntando por qué dice esas cosas.

No entiendo nada de lo que está pasando aquí.

—¿Y se casarán?—Pregunta este hombre robusto mirándome fijamente a los ojos.

—Bue...

—NO. ¡¡¡QUE CONTESTE EL!!!—Grita y al mirarlo veo que en el hay algunos rasgos conocidos. Por ese hecho, deduzco que es el Padre de la mujer que en este momento me sujeta de la mano.

—Mucho gusto. La verdad es que...

Oigo como de repente Elisa se parte de la risa y me suelta para agarrarse el abdomen y reírse hasta más no poder, cuando entiendo que esto es una broma y que si existe algún Dios, que me ayude en estos momentos para no agarrar a esta mujer y darle unos cuantos azotes por lo que acaba de hacerme pasar.

—Per... Perdón. Papá...—Oh vamos—Caín... Es... Mi amigo... Es una broma.
Al decir esto todos se ríen, menos yo, porque en realidad esta situación no me causa ninguna gracia.

—¡Elisa Cristina Villasmil! estuve a punto de subir por mi arma y hacerle un mal a este hombre.

—Lo... Sé... Por eso lo aclaré.—En este momento no deja de reírse hasta que una voz se oye de entre los demás.

—Niña que modales son esos, el jóven por su cara no sabe nada, así que discúlpate. Los Villasmil no somos groseros con la visita.

—Disculpa abuela.—Agrega esta vez mas recompuesta.

—Disculpa Caín.—Dice para mí.

—Familia él es Caín, mi amigo de la ciudad... Caín mi familia de Apure y la única que tengo.

Al oír la presentación, tengo ganas de tomar a la pelirroja y decirle unas cuantas palabrotas, para que jamás en su vida vuelva a hacerme pasar por algo así. Veo como cada uno de los integrantes me observa de forma extraña, así que digo lo contrario a lo que tengo en la cabeza.

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