17- Pastel.

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Mi instinto de protección y mis conocimientos sobre defensa personal me llevan actuar rápidamente, por lo que encaro a quien sea que esté allí y usando mi fuerza lo atrapo contra la pared. Pero al hacerlo e impactar su cuerpo contra esta, dicho individuo suelta un quejido de dolor; y al reconocer de quien es, inmediatamente aligero mi agarre y cuando lo hago el cuerpo de Elisa se desliza hacia abajo y cae en el suelo.
Mierda.

—¡¿Estas loca?! ¿Cómo se te ocurre hacerme esto? —La tomo del rostro con mis manos y por la poca luz que se filtra por la puerta veo que está tratando de respirar.

Le dejé el aire.

—Levántate.— Digo mientras uso esta vez mi fuerza para ponerla de pie y hacer que respire.

—Inhala y exhala—Ordeno y ella hace lo que digo— ¿Estás bien?

—Ssii.

—Sigue repitiendo — Musitó y ella poco a poco se va recuperando.

Cuando han pasado al menos cinco minutos y al oír que ella esta respirando con normalidad vuelvo a dirigirle la palabra.

—¿Estás bien?

-—Me dejaste si aire— Susurra riéndose.

—Pude hacerte daño.

—Pero no lo hiciste.

—Menos mal. ¿Qué haces aquí?

—Te tengo una sorpresa.

—¿A mi? —Digo extrañado porque nunca nadie me ha preparado algo.

—Sí. Espera.

La veo alejarse e ir a la puerta, veo como cierra con seguro y de repente nos quedamos en la oscuridad.

—¿Ya no le temes a la oscuridad?—Pregunto al recordar que esa es una de las cosas a las que le teme.

—Resulta que —Duda—Hoy no.

Nuestra estancia se ilumina con una pequeña luz proveniente de una vela que ella sostiene en las manos.

—Ven.— Susurra y voy hasta donde me indica. Tomo asiento para ver como ella lo hace al otro lado y la veo un poco nerviosa
—Espero que te guste lo hice especialmente para nosotros.

No se que tiene esa palabra que hace que algo dentro de mi tiemble. Veo como abre un pequeño recipiente y sirve en dos platos distintos dos porciones de pastel.

—Pastel de chocolate y vainilla, mejor conocida como torta marmoleada.

Ella me mira como esperando que yo diga algo y lo único que puedo hacer es sonreír por este hermoso gesto y es que si los sigue haciendo

... Terminaré enamorado de ella.

—Gracias, nunca nadie ha tenido un gesto así hacia mí.— Confieso.

—¿Nadie?— Dice sorprendida.

—Nadie. Nunca— Le hago saber.

—Me alegra haber sido la primera. Prueba deben de estar preguntándose por nosotros.

Recibo un cubierto que Elisa me entrega y al primer bocado mi paladar lo celebra como esa vez en su casa.

—Efta delifioso.— Balbuceo y  recuerdo a Rodrigo con su Arequipe.

—Gracias.— Dice ella mientras sonríe y se lleva un trozo a la boca.—Si que está bueno.

Y resulta, que así pasamos la mayor parte del rato hasta que ambos terminamos con nuestras raciones.

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