—Debería irme, es tarde.
Ya eran las 19:20, y debía llegar a casa antes de las 20:30, que era a la hora a la que llegaban mis padres.
—Espérame, voy a pagar —asentí y se fue.
A los dos minutos de haber desaparecido entre las mesas, volvió como siempre con una sonrisa dibujada en sus labios. Me levanté y me puse el abrigo antes de salir a la calle.
Al cerrar la puerta del bar, un viento muy frío azotó mi cuerpo, haciendo que temblase involuntariamente.
—Bueno, supongo que es hora de despedirse —del frío que hacía, al respirar o hablar salía vaho por mi boca.
Él rió mirando hacia arriba. Su perfil era escultural, digno de ser expuesto en un museo.
—Hicimos un trato. Yo pagaba el café y tú tenías una cita... Perdón, "una quedada simplemente para conocernos" conmigo.
Realmente mostraba interés por mí, pero perdía el tiempo. En los libros y en las películas, alguien como yo puede congeniar perfectamente con alguien como él. Pero hay que ser realista y dejar las historias ideales y perfectas a un lado. Yo no estaba a la altura de él.
—Eres muy amable, pero no querrías qued —puso su dedo índice en mis labios haciendo que callara.
—Si vas a hacer un comentario menospreciándote mejor que te lo ahorres —se acercó un poco más, pero no demasiado—. A menos que quieras otro beso, querida Lisa —negué sin decir ni una palabra.
Posé mi mirada en un árbol que había a mi lado. No sabía muy bien que hacer.
—¿Quieres que te acompañe a casa? —desvié la atención de ese árbol frutal a Hugo.
—No es necesario, no te molestes.
—No es ninguna molestia. Vamos, Lisa.
Yo iba un paso adelantada respecto a él, y ninguno de los dos dijo nada durante el camino. Al llegar justo en frente de mi hogar giré para encontrármelo a escasos centímetros de mi cuerpo, estando en una cercanía que me incomodaba. Me hice un par de pasos hacia atrás y choqué contra la puerta. Una risa ronca salió de entre sus labios.
—Bueno... Gracias por acompañarme.
—Me ha gustado acompañarte, además, así ya sé donde vives —nos miramos seriamente, pero el momento acabó cuando rió levemente—. Eso ha sonado muy acosador ¿Verdad? —musité un sí como respuesta.
—Debería entrar ya —le di la espalda para abrir la puerta pero su mano agarró la mía y me tiró hacia él haciendo que mis llaves cayesen al suelo y que nuestra cercanía aumentase.
—No te vas a librar de mí tan fácilmente. ¿A qué hora paso a buscarte mañana? —moví mis hombros señalando que no lo sabía—. ¿A las 17:30? —asentí.
—Pero con una condición, Hugo. No puede haber nada de sentimientos. En el momento en el que haya algún tipo de sentimiento por alguna de ambas partes se acaba —levantó la mirada hasta mis ojos, mirándome sorprendido.
—No puedes pedirme eso. Los sentimientos son incontrolables.
—Hugo, prométemelo —estiré mi brazo y levanté el dedo meñique en señal de promesa.
—¿Por qué? ¿Acaso tienes miedo de enamorarte?
—Sólo prométemelo —tardó unos segundos en responder, segundos que se me hicieron eternos.
Suspiro y humedeció sus labios:
—Te lo prometo, Lisa —y dicho eso, entrelazó su dedo meñique con el mío.
—Hasta mañana entonces —cogí las llaves del suelo y las introduje en la cerradura.
—Buenas noches —abrí la puerta y entré.
—Buenas noches.
Iba a cerrarla pero la gran mano de él impidió que acabara de hacerlo, volví a abrir totalmente.
—Esto... ¿Me das tu teléfono? Por si pasa cualquier cosa y no puedo venir.
—Si ahora te arrepientes de haber quedado conmigo puedes echarte para atrás, lo entendería —se acercó y me dio un beso en la mejilla.
La verdad es que me sorprendió, no había dicho nada desagradable...
—Deberías valorarte, y si yo fuera tan tonto como para no querer quedar contigo deberías agradecérmelo, ya que estaría demostrando que soy un completo id*ota por no querer estar al lado de alguien como tú y a tu lado no deberías tener ningún id*ota.
—¿Por qué te portas tan bien conmigo si sólo hemos estado juntos una hora? No nos conocemos —sonrió.
—¿Por qué te portas tan mal contigo misma si llevas contigo toda tu vida?
—No es portarme mal conmigo, es ser realista. Soy anti-social, invisible para todo el mundo y sólo debes mirarme. ¿Por qué ibas a ser tú diferente?
Dio un paso al frente, separándonos sólo unos centímetros, pocos, muy pocos. Se desvió ligeramente hasta mi mejilla y me dio un beso, después cambió de lado y me dio uno en la otra. Al finalizar, me eché un paso hacia atrás. Ya iban cuatro besos esa tarde.
—Eso ha sido muy duro. Y si vuelves a menospreciarte el beso no será en la mejilla precisamente... —seguramente mi cara en ese momento era de horror total.
—Nada de sentimientos, hemos hecho una promesa.
—Lo sé, sólo estaba bromeando Lisa. Es que no me gusta escucharte hablar tan mal de ti misma. Eres preciosa —suspiré.
Este chico no tenía remedio.
—Hasta mañana Hugo. Gracias... Por todo —en su cara se formó una sonrisa gigantesca.
—De nada Lisa, que descanses.
Ya sí que pude cerrar la puerta y me fui a mi habitación.
Me tumbé en la cama y me puse a pensar en el día de hoy. Conocí a Hugo en un bar gracias a que el aforamiento de éste estaba al máximo, sino, nunca nos hubiésemos conocido. Era increíble la manera que se comportaba conmigo. No nos conocíamos de más de una hora, y se portaba demasiado bien, me trataba como si fuese especial, única y como si nos conociesemos de mucho tiempo. Pero algo estaba claro, no podía ni iba a tener nada de sentimientos hacia Hugo. Había escuchado demasiadas historias de corazones rotos y de desilusiones, y, por como me encontraba, no se podía unir a mi estado de ánimo un corazón roto. No podía permitírmelo, ya tenía demasiado sobre mí.
Justo en ese momento se escuchó la puerta de la calle abrirse, me levanté y fui a saludar a mis padres y preguntarles que tal les había ido el día.
Mi padre preparó la cena y tuvimos una charla como diariamente, después de eso fregué los platos porque hoy me tocaba a mí y subí de nuevo a mi habitación.
Estuve horas escuchando música e imaginándome mi mundo perfecto, claramente un mundo totalmente diferente en el que vivía. Finalmente, el sueño me venció.
Continuará...
Lisa es una chica muy insegura, con la autoestima por los suelos. Siempre ha sido una chica ignorada y sólo ha tenido el apoyo y compañía de Claudia. Se siente sola, triste... Pero puede que por fin haya llegado a su vida la persona que le hará cambiar todo eso, pero como amigos... O no. ¿Podrán ser sólo amigos?
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Sólo amigos, lo prometo
RomanceHugo, el chico idóneo para Lisa; Lisa, la chica perfecta para Hugo. Un simple café unió sus vidas aquella tarde. Una promesa prohibió cualquier tipo de sentimiento. Un sencillo abrazo hizo flaquear aquel pacto. Un beso hizo q...