36. Manu y la conversación telefónica

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Punto de Vista de Lisa

Manu y yo nos habíamos vuelto a enviar mensajes después de comer, para acordar el lugar donde nos veríamos. Al final, nos citamos en la cafetería que quedaba justo en frente de la biblioteca.

Eran casi las nueve en punto, y yo me encontraba llegando al bar. Por un lado, estaba contenta de conocer a Manu; pero por otro, mis propios pensamientos me atormentaban. Hugo estaba deprimido, desolado, triste y solo; y yo lo único que hacía era caminar hacia un establecimiento para conocer a un chico y pasar un buen rato. Las ganas de darme la vuelta e irme corriendo a casa de Hugo no eran escasas, pero justo en ese momento estaba entrando por la puerta de la cafetería, y Manu ya estaba sentado, esperándome en una mesa del fondo con una radiante sonrisa.

Avancé por la cafetería intentando esbozar una falsa sonrisa y finalmente, dejé caer mi cuerpo en una silla delante de él.

—Lisa, no nos conocemos; pero soy lo suficientemente detallista como para darme cuenta que, antes de abrir esa puerta, muy pesada por cierto, tenías una mueca de disgusto terrible. Y justo cuando me has visto, has intentado sonreír con la sonrisa más falsa que he visto en mi vida. Sé que yo no tengo el poder suficiente como para hacerte sonreír, por ahora, así que conmigo, no hace falta que finjas. ¿Qué te sucede, Lisa?

Tragué saliva y le miré detenidamente, sin pensar en nada.

—Creo que no tenemos la confianza suficiente como para contarte lo que me atormenta —me removí incómoda en la silla.

—Tienes razón. Pero sólo decirte que hay amores que matan.

Una mueca de disgusto y de completo desacuerdo se creó en mi rostro.

—No te equivoques. Nuestra relación no me mata.

—Pero te daña. Sólo mírate.

—No vayas de listillo y de consejero ideal. Uno, no te pega; y dos, no me conoces como para juzgar nada de mi vida.

Él simplemente rió.

—Lisa, ¿no crees que si se lo cuentas a alguien, te sentirás mejor?

Solté un suspiro largo y pesado y me levanté.

—Creo que es mejor que me vaya.

Pero él, me agarró de la muñeca y, con delicadeza, me empujó levemente hacia abajo para que me sentara de nuevo.

—Lo siento. Hablaremos de lo que tú quieras —contestó.

—¿Cuántos años tienes? —pregunté.

—¿De eso quieres hablar? ¿Eso quieres saber? —cuestionó con una carcajada.

—Se supone que nos estamos conociendo, ¿no?

Asintió.

—Sí, pero hay cosas más interesantes que conocer el uno del otro. No sé si cuando acabe esta cita, me volverás a llamar o, por otro lado; si yo vuelvo a intentar contactar contigo, no puedo asegurar que contestes mi llamada o mi mensaje. Así que debo conocer cosas interesantes tuyas desde un primer momento.

Me arrancó una risita, gesto que me sorprendió por mi estado de ánimo.

Estuvimos hablando un larguísimo periodo de tiempo. Tanto, que me olvidé completamente del paso del tiempo. Cuando miré el reloj de mi muñeca y vi que marcaba las 23:38, busqué alarmada mi teléfono. En él, se encontraban 8 llamadas perdidas de Hugo, y 34 mensajes. Me arrepentí inmediatamente de haber puesto el teléfono en silencio.

—Bueno Manu, es muy tarde ya. Espero que nos veamos pronto —comenté mientras me levantaba de mi asiento.

—Entonces, ¿Te he convencido para tener un segundo encuentro?

—Por supuesto —él, dicho esto, sonrió ampliamente.

—Hasta otro día Lisa.

—Adiós.

Y salí rápidamente del lugar. Al pisar la calle, llamé al instante a Hugo. Dos pitidos, tres, y al cuarto, por fin acabó mi angustia y contestó.

—¿Sí? —preguntó una voz muy familiar.

—¿Hugo?

—Lisa —tardó unos segundos en volver a contestarme—. Lisa me has abandonado.

Respiró profundamente y aclaró su garganta. Su habla era un poco torpe pero sincera.

—¿Qué tiene Manu que no tenga yo para hacerte perder la noción del tiempo?

Ese tono de voz... No podía creer que se encontrara ebrio de nuevo.

—Hugo, ¿Estás borracho?

—¿Qué más da Lisa? Ese imbécil, en una primera cita, ha conseguido lo que a mí me costó tanto tiempo... Se te ha olvidado que habíamos quedado hace —hizo una breve pausa, seguramente para mirar la hora—. hace 41 minutos. ¿Tan poco importante soy para ti?

Tartamudeaba pero aún en ese estado, tenía muy claro lo que sentía y lo que quería decirme.

—Sabes que eres muy importante para mí Hugo. Además, cualquiera puede tener un fallo.

—Yo tuve uno, bebí una vez y me hiciste prometer que no lo volviese a hacer. Te enfadaste mucho conmigo. Pero ya me da igual la promesa que te hice, bebo porque la única persona que quedaba a mi lado, me ha olvidado. Ya no tengo a nadie.

—Hugo, sólo son 42 minutos.

—Lisa, sólo... eres tú.

—¿Estás solo? —mi preocupación superaba cualquier cosa.

—No, estoy con mis tres amigos. Ellos sí han estado en los momentos que más he necesitado a alguien.

Todo era más o menos aceptable dentro de lo que cabía. Pero para que mentir, mi mundo se derrumbó cuando una voz femenina lejana pero suficientemente cercana para ser escuchada dijo: "Hugo, ¿Vienes o qué? Me estoy cansando de esperar"

Tragué mis ganas de llorar y, armada de valor, pregunté. Por primera vez, dejé mis miedos a un lado y pregunté. Quizá ya era demasiado tarde como para que mis miedos superasen a Hugo. Quizá ese chico que se encontraba al otro lado del teléfono ya lo significaba absolutamente todo para mí.

—¿Quién es ella?

—Una chica que me ha ofrecido ya tres veces que me acueste con ella. Y sigue insistiendo.

Un gran nudo se instaló en mi garganta. No podía creer lo que mis oídos escuchaban.

—¿Y lo vas a hacer?

La realidad era que él llevaba sin hacer absolutamente nada 4 meses. Por mí. Quizá se había cansado de esperar y se lo había planteado mejor todo. Quizá no le merecía la pena.

—Puede que esté enfadado, que esté triste, que esté decepcionado contigo, que me sienta solo. Pero no soy tan estúpido como para jugarme nuestra relación y perderte. Lisa, yo te quiero, y lo último que deseo, es que te alejes de mí.

—¿Por qué no dejas de hacer tonterías y vienes conmigo? —pregunté ya con una leve sonrisa por su confesión anterior.

—¿Por qué... —no le dejaron terminar.

"Hugo, deja ya el teléfono. Tu novia no te quiere, si te quisiera, no te hubiese abandonado. ¿Recuerdas? Anda, toma el vaso, bebe y ven conmigo."

Le arrebataron el teléfono de las manos y colgaron. La sangre me hervía. Creo que nunca me había sentido de ese modo. Estaba tan furiosa que podía jurar que, si me encontraba a esa chica alguna vez, le arrancaría toda la cabellera.

Continuará...

Gracias por leerla <3 Votad y comentad que os parece ^_^ Me gusta muchísimo leer vuestras opiniones en los comentarios.

Nos leemos pronto, queridos lectores. Sois geniales.

Sólo amigos, lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora