31. "No te alejes nunca de mí"

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Punto de Vista de Lisa

No sabía nada de Hugo. Habían transcurrido cuatro lentas horas desde que se había marchado desolado del hospital. Después de su partida no lo volví a ver. Fui a su edificio y piqué a su puerta un par de veces pero no recibí respuesta, así que supuse que estaba por algún lugar de la ciudad. Solo. Tampoco cogía mis llamadas, que no habían sido pocas.

Dejé caer mi cuerpo en la cama, esperando una señal de vida de Hugo. Esperaba con unas ansias desesperantes que mi móvil sonara en cualquier momento y Hugo me comentara que se encontraba bien, pero en ningún momento lo hacía y eso me frustraba, me enfadaba y a la vez me entristecía.

Después de dar muchas vueltas, por fin recibí esa llamada tan esperada. Con rapidez, al ver el nombre de Hugo en la pantalla, torpemente le di al botón verde, aceptando su llamada.

—¿Hola?

— Hola —rió un chico.

No era su voz, ni su dulzura. No era Hugo el que estaba al otro lado del teléfono.

—¿Quién eres? —mis nervios, que no eran pocos, empezaron a aumentar.

—Soy un amigo de tu novio —se encontraba ebrio.

—¿Él está bien? —pregunté mientras ponía mis zapatos.

—No —reía estúpidamente. Me estaba poniendo de mal humor—. Está como muerto en el suelo.

Mi sistema empezó a debilitarse. No podía ser real.

—¿Dónde está? —pregunté con un hilo de voz.

—En un bar.

—¿Cuál? —chillé.

—Espera, que salgo a leer el cartel —seguía soltando carcajadas—. En el bar "Las cañas".

Colgué sin dejarle pronunciar ni una palabra más. Me puse mi abrigo, guardé mis llaves, y salí de mi hogar.

Empecé a caminar lo más rápido que mis piernas me permitían sin dirección por las calles de la ciudad, hasta que recordé que en realidad no sabía la ubicación de ese establecimiento. Volví a marcar su teléfono y a los segundos, me respondió otro chico distinto al que me había contestado con anterioridad:

—Hola, ¿Quién es? —cuestionó.

—¿En qué calle está el bar?

—Pues... no lo sé —rió.

Colgué enfadada y, después de 20 minutos y pensar en las múltiples posibilidades de donde podía encontrarse Hugo, vi un cartel luminoso que ponía en letras mayúsculas el nombre que me había dicho el chico. Me acerqué rápidamente al bar y entré sin pensarlo.

Hugo se encontraba yaciendo en el suelo. Tres chicos se movían sin sentido, mientras sujetaban en sus manos grandes vasos con bebida dentro. Sin duda alcohol.

Avancé corriendo toda la superficie del bar y me arrodillé al lado del cuerpo de Hugo.

—Oh dios mío —dije al borde del llanto.

Todos seguían riendo.

—¡¿Vosotros que clase de personas sois?! ¡Hay una persona inconsciente y no se os ocurre otra cosa que dejadle ahí y seguir bebiendo! —había empezado a llorar.

Dolía muchísimo ver a Hugo así, tan vulnerable.

—No llores bonita. ¿Qué podemos hacer por ti?

—Llevar a Hugo a mi casa. ¿Alguno de vosotros tiene coche?

—Sí. Está en la puerta —soltó otro de ellos entre risas.

Sólo amigos, lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora