—Vaya, es precioso. Muchas gracias.
Se levantó de su asiento y se posicionó detrás de mí. Tomó el collar de la caja con suma delicadeza y lo sostuvo en sus manos unos segundos, observando detenidamente el objeto. Sujetó los dos extremos con sus dedos, y su inicial de oro entró en contacto con mi piel. Llevó las dos partes del cierre del colgante a mi nuca y finalmente las unió, haciendo que la cadena rodeara mi cuello y la hache cayera justo a la altura de mi pecho.
Depositó un beso en mi mejilla y volvió de nuevo a su lugar.
Le eché un último vistazo al colgante, y levanté mi mirada para centrar nuevamente mi atención en Hugo. Él se encontraba observándome con una gran sonrisa. Adoraba cuando lo hacía.
—Te queda perfecto.
—Gracias.
El camarero llegó a los pocos minutos, y nos preguntó por el menú que tomaríamos. Hugo, al percatarse de que no habíamos revisado la carta, le pidió al mesero una recomendación. Éste nos sugirió el menú del día: de entrante una ensalada louisiana; de primer plato, una crema trufada; de segundo, carpaccio de solomillo de ternera y de postre, arnadí.
—Suena muy bien. Eso tomaremos.
—Gran elección. Enseguida traigo los entrantes.
Entregamos las cartas e inmediatamente, cuando el mesero se alejó de nuestra mesa, Hugo formó en su rostro una mueca de sorpresa.
—No tengo ni idea de lo que hemos pedido —reí.
—Yo tampoco.
A los pocos minutos, el camarero vino con dos platos grandes llenos de ensalada. Al dejarlos en la mesa, revisé detenidamente su contenido. Tenía jamón, lechuga, tomate, pimiento, cebolla, beicon... La ensalada más variada que había visto en mi vida.
—¿Todo bien señorita? —cuestionó el camarero seguramente al ver mi rostro.
—Sí, sí. Todo perfecto. Gracias.
Clavé el cubierto hasta el fondo del plato y lo llevé a mi boca. La mezcla de sabores no estaba nada mal. Repetí ese movimiento varias veces, hasta que el plato quedó vacío.
—Oye Lisa, quiero decirte algo —Hugo llamó mi atención cuando terminé.
—Sí, dime.
—El otro día, cuando me enviaste el mensaje de que estabas en peligro, pensaba que te había pasado algo muy grave. No pude evitar sentirme insignificante, mi mundo se derrumbaba por momentos después de llamarte y no recibir respuesta por tu parte. Me di cuenta de lo importante que eres para mí y lo mucho que significas.
Carraspeó y entrelazó nuestras manos encima de la tela que cubría la mesa.
—Corría lo más rápido que mis piernas tenían capacidad de moverse, pero no podía evitar gritarme que fuese más rápido. Mis piernas no daban más de sí, pero yo sentía la necesidad de ir más deprisa. Además, estas últimas semanas he estado pensando en todo, y creo que es esencial expresar lo que se siente ahora que hay tiempo. Te quiero. Eres lo único por lo que merece la pena, querida Lisa. Y como me vuelvas a asustar de ese modo, no sobreviviré. Esa mezcla de respiración costosa y agitada hasta tal extremo, y pulsaciones disparadas, no es humano.
Suspiré cuando terminó de hablar. Sin duda, me tenía a sus pies.
—Nunca podré llegar a cansarme de escucharte decir todas estas palabras que siempre me dedicas. Me haces sentir... realmente alguien.
—Con o sin ellas, eres la persona más especial sobre la faz de la Tierra. No necesitas que un tonto como yo te lo diga. Eres la chica más increíble que he tenido el privilegio de conocer.
Sus ojos brillaban intensamente después de pronunciar esas palabras.
—Se nota que me quieres —murmuré.
—Tanto que me vuelve loco.
El sostenía su mirada sobre la mía, yo también. Y así estuvimos hasta que llegó el camarero, que apartó los platos vacíos y dejó en su lugar unos nuevos, llenos de una crema de color blanco. Llevé una cucharada a mi boca y noté un gusto que desconocía, pero que no era desagradable. Era más bien un tanto extraño. Cucharada a cucharada terminé esa especie de puré.
Hugo de nuevo me miraba con una sonrisa.
—Eres tan preciosa... —murmuró.
—No logro acostumbrarme a esto. Cuando me miras así consigues ponerme nerviosa.
—Nunca me canso de mirarte. Admirar cada milímetro de tu rostro sin duda es un privilegio.
Apoyó el codo encima de la mesa y dejó caer su cabeza en su mano, donde apoyaba su barbilla, mirándome así más de cerca.
—Eres un exagerado —reí.
—Sólo estoy enamorado.
Mi cuerpo se debilitó ante tal confesión. Ya me lo había dicho antes, pero esa vez... Sonó diferente. No sé explicar bien porqué, simplemente sonó más especial.
—Pues eres un enamorado exagerado.
—Nada me gusta más que piropearte. De verdad. Se forma en tus labios la mejor de las sonrisas. Además, no sé porqué pero aún te sigues poniendo igual de nerviosa que la primera vez que lo hice. Me preguntaste: "¿Por qué me miras tanto?" —intentó imitar mi tono de voz—, a lo que yo respondí: "Porque eres preciosa" Y en ese momento no fuiste capaz de sostenerme la mirada.
Rió.
—Primero me dijiste, antes de eso, que era interesante. Fueron las primeras palabras que intercambiamos tú y yo.
—Y tú me contestaste que no lo eras. Eres una mentirosilla —me guiñó un ojo.
Transcurridos unos minutos, muy pocos, se acercó el mesero con nuestro segundo. Delante de mí quedó un plato que contenía 6 rodajas de ternera fileteada muy fina, con algunos champiñones por encima y salsa verde. Tenía muy buena pinta. De nuevo, como la comida anterior, terminé hasta el último trozo.
—Con lo sencillo que sería llamarle: "Solomillo de ternera fileteado muy fino con champiñones" —sugirió.
No pude evitar soltar una sonora carcajada.
—Tienes razón —me percaté de que se había manchado—. Espera, tienes salsa aquí.
Cogí mi servilleta y la llevé hasta su labio inferior. Repasé suavemente la blanda superficie un par de veces. No pude evitar sentir unas ganas inmensas de besarle. Malditas hormonas.
—Hace unos minutos has dicho que ahora que estamos a tiempo, hay que expresar siempre lo que se siente, ¿verdad? —comenté sin dejar de observar esos labios tan deseables.
—Así es.
—Pues Hugo, quiero besarte.
Inconscientemente, me fui acercando cada vez más.
—Vaya, nunca imaginé que escucharía algo así salir de tu boca —sonrió y avanzó unos centímetros.
—Oh... Es que... Yo... —no era capaz de terminar una oración con sentido.
Hugo rió y procedía a besarme pero... El camarero apareció.
—Siento mucho interrumpir. Aquí están los postres.
Solté el aire pesadamente y apoyé de nuevo mi espalda en el respaldo. Cuando dejó el último plato en frente nuestro, volvió a marcharse hacia la cocina. Hugo me miró sonriente.
—Sé paciente querida Lisa. Luego te puedo dar los besos que quieras. Soy todo tuyo.
Continuará...
Soy débil, lo admito. Nada me gusta más que escribir capítulos así :') No lo podía evitar, y hacía tiempo que no escribía escenas de esta manera <3
Gracias por leerla <3 Votad y comentad que os parece ^_^ Me gusta muchísimo leer vuestra opinión en los comentarios.
Nos leemos muy pronto, queridos lectores. Sois geniales *_*
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Sólo amigos, lo prometo
RomanceHugo, el chico idóneo para Lisa; Lisa, la chica perfecta para Hugo. Un simple café unió sus vidas aquella tarde. Una promesa prohibió cualquier tipo de sentimiento. Un sencillo abrazo hizo flaquear aquel pacto. Un beso hizo q...