Llegaron las 20, y Hugo no tenía intención de separarse de Sandra. Una enfermera entró en la habitación y le preguntó por su estado:
—¿Cómo te encuentras esta tarde, Sandra? Ya veo que han decorado la habitación. Que chula la han dejado.
—Estoy con mi hijo, es imposible encontrarme mal. Y sí, la han dejado muy bonita.
La enferma sonrió y se acercó a Hugo.
—La hora de visitas acabó a las 19:30. Deberíais iros cariño. Tu madre estará bien cuidada, lo prometo.
—Es que no quiero irme —la madre de Hugo le acarició el pelo suavemente, de forma tranquilizadora.
—Debes marcharte Hugo. Puedes venir todos los días a visitarme, si quieres.
—Deja que me quede contigo mamá.
—No puede ser. Debes descansar que mañana tienes instituto.
—Deja de tratarme como si tuviese 10 años. Sé que mañana tengo instituto, y sé que quiero quedarme contigo —a pesar de las palabras que empleó, no las dijo en un tono irritado o malhumorado.
—¿Y qué duermes, en el suelo?
—Pues... sí.
—Cariño, vete a casa por favor. Además, debes acompañar a Lisa a su casa.
Hugo suspiró derrotado y se levantó de la silla. Abrazó a su madre por un largo periodo de tiempo y dejó un beso tierno en su frente.
—Vendré todos los días. Así que espérame todos y cada uno de ellos —ella asintió con una sonrisa gigantesca.
—Te quiero muchísimo.
—Yo también.
—Adiós Sandra, cuídate mucho —me despedí mientras le daba un abrazo.
—Adiós Lisa, tú también. Y cuídame a Hugo.
—Lo haré, no te preocupes.
Salimos de nuevo a la calle y empezamos a andar dirección a mi casa. Hugo pasó su brazo por mi cintura, sorprendiéndome.
—Gracias por acompañarme, querida Lisa.
—Lo hago encantada Hugo —planté un beso en su mejilla.
—¿Tú cómo te encuentras? —pregunté.
—Hace dos horas me he enterado que a la persona que más quiero en el mundo sólo le queda como mucho un mes de vida. Que mi madre, lo más importante para mí, va a desparecer de mi lado para siempre. ¿Cómo puedo estar? —comentó tranquilo.
—Lo siento. Ha sido una pregunta demasiado estúpida.
—No. Agradezco que te preocupes por mí.
—Soy tan tonta...
En ese momento paró y sujetó mi rostro con sus dos manos; suave, delicado. Algo que sin duda caracterizaba a Hugo.
—No digas eso. Te preocupas por mí, te preocupas por como estoy. No es ser tonta, es ser la mejor novia del mundo, querida Lisa.
Después de decir esto, dejó un dulce beso en mis labios que, sin duda, me dejó con ganas de otro.
A los pocos minutos quedamos en frente de mi casa y Hugo me agarró de la mano para seguidamente atraerme hacia él. Finalmente me aferró a su cuerpo y me besó de nuevo.
—Estas semanas estaré yendo cada día al hospital. Si quieres podemos ir hablando y vamos quedando algún que otro día.
—Claro Hugo, lo primero es lo primero. No te preocupes por mí.
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Sólo amigos, lo prometo
RomanceHugo, el chico idóneo para Lisa; Lisa, la chica perfecta para Hugo. Un simple café unió sus vidas aquella tarde. Una promesa prohibió cualquier tipo de sentimiento. Un sencillo abrazo hizo flaquear aquel pacto. Un beso hizo q...