4. "Quiero ayudarte"

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Sábado, por fin sábado. Me levanté a las 11 y fui a desayunar, me permití el lujo de ir en pijama. Al llegar a la cocina, vi a mis padres desayunando y me uní a ellos:

—Buenos días Lisa, ¿qué tal has dormido? —preguntó mi madre después de darle un trago a su café.

—Bien, muy bien —debía comentarles sobre mi quedada con Hugo—. Em... Ésta tarde he quedado con un chico, vendrá a buscarme a las 17:30 —mi madre sonrió ampliamente y mi padre asintió.

—¿Has quedado con alguien? —se aseguró mi madre de haber escuchado bien.

Normalmente no quedaba con nadie, y mucho menos con un chico. Siempre me veía por las tardes con Claudia y algunas veces también con otras de sus amigas pero que no podía considerar mías porque no tenía con ellas ni mucho trato ni largas conversaciones.

—Sí mamá.

—¿Es del instituto?

—No, le conocí ayer en un bar. Se llama Hugo —parecía asombrada, pero seguía con esa deslumbrante sonrisa. Era raro que yo quedase con alguien.

—Me alegra muchísimo oír eso hija, ya era hora de que salieses por ahí con chicos.

—No mamá. Es un amigo, bueno amigo... Aún no creo poder considerarle mi amigo. Sólo es un conocido. No hay interés ni por su parte ni por la mía de ser algo más. Sólo una amistad.

—Vale, vale —esa cara... No me creía. Mi madre no creía mis palabras, pero me daba igual. No iba a haber nada. No podía haberlo.

Me hice un vaso de leche y me comí un par de galletas. Después volví a mi habitación y me conecté a las redes sociales.

El día pasó muy lentamente hasta que llegaron las 17:00. Me vestí con una camiseta de manga larga ancha y desgastada de color azul y unos tejanos en el mismo estado, me puse mis deportivas junto con mi abrigo y cogí mis llaves. Fui al comedor e iba a dejar caer mi cuerpo en el sillón pero la voz de mi madre hizo que parara de golpe:

—¿Piensas ir así vestida? —repasé mi aspecto, tampoco iba tan mal. Iba como siempre.

—¿Qué le pasa a mi ropa?

—Lisa, no puedes quedar con un chico e ir así —miré hacia el techo y saqué el aire pesadamente.

—Mamá, es mi ropa, no tengo otra.

—Pues mañana iremos de compras.

Oh no... Ir de compras con mi madre podría ser terrorífico. Siempre iba a comprar la ropa con mi padre y me dejaba comprarme lo que quisiera. O sea, camisetas anchas y tejanos. Era como más cómoda me sentía.

Iba a negarme, pero justo en ese momento sonó el timbre. Ese simple sonido hizo que mis nervios aparecieran. Abrí la puerta y ahí estaba Hugo, con su sonrisa, por supuesto.

—Hola —saludó.

—Hola —Hugo iba a hablar de nuevo pero mi madre le interrumpió.

—Hola, tú debes de ser Hugo. Yo soy Lara, la madre de Lisa.

—Un placer conocerla.

—Oh no por favor, trátame de tú —asintió—. Bueno, me voy que tendréis muchas cosas que hacer —nos dejó de nuevo solos.

—Lo lamento, ella es... Así —rió mientras yo cerraba la puerta—. Bueno, ¿Adónde vamos? —empezamos a andar.

—Pues... No lo sé —volvió a reír.

—¿No lo sabes? —negó con una sonrisa.

—Podemos hacer lo que nos apetezca, así que puedes decidir —alcé mis hombros dándole a entender que no sabía adonde ir—. Me lo imaginaba... Por eso —sacó de su bolsillo un papel y lo desdobló—. He apuntado algunas ideas de lo que podemos hacer.

Empezó a leer:

—Tomar un helado, dar una vuelta, ir al cine, ir a jugar a los bolos, ir al lago, ir a la montaña, ir a un karaoke, ir al parque, ir a...

—Creo que es suficiente con todas las ideas que has leído ya —sonrió.

—Pues tengo apuntadas veinte más.

—Wow... Em... Tomar un helado y dar una vuelta por mí está bien —asintió.

—Y bueno... Cuéntame sobre ti. ¿Qué te gusta hacer?

—Leer me gusta.

—¿Quien es tu escritor favorito?

— Lisa Kleypas me gusta muchísimo —me miró y sonrió.

—"Te seguiré a la otra vida si tengo que hacerlo. Jamás te librarás de mí. Te perseguiré en el cielo y en el infierno, y más allá todavía" —hizo una breve pausa—. "Quédate conmigo, Holly" —tragué saliva. Me dejó totalmente asombrada. Citó un fragmento de un libro de Lisa.

—Donde empiezan los sueños. Lo he leído tantas veces...

—Yo sólo una y me gustó mucho. Al leer esa parte me la apunté y de tanto leerla me la he aprendido de memoria, creo que es preciosa —asentí, una leve sonrisa se me escapó.

—Acabas de sonreír —él tenía una brillante sonrisa en la cara—. Y tienes una de las sonrisas más bonitas que he visto nunca —le miré—. Y no digas nada negativo al respecto.

No dije nada, ni bueno ni malo. La verdad es que estaba perpleja por haber sonreído. Hacía muchísimo tiempo que no lo hacía, tanto, que no lo recordaba. Que supiera esa frase de uno de mis libros favoritos me dejó fuera de juego, no me lo imaginaba leyendo ese tipo de libros.

Envueltos en esta conversación llegamos a la heladería, había bastante cola.

—¿Y a ti? —prestó su atención en mí—. ¿Qué te gusta hacer?

—Me encanta dibujar.

—¿Se te da bien?

—Eso deberías juzgarlo por ti misma. Ya te enseñaré alguno de mis dibujos.

—Vale.

Por fin llegó nuestro turno y cada uno pidió el helado que más le gustaba. Yo de chocolate y él de fresa. Los cogimos y cuando vimos una mesa libre nos sentamos.

No llevábamos ni un minuto comiendo helado y Hugo me miraba detenidamente, como si estuviese analizándome.

—Deberías dejar de mirarme así —esta vez, no sonrió como yo esperaba que lo hiciese.

—Lisa, me gustaría llegar a ser un buen amigo tuyo. Que me contaras como te sientes. Porque veo que tienes mucho guardado para ti misma, algo tienes ahí dentro y me gustaría que algún día lo compartieses conmigo.

—¿Y cómo sabes que hay algo?

—Se te nota en la mirada. Tienes los ojos como apagados, preciosos, pero apagados —me fijé en los suyos, brillaban, tenían ese toque que no te permitía dejar de mirarlos.

—Por cosas como estas te digo que no merece la pena pasar tiempo al lado de alguien como yo. Tú eres un chico lleno de vida, con una sonrisa increíble, guapísimo por fuera y me juego mi libro favorito a que eres muchísimo mejor por dentro. Yo soy todo lo contrario.

—Mereces muchísimo la pena Lisa, quiero ser tu amigo, quiero ayudarte.

—¿Ayudarme a qué, Hugo?

—A ser feliz, a estar bien, a ser positiva, a quererte, a todo lo bueno que te venga ahora a la cabeza.

—¿Crees poder ayudarme?

—No lo creo, lo sé.

—¿Y cómo puedes estar tan seguro?

—A diferencia de ti, yo soy muy seguro de mí mismo.

—Y te admiro por ello, ojalá yo fuese tan segura como tú.

—Lo serás.

Continuará...

Gracias por leerla <3 Votad y comentad que os parece, me encantaría saber vuestra opinión. Nos leemos pronto ^-^

Sólo amigos, lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora