37. Bajo la lluvia

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La verdad es que andaba sin rumbo. No tenía la más mínima idea de donde podía estar Hugo. Llegué al bar donde fue la última vez pero se encontraba cerrado. Encima, cuando creía que nada podía ir a peor, el día empeoró cuando empezó a llover. Pero ese pequeño percance meteorológico no iba a impedir que yo siguiera en busca de Hugo.

La calle estaba completamente vacía debido al mal tiempo. Volví a marcar su teléfono pero no respondió.

Cuando llevaba unos cuantos minutos buscándole, recibí una llamada procedente de su móvil:

—Lisa —contestó Hugo.

—¿Hugo dónde narices estás? Llevo largos minutos dando vueltas como tonta.

—Tú no te muevas. Quédate quieta.

Obedecí sin replicarle. Seguía cayendo una abundante cantidad de agua, pero me importaba bien poco.

—¿Me estabas buscando? —esa pregunta fue formulada con una sonrisa. Lo intuí por su tono de voz.

—Claro que lo hago. ¿Cómo no te voy a buscar después de haber escuchado a una loca decirte que te fueses con ella?

Se escuchó una risa melodiosa del otro lado del teléfono que fue música para mis oídos. Ojalá Hugo fuese capaz de reír sin estar bajo los efectos del alcohol.

—¿Dónde está mi Lisa Jones? ¿Desde cuándo eres así de celosilla? Me encanta saber que soy tuyo y que me quieres sólo para ti —aún mantenía ese tono de voz alegre.

—¿Dónde estás? —volví a insistir.

—¿Dónde estás tú?

—No lo sé muy bien, la verdad. No sabía por donde iba, sólo caminaba sin sentido hacia ninguna parte. Sólo te buscaba.

—Llueve mucho —espetó.

Esperaba cualquier contestación de su parte, menos esa. Era un comentario incoherente después de mi contestación.

—Lo sé. Me estoy mojando mucho.

Estuvo unos segundos sin responder.

—Ahora mismo mis ojos están apreciando a una chica preciosa delante mío. Está de espaldas, pero podría asegurar que es preciosa —comentó.

—¿Me estás tomando el pelo?

—Cuanto más me acerco, más me gusta. Me encanta su aspecto bajo la lluvia.        

—Pues pídele el teléfono si tanto te agrada.

Si algo tenían las personas ebrias, es que siempre decían la verdad.

—Ese abrigo que lleva le hace una figura que me vuelve loco.

—Deberías parar. Bueno Hugo, creo que estás perfectamente así que yo, me voy a casa. Me estoy mojando y estoy pasando frío.

—Me encuentro muy cerca de ella, y muero de ganas de tocar su hombro para que se dé la vuelta y me deje admirarle.

—Oh vamos... —y, sin dudarlo, colgué el teléfono cabreada pero sobretodo, decepcionada.

Justo en ese momento, sentí un dedo tocar mi empapado abrigo por la zona del hombro, pero lo ignoré y mantuve mi cuerpo en esa posición, sin girar. Entonces, sentí el cuerpo del susodicho acercarse tanto a mí, que notaba su anatomía pegada al completo en mi espalda y su aliento caliente chocando contra mi oreja.

—Te encontré —sus labios por poco rozan mi oído. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

—No sabía que me estabas buscando tú a mí.

Sólo amigos, lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora