Había tardado demasiado tiempo en asimilar toda la información recibida, en entender que aquella mujer idéntica a ella había acudido a sabía Dios qué medios para asegurarse de que tenía una vida, un futuro.
Para asegurarse de que el hombre que amó se quedaba con un trocito de ella.
Durante las primeras horas, Lyrica llamó a su madre egoísta, y deseó no ser nada de ella. Luego, comprendió que no actuó precisamente por egoísmo.
Que la amaba tanto o más de lo que amó a su padre.
No podía aprobar sus acciones, sus medios. Pero tampoco podía reprochárselo. Estaba más que segura de que ella habría actuado de igual modo. Quizá peor.
Pensó mucho en Érzebeth, en su padre, en Catherine, en aquel triangulo de amores imposibles y corazones rotos, y en el resultado del mismo. Pensó en lo injusto que fue el desarrollo de los acontecimientos para aquellas tres personas, y, en última instancia, para ella misma.
"Tu madre era una mujer única, y maravillosa, y pese a todo, en esta casa, se la tuvo en alta estima siempre", le había dicho su nana.
Suspiró, y miró el retrato a medio pintar en su lienzo. Se levantó del tocador, respirando profundamente, y se sentó frente a él, tomando sus pinceles y su paleta. Su mano se deslizó, con delicadeza y seguridad, sobre el tejido, llenándolo de colores tan concretos y realistas que, pese a no tener una referencia frente a sí, parecía como si estuviese viendo a aquellas tres personas.
Ensimismada, coloreaba a una figura que se encontraba echada sobre las rodillas de otra, en actitud dulce y reconfortada. Un par de golpes sonaron contra su puerta, haciéndola salir de su trance.
-Adelante.
La figura de Paris se mostró tras la robusta puerta blanca. El joven sonreía abiertamente, echándose el cabello hacia atrás.
- ¿No le das un abrazo a tu hermano? –preguntó, fingiéndose dolido. La muchacha rió levemente, dejando sus utensilios sobre la pequeña mesita de madera que tenía a su lado, para acudir a sus brazos. Él la estrechó con fuerza, sonriendo. - Perfecto.
Tener a su hermano cerca ayudaría a la muchacha a dejar de dar vueltas a sus descubrimientos.
- ¿Cómo ha ido todo? ¿Pudiste resolver los problemas en la fábrica?
Paris, que deseaba más un "te he añorado tanto" en lugar de preguntas sobre negocios, frunció el ceño, suspirando, mientras soltaba a su hermana.
-Sí, tampoco fue algo demasiado grave. Problemas de cuentas con los proveedores. Pero, algo bueno debía tener. Alguien a quien apreciamos ha venido conmigo.
Lyrica ladeó la cabeza, curiosa, dedicando una caída de pestañas a su hermano.
-Pasa. –dijo a alguien que parecía haber quedado en el pasillo.
Una sonriente figura masculina, ataviada con un traje de terciopelo gris oscuro, y cabello corto del color del oro, se mostró al fin, abriendo los brazos.
-¡A mis brazos, pequeñaja!
Lyrica se llevó las manos a los labios, y corrió a abrazar al joven que se alzaba ante ella.
-¡Eric!
Los dos jóvenes se abrazaron un momento con fuerza, y, al separarse, Eric la hizo dar una vuelta sobre sí misma.
-Cielos, estás preciosa. –constató.- Pero muy delgada, ¿es que no se come en la Corte?
-No sé, dímelo tú, futuro duque. –se burló la joven. – Aunque, no es que frecuentes mucho tales ambientes.
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Alma Lyrica, Libro Cero - Even Clover.
Roman d'amourTodo cuanto necesitaba, era la Música. Era el mantra casi constante, tatuado a fuego, que Even Clover, el joven y prometedor músico de una anacrónica Corte Inglesa, se repetía cada día. Su vida transcurría entre notas, banalidades y cortesías, hast...