Apoyé mí cabeza en la pared y pase una mano por mí pelo, solté un suspiro y miré el reloj que tenía en mí muñeca, las ocho de la noche y ya había empezado a oscurecer. Escuché el ruido de unos pasos y giré mí cabeza en dirección a la puerta.
Segundos después se abrió y observé al castaño, este se estaba abrochando la campera y acto seguido se acomodó la gorra que tenía puesta.
Me levanté rápidamente y lo agarré de la mano, se zafó rápido de mí agarre y se giró asustado, al darse cuenta que era yo relajo su semblante.
—Casi se me sale el corazón Oli—dijo mientras posaba una mano en su pecho haciendome soltar una sonora carcajada.
—Hola lindo—hable suave y le di un leve beso en el cachete, al separarme observé que tenía las mejillas coloradas como horas atrás—¿Tanta vergüenza tenés?
—¿Que?—preguntó preocupado haciéndome reír otra vez, me acerque a él para abrazarlo y esconder mí cara en su cuello. Noté su nerviosismo y como sus músculos se tensaron.
—¿Sos muy lindo sabías?—pronuncié y me separé un poco para mirarlo a los ojos, trago en seco y me acerque a él para dejar besos en un mentón.
—Oli...—avisó casi en un susurro, sonreí mientras seguía dando besos alrededor de su cara—¿No tendrías que estar en casa?
—Sí, pero quería verte aunque sea un ratito—hice puchero y el no tardó en subir la comisura de sus labios—¿Hacemos algo? Porfi.
—¿Te acompaño a casa?—preguntó, negué rodando los ojos. Hacía tiempo que no lo veía y lo que menos quería era que me acompañara a mí casa cuando quedaba a nada del trabajo de mí papá.
—Después, ¿damos una vuelta?—propuse y me acerque a él nuevamente, estaba calentito y la campera que tenía encima no abrigaba mucho.
—Dale, pero ponete esto—accedió y se sacó la campera para darmela, gustosa la recibí y me la puse quedándome prácticamente como un vestido.
—Sos un tierno, gracias—sonreí y besé su cachete sonoramente. El sonrió un poco.
—¿Sos así de cariñosa siempre?—pregunto el cuando empezamos a caminar sin ningún rumbo.
—No, solo con la gente que me gusta—solté y lo miré, parecía prácticamente un tomate de lo colorado que estaba, reí un poco—¿Vos sos así de tímido siempre?
—Normalmente con los pibes no, pero con las minas depende de quien sea—argumentó, aparte la mirada del frente y lo miré poniéndolo incómodo.
—¿Yo entro en el grupo de las que te ponen nervioso?—interrogué con bastante interés.
—Pu-puede ser—respondió en un susurró, en un acto reflejo lo agarré de los cachetes haciendo boquita de pez.
—Me encanta que seas tímido, dios, sos tan lindo—halagué, haciendolo reír un poco por la voz que había utilizado al decir aquello, parecía que le estaba hablando a un bebé o a un animal. Saqué mis manos de su cara y lo miré fijamente—¿Que pasa si te encajo un chape?
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Te amo Oli