Manuel
De lejos pude ver cómo Fede y Olimpia hablaban sentados en la mesa del bufet, donde nos reuniríamos a comer todos.
Agarré mí bandeja y empecé a caminar hacia donde estaba Mateo para sentarme con un semblante bastante serio.
—Epa, ¿y esa carucha?—preguntó el morocho mientras agarraba los cubiertos.
Lo miré directamente a los ojos con una cara de orto impresionante, dándole a entender que no tenía ganas de hablar del tema, ya que él se hacía el que no sabía pero estaba más enterado del asunto que yo.
Agarré los cubiertos y empecé a comer, me la pasé toda la cena callado o contestando lo mínimo a las preguntas que me hacia mí amigo.
—Ahora vengo, voy a hablar con Fabricio—avisó el menor, sin mirarlo asentí y desapareció.
Aprovechando que Fede se había levantado para hacer algo que me importaba lo más mínimo, me levanté y me acerque hasta la castaña para sentarme en el mismo sitio, en el cual estaba su acompañante segundos atrás.
—Hola—saludo levantando la vista del plato y sonriendome apenas.
—¿Podemos hablar?—interviné e ignore complemente lo que me había dicho ella antes.
Esta frunció un poco el ceño, como dudando y analizando la propuesta que le había dicho. La miré detenidamente, estaba roja a causa de estar expuesta tantas horas al sol y aún así, como un tomatito me encantaba.
—Bueno, pero ahora no. Andá después a mí pieza y hablamos tranquilos—habló segura, asentí y me levanté.
Intenté comer a las apuradas para ir lo antes posible a hablar con Olimpia, prácticamente ni masticaba, tragaba como si no hubiera mañana.
—Me voy, nos vemos en un rato—le informe al morocho, este me miró por un par de segundos, al ver que había terminado muy rápido de comer pero finalmente asintió.
Me dirigí hasta la pieza de la castaña y me senté en el piso hasta que llegara, ya que ella todavía no había salido del bufet, no tenía apuros en hablar conmigo, en cambio yo si.
Después de unos diez minutos, apareció ella con una sonrisa sincera y se acercó mientras jugaba con las llaves de su pieza.
Abrió la puerta y por fin me digne a levantarme para después entrar y cerrar la puerta a mis espaldas.
—¿Que rápido te olvidaste de mi no?—solté, levantó la vista para conectar sus ojos con los míos.
—¿Estás celoso?—contrapreguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
—No estoy celoso Olimpia, simplemente me molesta que te haces la que lloras por mí y después vas y te comes a Federico—escupí, la vi negar y pasarse una mano por la cara—Si esto es por lo de la mina, yo no lo hice con intenciones. La wacha se tiró.
—¿Y qué querés que haga? ¿Querés que me pase todas las vacaciones encerrada llorando por qué vos no sabes lo que querés o no sentís nada por mí?—recriminó alzando la voz.
—¿Quién te dijo que yo no siento ni quiero nada con vos Olimpia?
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esta novela me esta poniendo bastante nerviosa.